El poder de la desunión

Desde hace varias décadas se fue imponiendo una visión activamente divisiva de la familia y la sociedad.
Una que, por todos los medios a su disposición, busca desligar a las personas entre sí, para dejarlas en soledad, confundidas, temerosas, enojadas, empequeñecidas, rencorosas.
De esta forma se generan sujetos, personas que pierden su personalidad para transformarse en “sujetados”, atados, doblegados, dirigido por otros.
Sin identidad, sin familia, sin grupos de referencia, sin estabilidad está listo para ser manipulado con facilidad.
Uno de sus más astutos elaboradores se llamaba Antonio Gramsci.
Aquí tenemos una de sus frases, que está siendo ejecutada y cumpliéndose (lamentablemente): “La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados «orgánicos» infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios.“
Este “poder cultural” se ha infiltrado por todas partes, exactamente como diseñó Gramsci.
Invaden el Sistema de Creencias colectivo y el individual.
Nos llenan de todo tipo de mensajes alienantes, que nos bloquean para acceder a la conciencia de nuestra identidad.
Nos mantienen exiliados de nuestro Yo Esencial.
Crean mitos alternativos, usan los mitos antiguos.
Se marcan como las tendencias del pensamiento, como el “progresismo” que impulsa el progreso… cuando son la decadencia, el oscurantismo, el encierro y falta de creatividad.
Nos llenan de miedos, nos obligan ser bien pensados, a no desmarcarse de la masa, a ser “políticamente correctos”.
Los que se desvían en pensamiento, son rápidamente censurados, con la excusa de estar protegiendo derechos superiores.
Quienes se expresan contradiciendo el monopolio cultural, son amonestados, castigados, desterrados, demonizados.
Como ejemplo: hoy día ser varón y/o heterosexual y/o caucásico y/o cristiano y/o libertario y/o espiritual y/o sionista y/o judío resulta ser blanco predilecto para el hostigamiento, la violencia, el repudio. ¿Por qué? Pues, en parte porque el colonialismo cultural obliga a hacerlo.

Se impone la lucha, todo el tiempo el conflicto. Aunque muchas de las reivindicaciones en su base podrían ser justas y buenas, no son más que el argumento abusado para impulsar campañas de odio y división.
Porque, ¿quién no quiere que no haya racismo? ¿O que los derechos de las mujeres sean iguales a los de los hombres? ¿O que la gente sea feliz? ¿O que se reduzca el número de pobres y haya mejor distribución de las riquezas, de manera justa?
Supongo que a una vasta mayoría estas bases les parecen nobles, dignas, necesarias.
Pero, no son la verdadera finalidad de estos manipuladores, emisarios del EGO.
Porque se apropian de las palabras y les dan su propia versión, su significado, desde allí crean realidades, fabrican miedos y venenos; según dijo Gramsci: “La realidad está definida con palabras. Por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad«.
Se adueñan de las campañas reivindicativas justas, para convertirlas en hogueras de disenso; según G.: “El poder es un centauro: mitad coerción, mitad legitimidad”. Entonces, obligan a creer, a sentir, a pensar y el que se atreve a contradecir es torturado de mil maneras. Roban la legitimidad para abanderarse con reclamos de justicia y bienestar, de paz y solidaridad, pero son solo el medio para lograr su fin.
Se aseguran de tener contratados a los medios de desinformación masiva, de comprar políticos, de adoctrinar profesores, porque ellos quieren ser “el saber por sobre todo saber”, según G.: “Hay que dejar de concebir la cultura como saber enciclopédico en el cual el hombre es un recipiente que hay que rellenar con datos en bruto. En esa forma la cultura es verdaderamente dañina”. Que la gente sea ignorante, pero que sepa repetir las consignas y proclamas. Que se aprendan el himno de su partido, que sepan perseguir a los enemigos de “la causa”. Pero que digan que están siendo creativos, que no acumulan saberes. Por eso destruyen la educación, se nutren de todo lo perjudicial y lo devuelven multiplicado. Que el enojo cunda, que el miedo sea el amo, que nadie confíe, pero que todos estén subordinados a los amos. A los que ya no se llama amos, porque eso suena al pasado; ahora son líderes revolucionarios, o cosas parecidas.
Y ojo, tengamos cuidado que está bien el no ser un repetidor de información, que no solamente hay que llenarse de datos para reproducir como si de una grabación se tratara. Pero, no olvidemos que ésta es la mitad legítima, a la que ellos le añaden la parte bruta, del castigo, de la coerción, del imperialismo psicológico/social.

Con sus métodos, que no suelen ser improvisados, sino que han sido estudiados y perfeccionados, se encargan de asfixiar cada resquicio y así conseguir el poder total.
Porque eso persiguen, como todo esclavo del EGO, el sentirse a salvo de la impotencia.
Según G.: “El socialismo no se instaura en fecha fija, sino que es un cambio continuo, un desarrollo infinito en régimen de libertad organizada y controlada por el proletariado”. Confunden y llaman a la opresión como libertad; hacen creer que el esclavo es amo; que el déspota solidario, y el solidario genocida. No importa mentir, lo que importa es alcanzar la finalidad. Aunque tarde, eso no les importa. Se toman el tiempo, se infiltran, se multiplican, diversifican las mentiras porque mentir en su ideología está bien.
Lo que importa es evitar la impotencia.
Pero no se dan cuenta, al menos los millones de seguidores, que son impotentes a más no poder; como todo aquel que está bajo la sombra constante del EGO.
Atento a G.: “El partido comunista es el instrumento y la forma histórica del proceso de liberación íntima por el cual el obrero pasa de ser masa a ser jefe y guía, ser brazo a ser cerebro y voluntad”. Sabemos que la realidad ha demostrado otra cosa. El obrero cambió de amos, pero no de esclavitud.

El odio, la violencia, la burla, la destrucción, la desunión, el EGO multiplicado y replicado es su camino, según G.: “Toda revolución se realiza por medio de una conmoción de las profundas y amplias masas populares, por fuerza tiene que hacer pedazos y destruir todo el sistema de organización social existente.”.
Esclavizan a sus seguidores, aunque les adoctrinan para hacerles sentir poderosos, parte de un mecanismo sublime, aguerrido, superior.
Como si fueran fieles de una religión, de una secta expansiva e intolerante.
Porque, ciertamente así se comportan y en el fondo son iguales.
Aunque pregonen el ateísmo, no dejan de adorar al mismos dios que los idólatras: el EGO.
Adoctrinados, anestesiados, atrapados en sus celditas mentales para repetir consignas, para estar ciegos, para ser insensibles.
Se reúnen en sus iglesias sin deidad visible ni nombrale, pero tienen a sus santos y mártires, sus rituales y credos, sus fieles e infieles, sus símbolos y su sacralidad.
Se expanden, se retuercen y se replican, como el virus que va secuestrando células para ponerlas a trabajar para su replicación fatal.

Así pues, por doquier se encuentra el EGO, sea en política, sea en religión, en todas partes.
El antídoto es la construcción de SHALOM.
Pensamiento, palabra y actos de bondad y justicia.
Aprendiendo a responder y no reaccionar.
Sabiendo que somos NESHAMÁ, el Yo Esencial y que estamos siendo este multifacético Yo Vivido.
Que ninguna religión “salva”, ni la división, la violencia, el odio, el egoísmo, las proclamas rabiosas conducen al bienestar individual y colectivo.

Hay tanto por hacer.
Mucho por desaprender, mucho por aprender.
Mucho por construir.

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Jonathan Ortiz

Increible articulo Moré.
Mientras lo lei pensé en mi pais Vzla y en el pais en el cual vivo ahora. Cada gobierno tira hacia su lado, ambos se justifican, ambos controlan, ambos ofrecen «libertad» e «independencia» a costa de la gente.

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