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Hermanos, estos días vemos duras pruebas. Pero también enseñanzas, si sabemos escuchar, no solamente con los oídos, sino con lo más profundo del alma.
Ten presente una gran enseñanza: los sabios más iluminados nos recuerdan que lo externo no está en nuestras manos, solo nuestra reacción interna.
Alguna persona alguna vez dijo: «El futuro es incierto y el presente breve; por lo tanto, sé moderado».
No dejemos que temores sobre lo porvenir empañen el don del ahora. Cada día trae su cuota de bendición, si optamos por verla. Allí está, aunque sea pequeña, la bondad del Eterno para con nosotros. Hay que descubrirla, agradecerla y usarla a pleno aquí y ahora.
La tradición de Janucá nos enseña a perseverar con serenidad ante la adversidad, confiando en que lo aparentemente insignificante puede iluminar senderos enteros, como ese pequeño jarro de aceite. Lo que pareció inútil, o escasamente provechoso, se convirtió en símbolo para todas las generaciones, de que es posible el milagro.
Esta fiesta es recordatorio de nuestra capacidad innata para forjarnos un destino de luz, amparados por Dios.
Por ello, es saludable nunca desesperar, porque, en lo más tenebroso, siempre hay una ventana abierta por donde entra la luz, tal como solía enseñar el sabio Martin Buber.
Hermanos, es tiempo de volver a encender la llama interior que nos guía. Que cada acto de bondad, cada oración sincera nos traiga un paso más cerca de reencontrar la senda de la plenitud.
Aun en las penumbras, confiemos en que nuestro futuro seguirá iluminado si honramos el milagro del presente. Juntos lograremos elevar nuestros espíritus e influir positivamente en quienes nos rodean.
¡Ánimo! El mañana se teje hoy.
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