Shabbat: Kislev 2, 5766; 3/12/05
Un
comentario a la Parashá Vaietze
Autenticidad
para la vida
En la parashá previa Itzjac, el segundo
patriarca, le dice a su hijo mayor, a Esav:
"-Tu hermano vino
con engaño y se llevó tu bendición."
(Bereshit / Génesis 27:35)
Estaba refiriendo el anciano acerca de la
estratagema empleada por Iaacov para obtener la herencia, la bendición
patriarcal.
Y sin dudas Itzjac emplea la palabra "engaño", en relación al acto cometido
por Iaacov.
Es que, es doloroso pero real reconocerlo:
nuestro tercer patriarca lidió con la corrupción y la deshonestidad desde su
infancia.
Con razón o sin ella, él fue partícipe, en sus años mozos, de engaños y
astucias y fue atormentado por ellos. (Sea por los resultados negativos de
sus actos, sea por sus remordimientos, o sea por haber sido el también
objeto de engaños de personas más arteras).
Recordemos, sólo al pasar, como el nombre que
le dieron en su nacimiento, "Iaacov", está vinculado lingüísticamente con lo
"akov", con lo torcido, falto de rectitud, lo tortuoso, lo engañoso1.
El nombre que la sociedad le dio a través de su madre le marcaba por la
senda del equívoco, de la falta, de la desviación por caminos de falsedad.
Resulta que, lo que recibimos como legado de nuestros mayores y de sus
libretos que nos endilgan nos van predisponiendo para cumplir ciegamente
esos mandatos.
Si nos nombran como un perverso, entonces se nos está predisponiendo para
actuar con perversión2.
Entre engaños y estratagemas llegó nuestro
antiguo patriarca a morar en el hogar del perverso Lavan, el arameo, y allí
probó el amargo sabor de sentirse burlado y taimado.
Y de a poco fue madurando y así aprendiendo a
practicar la honestidad a pesar de las circunstancias y de la corrupción del
ambiente en el cual él se movía.
Sin embargo, cuando el patriarca laboraba con
las ovejas, él procuraba el bienestar y la seguridad de cada una de ellas,
aun cuando no eran de su propiedad. Eran del hombre que lo vejaba, pero
igualmente Iaacov las criaba con dedicación y esmero, cual si fueran
propias.
De a poco, reflexionando en sus hechos del
pasado pero por sobre todo analizando las experiencias traumáticas de su
vida, Iaacov llegó a una convicción: la autenticidad es lo único que no
puede corromperse.
Esta insignia en su vida, el sumo aprecio y
respeto por la verdad, se convirtió en piedra fundamental en el judaísmo.
No es casual que uno de nuestros Sabios más grandes (Rabán Shimón ben
Gamliel) enseñara: "En virtud de tres principios el
mundo perdura; por la justicia, por la verdad y por la paz."
(Pirkei Avot 1:18).
Uno de los sostenes del mundo es la verdad, la
única de los tres pilares que no admite medias tintas ni menoscabos.
La manera humana de aspirar a la verdad es
viviendo con autenticidad.
Al momento en que Iaacov, el que había crecido
predispuesto a lo torcido, encontró que la autenticidad es la mejor de las
virtudes, pudo por fin re-encontrar a su esencia personal, a su Yo
Auténtico. Tengamos presente que la Torá nos da un retrato de la esencia de
Iaacov cuando dice:
"Iaacov [Jacob]
era hombre íntegro que solía permanecer en las tiendas."
(Bereshit / Génesis 25:27)
Tristemente la educación que vamos recibiendo
y nos va formando la personalidad nos aparta de nuestra esencia espiritual,
pero cuando logramos hallarla, por fin alcanzamos nuestra plenitud.
Tenemos una historia (TB Macot 24a) de uno de
los Sabios, Rav Saffra, quien era dueño de un negocio. Mientras estaba
recitando el Shemá un comprador entró a su tienda. El hombre no se enteró de
que el rabino estaba en medio del rezo y le ofreció un determinado precio
por un producto. Como es obvio, el rabino concentrado en su vínculo sagrado
con el Eterno no prestó atención ni respondió a la solicitud del varón.
Éste pensando que el silencio del rabino significaba que no aceptaba el
precio, duplicó su oferta. Pero obtuvo como respuesta nuevo silencio. Por lo
cual nuevamente elevó el precio. Por fin el rav Saffra terminó el Shemá y se
volvió hacia el hombre. Si bien podía quedarse con la última oferta,
bastante elevada, le preguntó cuánto le había ofrecido en principio y la
menor suma de dinero él requirió por el producto.
¿Por qué?
El rav Saffra respondió: yo no te respondí por estar rezando, no como
astucia para ganar más dinero. Si te acepto la última oferta sin dudas que
tendré más plata, pero seré deshonesto.
Esta historia verídica del Talmud nos hace
comprender el estilo de vida de una persona realmente comprometida con la
verdad, con la integridad que limpia de contención y negruras el alma.
Quizás la autenticidad no lleve a obtener triunfos tal y como son
considerados por la sociedad consumista y fanática del éxito, pero sin dudas
que la autenticidad lleva a alcanzar el verdadero éxito, que es aquel que
satisface el alma y puebla la vida de serenidad y gozo.
Es que la autenticidad, el apego por la verdad
en la cabal medida de las posibilidades, es el camino para apartarse del
error y el pecado.
Para comprender la razón de esto, les pido que
recordemos los niveles del pecado, en orden de menor a mayor severidad
adversa para el espíritu3:
-
El que comete un pecado o error de manera
involuntaria, a pesar de haber tomado las precauciones lógicas y
posibles.
Ejemplo: el que fue a un restaurante que ostentaba en su pared un
documento de habilitación de kashrut emitido por una autoridad
rabínica, y por tanto come con tranquilidad lo que le ofrecen. Sin
embargo, el dueño del local no respetaba con precisión las normas y daba
de comer alimentos que no eran kosher.
La persona que los come está cometiendo un error involuntario, pero
error al fin.
-
El que peca a causa de su ignorancia, no
siendo esta ignorancia adrede.
Ejemplo: aquel judío que vive en algún remoto poblado escaso en judíos
que ha sido educado como gentil y que por tanto no cumple con los
preceptos, yerra y peca. No lo hace voluntariamente, ni con malicia,
solamente motivado por su ignorancia.
-
El que peca por comodidad, por encontrar
más fácil el camino del pecado que el de la aplicación al cumplimento de
los preceptos del Eterno.
Ejemplo: la persona que sabe que en Shabbat no se debe andar en auto,
tal como lo indica la pauta tradicional, pero le queda más cómodo
asistir al templo en auto y con esa excusa comete el pecado.
No lo hace por maldad ni con espíritu adverso, solamente es movido por
su desgana.
-
El que peca con ánimo antagónico a la
Torá, a Dios, a los Sabios, a la Tradición.
Ejemplo: el que sabe que es Iom Kippur y que no se debe comer, entonces
y sólo por eso adrede come y se ufana de hacerlo.
En su interior está el objetivo de contravenir por el placer de hacerlo,
sin obtener otro beneficio.
Pensemos un poco juntos.
Una persona que tiene la actitud cotidiana de vivir con autenticidad, ¿en
qué nivel de pecado tropezaría habitualmente?
Seguramente que no pecaría adrede y por maldad, pues en su interior
reconocería que no está actuando más que por resentimiento, con falta de
amor hacia la vida.
No pecaría por comodidad, pues al querer ser auténtico reconocería que la
comodidad es agradable, pero no es más que una excusa para no encarar con
seriedad aquellos aspectos que más atención requieren y que suelen ser de
los más importantes.
En general no actuaría por ignorancia, ya que su sed por autenticidad lo
llevaría a adquirir conocimiento y a renovarlo a diario para no quedar fuera
del marco de la verdad.
Le quedaría solamente el pecado por error, por aquello que queda por fuera
de nuestro control o capacidad, en ese caso incluso su pecado o error es
pleno en autenticidad, pues no es una alteración voluntaria de la verdad,
sino tan sólo la limitación humana para alcanzar a plenitud la perfección.
Pensemos un poco más este asunto, ¿cómo nos
beneficiamos cuando vivimos con actitud de autenticidad?
Al no vivir en contra de algo, basados en resentimientos, rencores y odios,
estamos más descargados o descansados de emociones negativas, por tanto
tenemos lugar en nuestros corazones para recibir y gozar de emociones
realmente placenteras.
Al no vivir dando excusas o buscando razones o pretextos, tenemos nuestra
mente más abierta a gozar el aquí y el ahora, y vivimos con menos estrés
pues no estamos pertrechados detrás de numerosas falsedades que nos recubren
aparentemente del sufrimiento.
Al no vivir en mayor ignorancia tenemos más opciones de escoger nuestros
senderos, por tanto somos más libres y estamos viviendo con mayor pureza
nuestra humanidad.
Por último al saber que somos limitados y que no tenemos la perfección entre
nuestras virtudes, vivimos con menos remordimientos o baja autoestima, pues
reconocemos nuestros fallos y hacemos lo posible para no cometerlos o para
repararlos.
En resumen,
"¿Quién es el
hombre que desea vida? ¿Quién anhela años para ver el bien?
Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño.
Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y síguela."
(Tehilim / Salmos 34:13-15)
¡Les deseo a usted y los suyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Cuídense y gocen de lo permitido para qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
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Notas:
1-
Recordemos también que el nombre que él se ganó por mérito propio, no el
dado por nacimiento, es "Israel", que se vincula con la preponderancia de la
buena conciencia, con lo recto y justo.
2- El nombre dado es un factor entre varios
para predisponer las conductas de la persona. El nombre en modo alguno
determina el "destino" o personalidad.
3- Es un interesante ejercicio darse cuenta del
factor egoísmo en la determinación de cada uno de los niveles del pecado.
Otras interpretaciones de este pasaje de la
Torá, y más estudios los hallan
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