Shabbat: Jeshvan 20, 5764, 15/11/03
Comentario de la Parashá -
Vaierá
:
¿Cómo se cuenta la riqueza?
(Esta semana corresponde leer la parashá
llamada Vaierá ("Apareció") que es la
cuarta del primer tomo de la Torá, el
sefer Bereshit , conocido en español como "Génesis").
Avraham, el primero de los hebreos, había sido
bendecido con gran fortuna material.
Era un hombre prominente en su sociedad, adinerado y poderoso.
Como muchos antaño, y mucho de ahora, mareados por el intoxicante poder
terrenal, podría haberse creído con el derecho
(ilusorio) de llevarse al mundo por delante, y así comportarse como
un desalmado, un miserable, un ambicioso que solamente se moviera por la
codicia y la avaricia.
Sin embargo, nuestro patriarca, nuestro primer modelo de conducta, sin
retaceos afirmó:
"...He aquí, que soy polvo y ceniza..."
(Bereshit / Génesis 18:27)
Y ya es proverbial su hospitalidad y ánimo de
servir a cualquier persona necesitada, sin importar su condición social, su
estatura moral, su perfección.
Con similar humildad y generosidad con la que vivía nuestro patriarca,
continúan actuando los judíos conocedores de las virtudes de la Torá.
Ya que, quizás han sido prodigados con riquezas y poderío, pero eso no
afecta su pureza espiritual, su hambre por crecer en lo que realmente vale y
no se afanan inútilmente en lo que tiene un valor temporal y decadente.
El estilo de vida de los continuadores de Avraham, de los judíos amantes del
Eterno, no suele ser perturbado por agonías detrás de oropeles y aplausos
ajenos; sino que se dedican a obrar con esmero cumpliendo su tarea, por amor
a Dios, para beneficio del prójimo, para embellecer sus días
(en Este y el Venidero Mundo).
No es así como actúan los que andan perplejos,
desorientados, rumbeados detrás del falso éxito y de la artificiosa
grandeza.
Estas personas pueden ser ricas en lo material, pero escasos en lo
espiritual.
Pueden derrochar raudales en bienes pasajeros, pero están escuálidos en
bienes eternos.
El ejemplo de esta clase deplorable de vida, que nos da la parashá de esta
semana, son los habitantes de Sodoma y Gomorra.
Para ellos la inmensa abundancia de bienes materiales era un hecho casi
natural, sin necesidad de mucho esfuerzo podían ser millonarios, pródigos.
Tal como describe la Torá su situación:
"...era toda tierra de regadío, como un
jardín del Eterno..."
(Bereshit / Génesis 13:10)
Vivían en una zona que asemejaba la fecundidad
del jardín del Edén.
Sin embargo, en sus corazones se dedicaban a hacer lo malo.
Cada acto, cada gesto, cada pensamiento estaba motivado por el egoísmo, por
la avaricia, por el desprecio hacia el otro y lo ajeno.
La vida de cada uno de ellos era como un monumento a todo lo que es
depravado e inmoral.
Y así fueron construyendo su destino, su terrible final.
Las ciudades hundidas en pecados sin nombre, perecieron en un cataclismo de
enormes dimensiones, convirtiendo el vergel en un árido y mortal desierto
(la zona del Mar Muerto).
Todo lo que era riqueza y bienestar material, se transformó en un paraje
desolado, desolador.
Todo lo que era miseria de espíritu, finalmente resultó en miseria material.
La lección es muy sencilla pues.
La verdadera riqueza no se cuenta en monedas, sino en buenas acciones.
¡Les deseo Shabbat Shalom UMevoraj!
Moré Yehuda Ribco
Notas:
Otras interpretaciones de este pasaje de la
Torá, y más estudios los hallan
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Relato
El joven estudioso de Torá descubrió que le
agradaba montar sobre briosos caballos.
Al poco tiempo, el agrado pasó a convertirse en una intensa pasión.
Restaba horas al trabajo y al estudio de Torá, para dedicarlas completamente
a cabalgar, a intentar nuevas piruetas, a probar trucos.
Su preocupado padre contemplaba como su hijo se estaba apartando de la senda
recta, ya que abandonaba el asiduo cumplimiento de preceptos, era desprolijo
en su estudio, e iba adquiriendo actitudes y conductas poco loables de
cualquier persona de bien.
Pidió al hijo que lo acompañara a visitar al gran rabino, para que le
aconsejara acerca de los senderos de su vida, pero el hijo despectivamente
le confesó que prefería montar su caballo que "perder tiempo" visitando al
rabino.
Consternado el padre, rompió en llantos desconsolados.
Algo en el corazón de su hijo se enterneció y entonces aceptó acompañarlo a
su visita.
Estando ya frente al gran rabino, éste le
preguntó al joven acerca de sus actividades, de sus ocupaciones, etc.
Perceptivo y sagaz como era, el rabino no tardó en descubrir que el hijo del
hombre piadoso, estaba yendo por un camino de confusiones y errores.
Cabalgar no está mal. Tener un hobby tampoco. Pero, dedicar cuerpo y alma a
una actividad mundanal, despreciando los gozos de la eternidad, eso sí que
es terrible.
Alertado pues el rabino, le preguntó al joven: "¿Qué caballos prefieres
montar?"
Y el joven respondió: "Veloces, poderosos, que derrochen fuerza en cada
paso, que parezcan un trozo de viento".
El rabino entonces comentó: "Sí, suelen ser hermosos esos caballos. Pero,
¿qué pasa cuando se desbocan, se pierden y se internan en el espeso bosque
lleno de peligros al acecho? ¿Acaso encuentran la salida con facilidad, o es
que rápidamente entran en dificultades, pero con mucha lentitud y tropiezo
buscan la salida? ¿No sería mejor tener dominado al poderoso caballo, para
no causarle dolores irreparables?"
El joven comprendió el mensaje.
Desde entonces, solamente durante un breve un rato a la semana se dedica a
la equitación...
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