El Shabat y el Día Séptimo

El día Shabat (sábado, que de acuerdo a la Tradición comienza en algún momento entre el ocaso del viernes y la aparición de las tres primeras estrellas de magnitud media) es el día sagrado del judaísmo, porque así lo ha determinado la Voluntad Divina.
El Eterno lo ha declarado como una señal de la Alianza eterna que Él mantiene con el pueblo judío, y por tanto, no corresponde a los que no son judíos (los gentiles) apropiarse del concepto del Shabat ni de vivirlo tal y como el judaísmo prescribe.
¿Por qué no?
Pues, porque Dios lo entregó a los judíos y no a la humanidad.
Porque Dios definió que es señal del Pacto entre Él y los judíos, y no con la humanidad.
Porque Él determinó las reglas que dan característica especial a esta jornada sagrada y remarcó que son ley para los judíos, y no para la humanidad.
Porque es propiedad de la familia judía y no de la humanidad.
Por todo esto, y quizás otras razones que no hemos escrito, el gentil bien hace en abstenerse de reclamar para sí el día del Shabat.

Sin embargo, y esto es muy importante, este mismo día tiene otro perfil, el cual es absolutamente universal.
Es el día séptimo, en honor al séptimo lapso de tiempo que compone la Era de la Creación.
Por tanto, como séptimo día sí pertenece a todas las personas, sin distinción de orígenes, creencias, opiniones, etc.
Es un regalo dado por el Creador a Sus hijos, los hombres y mujeres de esta tierra.
Es por tanto para todos un lazo especial que nos une entre nosotros y al mismo tiempo con nuestro Padre.
Es el día que nos ubica en nuestra dependencia y limitación, y que también nos refuerza nuestra pertenencia al Padre y por tanto nuestra sagrada identidad espiritual.
En este séptimo día cada persona, judía o gentil, tiene abierta la puerta para dejar de ocuparse de los asuntos cotidianos para embarcarse por un rato en los que son trascendentes.
Abandonar la pretensión de dominio y el afán de control, para admitir con reverencia y amor la potestad de nuestro Padre.
Para vivir el día séptimo a pleno el gentil no tiene ninguna necesidad, ni motivo, para apropiarse de costumbres de la cultura judía.
Ni requiere celebrar al estilo judío.
Ni realizar los rituales, o abstenerse de aquello prohibido para los judíos.
Porque son dos realidades paralelas, complementarias, que se nutren mutuamente pero que no se deben experimentar de la misma manera.

Tomando en consideración lo aquí expuesto, es bueno que el judío viva su Shabat de acuerdo a las pautas del judaísmo; en tanto que el gentil haga del día séptimo un motivo de alegría, de elevación, de armonía familiar, de reconocimiento de las bondades de la creación, de contacto con el Eterno y la espiritualidad. En resumen, todos tenemos algo para aprender y deleitarnos en este día sagrado.

Al elevar el Shabat/Día Séptimo en nuestra agenda y vivirlo de un modo especial, estamos apartando tiempo para nosotros mismos, para nuestras familias y entorno comunitario y también para aceptar y agradecer al Eterno.
Por lo cual, es un día espléndido cuando se aprovecha sanamente, y que nos refuerza en la realidad de que existe un único Dios, Aquel que creó todo lo existente y que sacó a Israel de Egipto y que le entregó al pueblo judío la Torá.

Tengamos en cuenta esta enseñanza y compartámosla.
El mundo será entonces más parecido al paraíso de lo que está siendo ahora.

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