El pobre al rescate

Tenemos que recordar que la mejor obra de caridad, TZEDAKÁ, NO es aquella que regala generosamente al necesitado; sino la que consiste en un disparador para que él consiga su propio sustento.
Sea porque le dimos dinero como préstamo, sea que le ayudamos a encontrar trabajo, sea que lo hicimos participar en la generación de su bienestar; cualquiera fuera el mecanismo que empleemos, lo principal es quitarnos de la cabeza el rol de proveedor magnánimo y al otro como un receptor pasivo y en impotencia.

Por supuesto que a veces lo que se precisa hacer es donar plata, al parecer no hay otra opción en esta oportunidad; pero incluso entonces que la entrega material sea acompaña de palabras de aliento, de confianza en el poder del pobre para levantarse por sobre su debilidad actual.

El profeta Ieshaiá profetizó:

«si tu alma provee para el hambriento y sacias al alma humillada, tu luz irradiará en las tinieblas, y tu oscuridad será como el mediodía.»
(Ieshaiá/Isaías 58:10)

De esta forma la LUZ de la NESHAMÁ se impone a las penumbras y caos que produce el EGO.
Desprendiéndose generosamente, con real amor hacia el prójimo, para hacer por él aquello que esté siendo lo bueno y justo.
No solamente darle lo materia sino también participar en alivianar su humillación.
¿Y cuál es ésta?
El no-poder.
Que se efectiviza en ser pobre, en estar por fuera del círculo del consumo, en tener restringidos ciertos derechos y placeres, en estar excluido de algunos marcos sociales, entre otros.
Darle dinero quizás le llene la panza, pero no soluciona su impotencia esencial.
Por ello, el acto de TZEDAKÁ debe ser también aquel que eleve al pobre de su impotencia, y no que la sumerja más en ella. Al dejarlo en su lugar pasivo, impotente, necesitado de la “caridad” no le estamos favoreciendo.
Porque, si nuestro poder sirve para quebrar injustamente el poder del otro, deja de ser un real poder para serlo solamente en apariencia.
La LUZ no destella, sino que es ocultada aun más por las cáscaras del EGO.

Por ello, tengamos presente el ser motores del cambio positivo, constructores de SHALOM, por medio de nuestras acciones (pensamiento, palabra, acto).
No nos confundamos queriendo hacer lo que nos parece bueno y entonces provocando mayor confusión y dolor.
Seamos cuidadosos y atentos, conocedores de los preceptos que nos corresponden así como de las reglas que los permiten materializar correctamente.

Un párrafo muy interesante para analizar, junto a tu maestro judío experto en Torá, es el de Baba Batra 11a, en el diálogo picante entre Turnus y Rabi Akiva.
Lo estudiemos o no, hagamos aquello que nos pone en la senda de los constructores de SHALOM en todo momento.

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