Del ser noájida

Como sabes, noájida es toda persona gentil, es decir, no judía.
Crea en esto o aquello, haga así o asá, esté de acuerdo con la denominación o no.
Es un hecho, pues noájida es la manera en español de decir “ben Noaj”, esto es “hijo de Noé” y toda la humanidad lo es.
Porque no es un asunto de creencias o afiliación a un estilo de vida, o cualquier otra cosa que se añada a la persona.
Ser noájida es ser humano.
No hay que buscarle más vueltas.

Así pues, en sentido amplio los judíos también son noájidas.
PERO, solemos emplear esta identificación exclusivamente para aquel que entiende que existe un pacto eterno entre Dios y él, que se manifiesta por medio de los Siete Mandamientos para las Naciones.
Los judíos fueron introducidos en otro pacto eterno con el Creador, uno mucho más fatigoso y que comprende muchas más exigencias y obligaciones.
Por lo cual, se deja la etiqueta noájida exclusivamente para los hijos de Noé y no es empleada para los hijos de Israel.

Teniendo en claro esto, debemos comprender si aplica acertadamente el nombre noájida para el gentil que ignora su pacto con Dios, o que sabiendo de su existencia (la del pacto) decide no cumplirlo.
Si somos estrictos, por supuesto que lo incluye también, pues ni la ignorancia ni la omisión quitan a la persona su condición de tal.
Se es noájida por ser humano, es un asunto de formar parte de la especie.

Sin embargo, cuando queremos cuidar el sentido de la palabra, podemos ser detallistas y permitir su uso solamente cuando tratamos con alguien que vive de acuerdo a los Siete Mandamientos Universales.
Sea que los conoce y adecua su voluntad a la Divina Voluntad.
O porque lleva una vida ética, es decir, orientada por la NESHAMÁ (Yo Esencial, espíritu) que le lleva a practicar los principios y valores noájicos sin estar consciente siquiera de la existencia de este código y del pacto con el Eterno.

En el primer caso, que los cumple por haberlos aprendido y aceptado, estamos ante un “piadoso entre las naciones”.
Si se da el segundo caso, de que los vive por su alta consciencia ética, entonces es un “ilustrado entre las naciones”.
Sobre esto ya hemos explicado.

Como sea, es bueno y mejor que el noájida esté consciente de su pacto y lo comparta con otras personas, para ayudar a despertar a los que siguen en oscuridad y paralizados por el EGO.
Pero, no al estilo de misioneros o fanáticos, pues toda manifestación religiosa es dañina y no corresponde a los que transitan el sendero espiritual.
Pero sí como aquel que habiendo encontrado una fuente de alimentación sana y provechosa, quiere que los hambrientos a su alrededor la tomen en consideración y se nutran para la vida.
Con respeto, cariño, paciencia, consideración, justicia, verdad… es decir, como un verdadero constructor de SHALOM.
Con acciones de bondad y justicia en pensamiento, palabra y actos.
Además, habiendo aprendido de maestros idóneos, sabe qué corresponde a su identidad y qué le es inoportuno o prohibido, y por tanto suministrará consejo sabio y no presiones o torpezas del EGO.

Por ahí este noájida piadoso y/o ilustrado tiene el anhelo de conocer aquello que nos trasciende y es por completo incognoscible, es decir, Dios.
Y esto no está para nada mal.
Pues, es natural que la NESHAMÁ sea buscada por el Yo Vivido, ya que al expresar una conducta en sincronía con ella estamos logrando el máximo nivel de existencia terrena posible.
En otras palabras, todos tenemos sed de Dios, aunque la disfracemos o reneguemos de ella.

Por ahí el noájida rechaza avanzar hacia ese terreno misterioso y oculto, pues teme caer en la hondonada hedionda de la superstición/religión… ¡qué bueno que así sea!
Pero, que ello no lleve al rechazo de la espiritualidad, que como sabemos es la antípoda de la religión; aunque tristemente, muchísimos se confunden y creen que una y otra son similares o hasta idénticas.

Lo importante es no perder la senda del constructor de SHALOM, por ninguna excusa maravillosa que se presente.
Porque estamos aquí para llevarnos al máximo nivel posible, y con nosotros al entorno.

Sé noájida, es tu herencia y destino.
Es el maravilloso regalo que el Creador te ha dado para tu beneficio y bendición, aquí y en la eternidad.

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