Lic. Prof. Yehuda Ribco |
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BeShem H' El Olam |
La' Haaretz UMeloa
- Nisán 5760
Responsable: Licenciado en Sicología Prof. Yehuda Ribco / Darjey Noam
Pesaj: la noche de las preguntas
¡Cuán diferente es esta noche de las demás noches!
Es tradicional caracterizar a los judíos como los que responden una pregunta con otra.
Hasta incluso hay una festividad fundamental en la cual las preguntas parecen ocupar un lugar privilegiado, como lo es Pesaj.
¿Por qué Pesaj es la noche de las preguntas?
¿Por qué los sabios decidieron pasar las arbá kushiot -cuatro preguntas- del final del Seder para su comienzo?
¿Por qué los cuatro hijos del Seder son personas que interrogan, y los definimos según su relación con el conocimiento expresado en duda?
¿Por qué son los menores del hogar los encargados de hacer buena parte de los cuestionamientos?
En resumen: ¿por qué preguntar?
Una respuesta sería, porque preguntar es uno de los ingredientes de la Libertad material.
En tanto que preguntar-se es componente indispensable de la Libertad espiritual (que complementa y completa la anterior).
Preguntar es ejercer el libre albedrío.
Al preguntar, con ánimo de aprender, nos encontramos siempre con múltiples opciones. Las respuestas a veces son complicadas, contradictorias, tal como la vida, se teje de infinitos hilos que nos llevan a nuevas preguntas, a matices, a la maravilla de reconocer la complejidad.
Al preguntar, con honestidad, nos percataremos de que las
opiniones son variadas, en tanto que la Verdad (Dios) es única.
Rabí Wolf de Zhitomir enseñaba: "Para el creyente no hay preguntas; para
el no creyente no hay respuestas."
Para el judío que quiere ser libre, sabrá que no llegará nunca a alcanzar la
completa Verdad, ni la total redención, pero, el esfuerzo bien vale la pena.
En ese esfuerzo es que se fabrica y sostiene la libertad, tan mentada, y tan
poco vivida y reconocida.
La Hagadá nos invita a que nos aproximemos a nosotros
mismos, a partir de preguntar.
Somos quienes hemos sido, lo que vivimos en la actualidad, y nuestras
expectativas.
Somos también, nuestras relaciones.
Somos quienes preguntan, responden, y si somos sinceros, sabremos volver a
preguntar en una espiral de crecimiento constante.
Somos aquellos esclavizados, que intentan clamar nuestras preguntas, para zafar
de la opresión, para gozar de la Libertad.
Y, somos los adultos los que preguntamos, crecemos, y debemos
acompañar el crecimiento de los menores.
No es casual, entonces, el que los pequeños pongan en práctica lo que (seguramente) tanto
han ensayado, mientras las sonrisas de la familia los acompañan y alientan a
desembarazarse de los últimos resabios de timidez.
Con mayor o menor pericia cantan las cuatro preguntas habituales: "¿má
nishtaná halaila hazé?".
Quizás (muy probablemente) no comprendan el significado de lo que cuestionan.
Quizás el simple hecho de ejercer la "libertad de cuestionar" no les
inspire ninguna emoción.
Quizás sólo gocen de ser el centro de la atención, (al menos) una noche en el
año, una noche que es diferente a todas las noches.
Es la noche que obligatoriamente debemos hacer un cambio que
atrape la atención de los chicos.
Es la noche de los niños, porque se están instruyendo (entre juegos, cantos,
premios, estudio, etc.) en ser libres.
Están ejerciendo su libre albedrío y entrenándose para ser judíos
conscientes de sus responsabilidades para con Dios, su Pueblo, la Sociedad y
ellos mismos.
¿Y si no hay niños presentes?
"Veafilu haiu julan jajmim -"incluso, si todos fueran sabios
entendidos" deberíamos preguntarnos, porque, en el momento que las
preguntas se extinguen, en el instante que surge la plena certeza, es la muerte,
la esclavitud, la que ha triunfado.
Preguntemos para vivir.
Preguntemos para ser libres.
Preguntemos ahora, junto a la hagadá, y no esperemos todas las respuestas, sólo algunas que nos incentiven a más interrogantes.
En general los ahskenazim comienzan con una pregunta que alude a lo principal en la mesa, en los gestos simbólicos:
PREGUNTA 1: En todas las noches podemos comer jametz o matzá. ¿Por qué esta noche comemos solamente matzá?
La matzá es harina, agua y fuego. Además de un poco de trabajo.
La matzá llena el estómago y sacia (pues tarda en digerirse), sin alimentar
realmente.
Era el "manjar" de los
esclavos en Mitzraim.
Es el lajma ania -pan de la pobreza.
Es la humilde masa hecha a las apuradas, que ni siquiera tuvo tiempo de leudar.
Y,
sin embargo, este mismo objeto se erige como símbolo de la salvación.
Pues, es la demostración del poder de Dios.
Los hebreos no dependieron de la fuerza física, ni de armas, ni de
logística...ni siquiera supieron como preparar la más escueta vianda para su
"escape".
Pero, su escudo es Dios, y Él salva.
Si "Hashem está conmigo; no temeré" (Tehilim / Salmos 118:6).
Ni al hambre, ni al Faraón, ni a nada...a nada más que a mi desconocimiento de
H'.
En todas las otras noches, parece que confiamos en nuestra
"mano".
El resto del año tomamos para nosotros el título de los
"libertadores".
Pero, en Pesaj- la Libertad proviene de Dios.
Él nos hace libres, en una noche.
Pero, nosotros nos hacemos libres todas las otras noches.
Cuando, emerge algo que quizás nos quita la confianza:
PREGUNTA 2: En todas las noches comemos cualquier tipo de verduras, ¿por qué esta noche sólo maror (verdura amarga)?
La verdura seguramente es fuente de energía y vitalidad, pero, es más
agradable preparada con condimentos, con aceite, aderezada.
¿Por qué magnificar la amargura de este alimento saludable?
Porque, la
riqueza también atrae amarguras.
Es por eso que el korbán Pesaj -ofrenda pascual- el "asado" de
la libertad, debía ser acompañado obligatoriamente con maror.
Para recordar que incluso en la alegría más excelsa, algo desagradable puede
estar presente.
Para aprender que aun de lo "malo" es posible encontrar una
enseñanza, un valor.
Pero, además, porque nosotros fuimos esclavos en
Mitzraim (simbólicamente la angustia, cuando en realidad es Egipto).
Y entonces, hacemos patente la angustia, no la esbozamos, no la olvidamos, la
mencionamos, la mostramos, la ingerimos.
Todo esto no por masoquismo, sino por demostración de ser libres.
Libres incluso en nuestro dolor.
Porque todas las noches escondemos el áspero
sabor de la vida.
Pero, el ocultamiento aleja la libertad, y esta noche, queremos ser libres,
realmente libres.
Y la libertad, conlleva el acre sabor de la verdad a ultranza.
Probamos el maror
para recordar la inmensa y terrible amargura de la esclavitud.
Probamos el maror para aprender que las probables amarguras de la
libertad son preferibles a cualquier esclavitud, incluso a la que se disfraza
detrás de los aderezos, de los gratos sabores.
Comemos maror, porque tamrurim
(de la misma etimología que maror) significa "amargura", pero,
también "mojón" - "poste indicador".
Deseamos que este maror nos sea indicador de que estamos avanzando en el
camino del mejoramiento, y no estáticos como difuntos, o retrocediendo.
Y por
último, así como la noche precede al amanecer.
Así como nuestro días comienzan con la puesta del sol.
Nuestra amargura deseamos que sea preludio de la Redención.
Que el maror de este año sea el último de la dispersión, y el que
anuncia un verdadero leshana haba biIerushalaim habenuia -para el año
entrante en la reconstruida Iersuhalaim.
Y de pronto, surge una acción contradictoria que nos hace preguntar:
PREGUNTA 3: En todas las noches no sumergimos las verduras ni siquiera una vez, ¿por qué esta noche debemos hacerlo dos veces?
Como aristócratas no nos contentamos con una sola especie vegetal.
Como potentados, antes del plato principal, tenemos una ensalada como entrada,
para abrirnos el apetito, para deleitarnos con los goces del placer carnal.
Como afortunados, remojamos nuestras verduras en sazones, jugamos con los
sabores, recreamos el sabor perdido de otras ocasiones.
Esta noche somos "magnates", gourmettes.
Actuamos como soberanos orientales, mientras ante nuestra vista se hallan los emblemas de la opresión: matzá y maror.
Esta
contradicción quizás nos puede aleccionar en qué poner el acento en nuestras
vidas.
Si lloramos siempre por la mitad vacía de la botella, y olvidamos beber de la
mitad llena, ¿no estamos siendo esclavos - difuntos, de la ambición y el
pesimismo?
Aprendamos a ser reyes aun en las más deplorables condiciones.
Reconozcámonos como monarcas en el papel de siervos.
Somos hijos de Dios.
Nuestro padre aderezó ante nosotros manjares.
¿Por qué perder nuestras vidas lamentando las pérdidas cuando podemos
construir?
Recordar el pasado es parte del judaísmo.
Rememorarlo y refrescarlo, también.
Y edificar, y vivir es básico.
Remojar en salsas las verduras, como hacen los
adinerados, como hacen los que saben extraer las "ganancias" para su
provecho.
Remojar en dos ocasiones los alimentos.
Una oportunidad para los bienes en esta vida.
Otra, para nuestra porción en el Gan Eden.
Sepamos hallar las chispas
de Dios en cada circunstancia.
Incluso en el pozo.
Incluso en el olvido.
Pues, las chispas de divinidad pueden encender una
lumbre majestuosa.
Iluminar nuestro sendero para la Libertad.
Somos libres en realidad, o al
menos, eso pretendemos, y por eso:
PREGUNTA 4: En todas las noches comemos sentados o reclinados, ¿por qué esta noche nos reclinamos?
Otra costumbre de amos, comer reclinados sobre el lado izquierdo.
Los esclavos comían de pie, rápidamente.
Los libres de escasos recursos, se sentaban frente a una frugal comida.
Pero, los señores libres de toda preocupación material yacían cómodamente en
mullidos divanes, gozando del servicio de otras personas, de las delicadezas
para el paladar.
Esta noche, debemos estar libres de angustias materiales.
Pues, sabemos que Dios provee a todas las criaturas.
En Pesaj hemos sido
liberados de nuestra opresión de Mitzraim.
Nos deleitamos.
Bebemos cuatro copas de vino.
Ingerimos golosinas de príncipes.
Se comía carne completamente asada (korbán Pesaj), tal como era la
costumbre de los millonarios derrochones.
Nos acodamos como nobles.
Pero, apartamos de nuestras vidas la modorra de la
auto-complacencia.
Estamos atentos.
Somos despiertos.
Preguntamos.
Pues, más que los manjares. Que los sillones. Que los sabores.
Que los festines.
Amamos nuestra libertad.
Y, aprendimos que para conseguirla, sostenerla y ampliarla, nuestro deber es preguntar.
¿Existe una quinta pregunta?
No.
El número es cuatro.
Tal como las copas prescritas de vino.
Tal como los cuatro hijos sobre los cuales habló la Torá.
En Pesaj las preguntas del ma nishtaná son solamente cuatro.
Pero,
si nos quedamos en un número limitado de interrogantes, encarcelamos nuestra
vida.
Petrificamos nuestra libertad.
Aprender a preguntar.
Que eso sea el
motivo de estas preguntas.
Y, luego, cada cual de acuerdo a su capacidad, que comience a investigar, a
aprender, a enseñar, las probables respuestas que abran a nuevas dudas.
Porque, sino, continúa la hagadá:
avadim hainu leFaro beMitzraim -
esclavos fuimos del Faraón en Mitzraim.
Y a cada instante puede volver a ocurrir...
Nota 1.
La Mishná (Pesajim 10:4) menciona sólo 3 de las preguntas que actualmente
tenemos en la Hagadá:
a- ¿por qué remojar dos veces?
b- ¿por qué sólo matzá?
c- ¿por qué sólo maror?
Se decía en aquel entonces también la pregunta: ¿por que sólo carne asada?
Pregunta que ya no hacemos, pues no hay Templo y no se hace el sacrificio del
cordero de Pesaj.
En T.B. Pesajim 116a se agregó la cuarta:
d- ¿por qué reclinados?
Las citas tanájicas son extraídas del CD "DARJEY NOAM - TANAJ"
y de promover este sitio entre sus allegados.
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en tanto puedan ser considerados autores,
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