Parashat Nasó 5767

Shabbat: Sivan 9, 5767; 26/5/07

Un comentario de la Parashá Nasó (Bemidbar 4:21 – 7:89)
*Cada lugar, cada bendición*

¡Bienvenido nuevamente apreciado lector!
Continuamos leyendo del cuarto tomo de la Torá, llamado Bemidbar, que es conocido como «Números» en español.
Nos toca aprender y disfrutar juntos un poco de las enseñanzas de la segunda parashá del libro, Nasó.

Encontramos un tema muy importante, la Birkat Cohanim, la bendición que los sacerdotes hacían al pueblo, que dice:

«Iebarejejá Ad-nai beishmeréja
Iaer Ad-nai panav eleja bijuneka
Isa Ad-nai panav eleja beiasem lejá shalom»

«El Eterno te bendiga y te guarde
Ilumine el Eterno con Su presencia sobre ti y te dé bienestar
Se dirija el Eterno hacía ti y te conceda la paz completa»
(Bemidbar / Números 6:24-26)

Los sacerdotes pronunciaban las palabras de bendición, aquellas que la Torá
indicaba, pero los efectos no dependían de ellos, sino del Eterno.
Ellos no eran los dadores de paz o bienestar, sino que cumplían con su obligación, como está ordenado en la Torá.
La propia parashá lo deja en claro:

«Así invocarán Mi nombre sobre los Hijos de Israel, y Yo los bendeciré.»
(Bemidbar / Números 6:27)

Cada sacerdote hacía de acuerdo a sus posibilidades, cada uno la parte que
le correspondía, y de esa manera trasmitían las palabras de bendición a
sus hermanos, a toda la comunidad.
A ellos tocaba en esta oportunidad decir unas frases prescritas, fijadas eternamente en el texto sagrado de la Torá.
A sus hermanos, los israelitas que no eran cohanim, les tocaba ser receptores de las palabras de bendición.
Nada más… pero tampoco nada menos.

Todos de acuerdo a su lugar y función en la orquesta universal que el Creador ha diseñado.
Porque si cada uno está haciendo su parte, entonces el resultado inevitable es
una bendición, bienestar, paz completa y conocimiento del Eterno.

Compréndelo bien.
Están los que son canales de bendición y están los que la reciben.
Están los que trabajan la tierra y los que trabajan en la ciudad.
Están los que son intelectuales y los que son emotivos y los que son prácticos.
Y así tenemos infinidad de diferencias en el mundo.

Gracias a Dios, nuestro UNIverso es un PLURIverso, un mundo plural, con muchas
facetas y opciones, en el cual «ser diferente» no significa estar mal o
ser defectuoso, sino simplemente «ser diferente».
Por ejemplo, un cuchillo no es mejor que una cuchara o que un tenedor o que un plato o que un vaso. Cada uno es necesario para lo que está diseñado, y si
falta alguno de ellos, el juego de utensilios no está completo, falta
la armonía, no se disfruta completamente. Quizás un utensilio pudiera
tomar momentáneamente la función de otro, pero en verdad el equilibrio
constructivo no se mantendría adecuadamente y finalmente se notaría no
solamente la ausencia, sino también los efectos negativos de la misma.

Por tanto, es importante es que se admitan las diferencias positivas, y que
éstas se puedan insertar correctamente en la orquesta universal, para
que la melodía no salga desentonada.
Que lo plural sume sus energías a la unidad.

Así pues, cada día deberíamos continuar esforzándonos en lo que hacemos
positivamente: estudiar y trabajar con responsabilidad y compromiso,
para que desde la pluralidad alcancemos la unidad.
Cada día aprender algo más, cada día tratar de comportarte mejor, cada día hacer cosas buenas.
Cada día discriminar MENOS negativamente, pero reconocer que todos somos
diferentes y que lo importante es que estemos remando juntos hacia el
buen puerto.

Si esa parte, que nos toca hacer a nosotros, la cumplimos; entonces descubriremos que realmente estamos viviendo en un mundo de plenitud y de paz integral.

Si me has acompañado en la lectura hasta aquí, te quiero dejar planteada una pregunta aparentemente difícil, que tiene que ver con el reciente jag haShavuot
y con el tema que desarrollamos.
Presta atención.
Si el Eterno al momento de entregar la Torá a Israel dice que el pueblo judío es la «nación elegida» entre todas las naciones (Shemot / Éxodo 19:5-6).
¿Cómo se explica que esa elección Divina no sea algo discriminatorio negativamente hacia las otras naciones?
¿Acaso el mismo acto de escoger a uno para consagrarlo, para hacerlo especial y distinto, no implica de por sí una especie de rechazo de los otros?

La respuesta ya ha sido brindada en este texto.
El hecho de escoger a Israel, no significa darle preeminencia sobre el resto de la humanidad. La elección no implica dominio sobre los otros, ni derecho a someter a las naciones.
La elección del pueblo judío es simplemente la asignación de una función particular, que le compete solamente a esa nación, tal como el tenedor no puede ejercer la función de la cuchara, ni ésta la del cuchillo.
Israel tiene la función de ser el canal de recepción y difusión de santidad, en tanto que las otras naciones de la tierra deben cumplir con otras tareas, igualmente indispensables y necesarias.
Si cada cual cumple su función, de acuerdo a la orquestación celestial, entonces estaríamos gozando ya de las bondades de la Era Mesiánica, en la cual el orden correctamente dinamizado es el organizador de la existencia terrena.
Así pues, no hay elección para dominación, sino elección para acatar otros preceptos, muchos más que los que deben cumplir las naciones, para vivir de acuerdo a los estrictos parámetros de la Torá, y de esa manera ser una nación santa y que provee de santidad.
Tal como dice a los judíos el Eterno en Su perfecta e inmutable Torá:

«Habla a toda la congregación de los Hijos de Israel y diles: ‘Sed santos, porque Yo, el Eterno vuestro Elokim, Soy santo.'»
(Vaikrá / Levítico 19:2)

Este llamado imperioso a la santidad NO ha sido conferido a las naciones de la tierra, sino solamente a Israel. Y no representa una carta blanca para vivir cómodamente, aprovechándose de las otras naciones, ¡sino todo lo contrario!
Realmente significa que se deben cumplir 606 mandamientos más que el resto, ser más exigente con uno mismo, estar dispuesto a vivir como un pueblo pequeño y solitario en medio del resto de las gentes.

Así pues, al escoger a Israel entre las naciones, ciertamente nos ha dado un inmenso regalo, pero al mismo tiempo un monumental compromiso y responsabilidad.

Por otra parte, la elección de Israel no fue indiscriminada, injusta.
El Eterno había dado siete mandamientos básicos a todas las naciones. Desde Adam en adelante, reconfirmándolas luego con Noaj y para todos sus descendientes.
A lo largo de los siglos solamente una familia y luego una nación se mantuvo dentro del marco de esos mandamientos básicos: la nación judía.
Esta adhesión a lo simple, dio por resultado que a la hora de entregar la mayor cargo, la mayor responsabilidad, el Eterno escogiera a aquella nación que se había auto-escogido con sus hechos cotidianos. Sin grandes discursos, sin enormes movimientos de masas, sin imposiciones ni inquisiciones… el pueblo judío se hizo a sí mismo meritorio para recibir el mayor de los tesoros, que conlleva la mayor de las cargas: la Torá.

La puerta hacia el judaísmo esta siempre entreabierta para los hijos de las naciones, para los noájidas. Pero, como hemos visto todos tenemos nuestra parte de la tarea, cada uno tiene una misión que cumplir, tanto en lo personal como en lo colectivo, por lo cual, el noájida tiene asegurada su porción de eternidad y bendición si se acoge al cumplimiento de los siete mandamientos universales, sin necesidad de convertirse al judaísmo, sin imponerse obligaciones que por nacimiento no le competen.

Todos tenemos nuestra parte, que debemos cumplir para que de esa manera seamos canal de bendición.

¡Te deseo a ti y a los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!

Moré Yehuda Ribco

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Otros comentarios de la parashá, resumen del texto, juegos y más información haciendo clic aquí.

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