Shabbat: Siván 21, 5766, 17/6/06
Comentario de la Parashá Behaalotejá
El hombre
Menorá
Comienza nuestra parashá con la siguiente
descripción:
"El Eterno habló
a Moshé [Moisés] diciendo:
Habla a Aarón y dile: 'Cuando asciendas las lámparas, las siete lámparas
deberán alumbrar hacia la parte delantera del candelabro.
Aarón lo hizo así. Encendió las lámparas hacia la parte delantera del
candelabro, como el Eterno había mandado a Moshé [Moisés].
Ésta era la hechura del candelabro: Era de oro modelado a martillo;
desde su base hasta sus flores estaba modelado a martillo. Conforme al
modelo que el Eterno había mostrado a Moshé [Moisés], así hizo el
candelabro."
(Bemidbar / Números 8:1-4)
Varios simbolismos contiene la Menorá, de los
cuales mencionaré solamente los siguientes:
-
Simboliza la Luz del Eterno que vivifica
todo el universo.
-
Simboliza la Presencia del Eterno, que
alumbra a los que son Sus fieles.
-
Simboliza la Sabiduría de la Torá, que
está siempre encendida y permite ascender a todo aquel que se compromete
con ella.
-
Simboliza la unidad en la diversidad, la
pureza en medio del mundo.
-
Simboliza la Misericordia que se sostiene
sobre el firme pilar de la Justicia.
-
Simboliza el esfuerzo de aquellos que
siembran con lágrimas, pero que recogen con alegría. Especialmente en lo
que refiere al trabajo por perfeccionar las propias cualidades, para de
ese modo crecer espiritualmente en el mundo.
-
Simboliza al pueblo judío, que tiene la
misión de irradiar la Luz divina por todos los rincones del mundo.
Tomemos todos estos simbolismos y pintemos un
cuadro multicolor y de profunda moraleja.
Rabbenu Ovadia Seforno enseñaba que la Menorá
simboliza la luz de la sabiduría.
El caño recto y central representa el propósito final del conocimiento, que
es el servicio del Eterno.
Los brazos de la derecha representan la profundización, el estudio teórico y
académico.
Los brazos de la izquierda representan la sabiduría práctica.
Como podemos advertir en el pasaje que citamos más arriba, la Torá ordena
que todas las llamas estén enfocadas hacia la luminaria central, puesto que
esa es la finalidad el hombre: servir al Eterno con todo lo que tiene.
Pero, no solamente con el intelecto se sirve al Eterno. Es más, la creencia,
las ideas, la filosofía no tiene verdadero valor si no está firmemente
acompañada por las acciones. Porque primero debe estar el pensamiento
correcto, indisolublemente unido al acto correcto.
Así que, cuando sigue el ejemplo de las facultades intelectuales
concentradas en alcanzar su objetivo central, y aplica esto a todos los
restantes planos de su vida (físico-material, emocional, social y
espiritual), está realmente dedicado a servirLo con todo.
Por
supuesto que para alcanzar esta integridad en el servicio del Eterno, la
persona debe esforzarse, debe aprender a lidiar con su "tendencia a lo
negativo" (Ietzer HaRá). Pasará días y más días, innumerables pruebas hasta
que por fin consiga hacer brotar en su vida la calma y el verdadero placer
de saber que está actuando conforme a los preceptos del Eterno.
Cada una de sus tendencias naturales debe ser trabajada, cada aspecto de su
carácter y personalidad ha de ser entrenado adecuadamente, para de esa forma
desarrollarse correctamente.
De a poco, si su entrenamiento es el justo, y
cuando no es víctima de ansiedades ni presiones, ni se deja arrastrar por
vicios o tonterías, sus diversos atributos se irán depurando en tanto que se
van consolidando.
Encontrará una integración de los diferentes planos de su vida, tal como si
fueran ríos que terminan por desembocar todos ellos en el océano.
Su vida adquiere así firmeza, sin perder la saludable flexibilidad. Es lo
que se llama "madurez", pero no solamente física y emocional, sino también
espiritual.
En ese momento, percibirá un gozo particular,
notará que reconoce al Eterno en cada instante de su vida, incluso (o
especialmente) en aquellos momentos oscuros, de dolor o miseria. Tendrá una
luz especial, que le dará un sentido de vida trascendente, (además del
propio sentido de vida particular que irá construyendo) por lo cual, su vida
transcurrirá en un plano superior al del que nace para vivir y vive para
morir.
Su vida no termina con su muerte, y su buen recuerdo traspasa los algodones
del olvido.
Una vida con tal bendición, está dedicada al
servicio del Eterno, y por supuesto que esto implica el colaborar generosa y
desinteresadamente con su prójimo (en conformidad con los preceptos sociales
que promulga la Torá, y no en base a modas o filosofías pedantes).
De esta manera, aprende a vivir cada día a plenitud, y enseña a valorar en
su justa medida a todo y todos.
Aprende que se puede servir al Eterno de varias maneras, en tanto que no se
contradiga la Torá. Esta apertura atrae al apartado y endulza al de ánimo
amargado.
Aprende que las personas son diferentes y sus pensamientos son variados, y
que todos merecen respeto por ser hijos del Eterno, seres humanos; aunque
sus pensamientos sean incorrectos e imposibles de aceptar. Este respeto por
la chispa divina en cada persona, le permite dialogar con autenticidad hasta
con el que está más lejano, y en ese diálogo fecundo le puede hacer
vislumbrar que las doctrinas e ideologías que se oponen a la Torá hieden con
sus vapores mortales. Así el lejano se aproxima, y el próximo profundiza más
en su relación fecunda con el Eterno.
Aprende a rezar para que sea eliminado el pecado y no que sea eliminado el
pecador.
Por supuesto que la Justicia delimita a su bondad, puesto que aprende que
solamente en el equilibrio se encuentra la llenura material y espiritual.
En definitiva, se transforma en un modelo de
persona, que vale lo que el oro puro y alumbra como el más claro de los
mediodías.
Conforme al modelo de ser humano ejemplar que el Eterno mostró en Su
perfecta Torá, y que dibujó con los firmes trazos de las mitzvot y
las vivas coloraciones de la Torá.
Oh, cuánto me falta para ser un
hombre-Menorá...
¡Te deseo a ti y los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj! ¡Cuídense y gocen de lo permitido para qué sepamos construir
shalom!
Notas:
1-
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