Parashá Miketz 5782

Iosef continúa en la cárcel, por un crimen que no había cometido.
El ministro de la bebida del faraón no cumplió con rescatarlo, y ya habían transcurrido dos años desde su propia liberación de la cárcel.
Entonces, el faraón tuvo un sueño: siete vacas gordas, plétoras de carne hermosa y saludable pastando en el campo; pero luego vienen siete vacas muy magras y de mal aspecto. Éstas engullen a las primeras, sin que se note que se las comieron, pues quedaron tan escasas y terribles como antes de  haber devorado a las vacas gordas. Se levanta sobresaltado, luego vuelve a dormir y a soñar, entonces ve siete espigas de excelente aspecto que se yerguen en el campo, sin embargo, de inmediato aparecen del río siete espigas demacradas, que se tragan a las primeras, no obstante no cambian de aspecto, quedando tan pobres como al principio.
Nuevamente, se despierta angustiado, y trata de encontrar alguien que le brinde una interpretación coherente de sus sueños.
Ninguno de los sabios sacia su anhelo, hasta que el ministro de copas le cuenta que él tuvo un sueño estando en prisión y que fue correctamente decodificado por un joven hebreo que estaba preso allí.
De manera veloz sacan a Iosef del pozo y lo llevan ante faraón, para que pueda interpretar sus sueños.
Iosef lo hace, advirtiendo antes que todo estaba en manos del Eterno.
Anuncia que es un sueño que penetra las sombras del tiempo y vislumbra que vienen siete años de estupenda riqueza, como nunca se vivió previamente. Pero esa holgura será rápidamente evaporada y olvidada cuando arranque un período de siete años de tremebunda escasez.
Añade que sería muy sabio organizar en tiempos de prosperidad para tener almacenado y distribuido alimento para la época oscura, así se aprovecha el sueño para beneficio y no como mera curiosidad.
Faraón piensa que Iosef es el más sabio y que él deberá ser el encargado de realizar ese plan de salvación, por lo cual lo nombra ministro con plenos poderes sobre Egipto.

En su nuevo papel, José actúa de acuerdo con su comprensión trabaja de acuerdo a su visión de los sueños del faraón, que se hicieron realidad y después de siete años de abundancia, la hambruna llegó a Egipto. ¿Y qué hace la gente hambrienta? Fueron a quejarse ante el faraón. El faraón se los envía a Iosef, quien abre los graneros a la gente y los alimenta. Pero no es gratis, pues se van endeudando hasta convertirse todos en siervos de faraón.
El rumor de la abundancia en Egipto llega hasta la tierra de Canaán, donde también había llegado la época de penurias.

Iaacov se entera de la abundante comida que se encuentra en Egipto, por lo cual, envía a sus hijos a buscar comida allí. Deja a Biniamín, su hijo menor, a su lado porque teme que le ocurra un desastre en el camino y que se pierda, como se perdió su querido Iosef tanto tiempo atrás.
Los hermanos llegan a Egipto, son llevados ante el poderoso ministro, a quien ellos no reconocen y se inclinan, tal como había anunciado un sueño de un adolescente Iosef. Él sí sabe quienes son, pero no da a conocer su identidad, por el contrario, lo trata con dureza, les pregunta de dónde vienen y los acusa de espionaje. Ellos responden que son inocentes, que solo vinieron a buscar comida, porque el hambre es intensa incluso en la tierra de Canaán.

Iosef les pregunta por su familia, ellos responden que tenían dos hermanos más, uno se quedó con su padre en la tierra de Canaán, y el otro estaba perdido.
Iosef los encarcela, pero al día siguiente solamente deja prisionero a Shimón, aquel que le hostigaba con más saña, en tanto envía a los otros de regreso con alimentos y una condición para regresar a buscar al hermano encarcelado y más comida: deberán traer a su hermano menor Benjamín.

Los hermanos están asustados y sin otra opción regresan a casa, en el camino descubren que misteriosamente la plata con la que habían pagado la comida estaba en sus sacos de alimentos. Ellos temen ser acusados nuevamente por ese cruel ministro que los maltrató sin motivo. Se apresuran en volver a su casa. Iaacov se apena por la pérdida de otro hijo, y se opone con vehemencia a que se lleven a Binamín.
Después de que Yehudá hubo logrado convencer a su padre que se opuso, regresan a Egipto.
Esta vez Iosef es cordial y por medio de un mayordomo los invita amablemente a almorzar a su casa, donde Biniamín recibe todo tipo de privilegios, a diferencia de sus hermanos, quienes en la oportunidad no lo envidian ni desean el mal.
Cuando ve a Binamín (su único hermano de su madre Raquel), está muy emocionado, sale a la habitación contigua y llora. A pesar de la emoción y el llanto, Iosef no de darles una lección a sus hermanos. Por ello, instruye a sus hombres a llenar los sacos de sus hermanos con comida y guarnición y esconder en la bolsa de Biniamín su copa personal de plata, con la que él decía que hacía magia.

Los hermanos partieron, tras lo cual, Iosef envió a sus hombres para que le trajeran esclavo al hombre que le robó la copa. Los policías los detienen, ellos juran que no robaron nada, pero al revisar bolsa a bolsa, encuentren la copa en la de Binamín.
Se lo llevan detenido para hacerlo esclavo, los hermanos no están de acuerdo y quieren luchar por liberarlo. Entonces, Yehudá toma una importante decisión.

La historia continúa en la siguiente parashá.

https://serjudio.com/apoyo

https://youtube.com/yehudaribco

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rydhelexcv

Está claro que José estaba poseído por el don divino de la interpretacion de sueños. Gracias a él, Dios hizo entrar en Egipto a los hebreos donde serían esclavizados durante más de 400 años para cumplir así con lo profetizado a Abraham sobre su descendencia.

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