El decreto sagrado de la Creación

Elohim, es decir Dios, el Uno y Único, fue desarrollando la creación original en etapas, cada una separada y diferente, pero que, a partir de la segunda se asentaba en la anterior. Como una edificación que comienza con la adquisición de los elementos físicos, para con ellos seguir el plano del arquitecto y los cálculos del ingeniero. Luego se prepara el terreno, se realizan los cimientos, se construyen las bases y se continúa con cada parte hasta llegar por fin a amueblar y decorar el hogar. Siendo el paso final la introducción de sus habitantes y la inauguración de la casa, para que los que en ella moren le den sentido a esa construcción.

A cada una de estas fases la Torá las denomina “iom”, que es como nosotros llamamos actualmente al lapso de tiempo de 24 horas, es decir, un día.
Hay gente que asume que esos días lo son literalmente, y por tanto la creación original se fue presentando a lo largo de 6 días, es decir, 144 horas.
Pero otros muchos sabios no se detienen en la visión literal, ni se preocupan mucho de cuánto realmente demoró aquella creación, sino que más se interesan en entender el mensaje espiritual/ético, las enseñanzas para hacernos mejores personas. De hecho, aceptan que los siete días de la creación pudieran ser miles de millones de años, tal como por ejemplo lo hizo el enorme sabio de la generación anterior, el Rav Kook ztz”l.

Cada una de estas seis creaciones interdependientes tienen su necesidad y función, como piezas de un complejo puzzle, que solamente aquel que tiene la visión completa del conjunto le puede encontrar su sentido verdadero. Por tanto, nosotros con nuestra limitada comprensión podemos ir aprendiendo y conociendo, avanzando con la ciencia y la tecnología en descubrir las huellas del Creador en Su creación. Pero, solamente Dios es el poseedor de la comprensión total.

Lo que sí sabemos sin lugar a dudas actualmente, es que el mensaje milenario de la Torá, entre otras cosas nos instruye a reconocernos como parte integrante de un enorme ecosistema y por tanto, a respetarlo, pues de ello depende el equilibrio de toda la creación de Dios.
Hablar de lo ecosistémico en la Torá. NO es una adecuación forzada de ideas que aparezcan sueltas en la Torá, sino que es comprender aquello que está claramente expuesto en la Torá, que nos fue entregada muchísimo antes de que a alguna persona se le ocurriera que somos parte de un ecosistema, o siquiera imaginar que existe algo llamado ecosistema.

Démonos cuenta de que, el primer mandato que nos dio el Creador fue trabajar y cuidar este mundo, porque es un préstamo que Él nos hace, para que lo aprovechemos y disfrutemos. Estamos aquí para aprender y llevarnos experiencias a la vida eterna, pero ese aprendizaje no puede ser a costa de destruir este mundo. De hecho, las mejores experiencias se obtienen al esforzarnos por hacer avanzar este mundo, ser promotores de desarrollar aquello que está en potencia esperando a ser desarrollado. Como dijo Dios al finalizar Su obra original: “asher bará Elohim laasot” – “que creó Elohim para ser hecho”. Es decir, Él nos dejó a nosotros la tarea de completar la creación original. Desde aquí mismo ya parte la idea de TIKÚN OLAM, que por tanto, no es solamente atender las cuestiones de justicia social, o de corregir lo que está equivocado, sino también permitir que toda la creación llegue al máximo nivel posible, de acuerdo a su potencial.
Es una tarea enorme, pero es la que el Creador nos ha dado a los humanos.
Perfeccionar hasta el máximo posible el mundo que nos ha dado como préstamo, como un depósito para hacer buenas inversiones y obtener excelentes dividendos.

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