Solo Dios

El capítulo 45 del profeta Ieshaiá/Isaías está dirigido a Ciro, rey de Persia, al que se le denomina “ungido del Eterno”, pues como sabemos “ungido” suele ser sinónimo para rey (el líder político, obviamente, nada metafísico o metafórico) que ha sido consagrado por Dios para gobernar.

Contiene muchos pasajes célebres, entre otros:

«Yo soy quien forma la luz y crea las tinieblas, quien hace la paz y crea la adversidad.
Yo, el Eterno, soy quien hace todas estas cosas.’»
(Ieshaiá/Isaías 45:7)

Vamos a tratar de comprender su sentido, sin dejar de tener presente al destinatario (Ciro), así como la enseñanza que podemos extraer para nosotros.

En la Persia de Ciro dominaba la religión mazdeista (más modernamente conocida como zoroastrismo), la cual adoraba a una deidad llamada Ahura Mazda (el sabio señor), el cual era considerado creador de todo lo existente.
Quizás no era precisamente una religión monoteísta, pero tenía una fuerte tendencia a ello; por ello se la considera un henoteísmo.
Supongo que provenía de antiquísimos adoradores fieles del Eterno, que seguían de alguna manera el código noájico, los cuales se fueron entreverando con religiosidad y perdiendo de a poco el sentido espiritual de la existencia. Por lo cual, dejaron de lado la sencilla y sana relación con el Creador para embarcarse en un fermento social del EGO, que enmascara y oculta la LUZ espiritual. Entonces surgieron semidioses, demiurgos, ángeles y demonios, dioses derivados del dios principal, antagonistas celestiales

Como sea, por los avatares históricos y condicionado socialmente, en épocas de este rey persa estaba ocurriendo un cambio cultural importante en su país, y por tanto en la vasta zona de influencias del mismo.
Se estaba produciendo una marcada diferencia entre los que eran adoradores del espíritu Spenta Mainyu, conocido también como Ahura Mazda u Ormuz, y los de su oponente, el malvado espíritu Angra Mainyu llamado también Ahriman.
El Spenta Minyu era el principio de vida, luminoso, verdadero, constructivo, que se lo representaba como fuego y por medio de él era adorado.
Angra Mainyu, por su parte era todo lo contrario y su símbolo mortal era la oscuridad.
Una lucha metafísica entre el bien y el mal, con sus consiguientes consecuencias en este mundo.

En esas fantasías religiosas estaba enroscado el rey Ciro, así como su imperio.
Entonces, viene el profeta del Eterno, el Uno y Único, para hacerle acordar que no pierda su tiempo y energía en pensamientos dualísticos erróneos.
Porque estando tan cerca de la dicha y esencia espiritual, el noajismo para el gentil, ¿qué necesidad de perturbarse y ocasionar problemas al mundo con religión y farsas de espiritualidad?

Entonces bien en claro que el Uno y Único es el creador, no hay otro.
Él es el origen de la luz así como de la oscuridad.
Él es patrón de lo bueno, así como de todo el resto de lo existencia.
No hay divisiones, ni semidioses, ni trinidades, ni poderes que se le opongan.
Dios, en su perfecto ser –que no es ser-.
Es LUZ y tinieblas; el finito que ocupa la plaza que le regaló el infinito; es el todo y la nada.

El mensaje se amplifica y llega a todas las criaturas:

«¡Mirad a Mí y sed salvos, todos los confines de la tierra!
Porque Yo soy Elohim, y no hay otro.»
(Ieshaiá/Isaías 45:22)

No hay otro dios, ni salvador, ni intermediario, ni “hijo”, ni nada que ocupe el rol del Señor.
Él es quien salva, nada ni nadie más.
Él es Dios, nada ni nadie más.

Por más que la religión haga malabarismos y juegue con sentimientos y palabras, embauque el pensamiento y manifiesta su deseo; la verdad es una sola: Dios es Uno y Único, no hay otro.
Ni a Su lado, ni bajo de Él, ni en Su contra… nada ni nadie, solo Él.

Por esto, aquellos miles de millones que hoy adoran falsos dioses con la intención de ser monoteístas, es bueno que escuchen el llamado milenario y dejen la senda del error.
Para que retornen con pureza y sinceridad al camino que sí les corresponde, que como gentiles es el noajismo con sus Siete Mandamientos Universales, que es el pacto eterno entre Dios y los hijos de las naciones.

Atendamos el llamado del profeta y volvamos a la senda de la LUZ.

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Jonathan Ortiz

«A la final es el mismo dios con diferentes representaciones, ud lo llama de tal modo, y yo de tal modo…» dicen muchos, y la verdad es que afirmar tal cosa es una búsqueda desesperada por consenso, un grito por demostrar que su creencia es cierta.

Gracias por el texto Moré

(Que sea este estudio como mérito para la salud de mi hermano Efraim -Jaim- ben Bluma, junto a los enfermos de Israel y de entre los justos de las naciones. Así como para promover todo aquello que está necesitando el hermano pueblo venezolano, que caigan los tiranos y sus compinches, que se terminen los imperialismos mafiosos y sus aplaudidores).

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