Recibimos y agradecemos este texto:
"Estoy con Israel,
estoy con los judíos" por Oriana Fallaci
Corriere della Sera, 2 de diciembre de 2002.
[El 20 de noviembre de 2002 una corte francesa rechazó la solicitud de
prohibición del libro "The rage and the Pride" (La furia y el orgullo), el
libro más vendido de la periodista italiana (de izquierda) Oriana Fallaci,
cuyas críticas dicen que incitan al odio a los musulmanes. Fallaci, de 73
años, es una antigua luchadora por la Resistencia y una corresponsal de
guerra, más conocida por sus entrevistas comprometidas a distintos
líderes mundiales]
Encuentro vergonzoso que en Italia haya una procesión de personas vestidas
como hombres suicidas escupiendo repugnantes insultos hacia Israel,
sosteniendo fotos de líderes israelíes en cuya frente dibujaron la
esvástica, incitando a odiar a los judíos. Y quienes, para ver nuevamente
a los judíos en los campos de exterminio, en las cámaras de gas, en
los
hornos de Dacha y Mauthausen y Buchenwald y Bergen-Belsen, etc,
venderían su
propia madre a un harén.
Encuentro vergonzoso que la Iglesia Católica permitiera al obispo, quien
se aloja nada menos que en el Vaticano, un hombre santo que fue encontrado
en
Jerusalem con un arsenal de armas y explosivos escondidos en el
compartimiento secreto de su consagrado Mercedes, participar en dicha
procesión y pararse frente al micrófono a agradecer en el nombre de Dios,
a los suicidas que masacran a judíos en pizzerías y supermercados. Para
llamarlos "mártires que van a sus muertes como a una fiesta".
Encuentro vergonzoso que en Francia, la Francia de la
Libertad-Igualdad-Fraternidad, se quemen sinagogas, se profanen sus
cementerios. Encuentro vergonzoso que la juventud de Holanda y Alemania y
Dinamarca ostenten la kaffiah como Mussolini ostentaba la porra y la
insignia fascista.
Encuentro vergonzoso que en casi todas las universidades de Europa
estudiantes palestinos apoyen y alimenten el antisemitismo. Que en Noruega
pidieran que el Premio Nobel de la Paz dado a Simón Peres en 1994 se revea
y que sea otorgada la paloma con la rama de olivo en su boca a Arafat.
Encuentro vergonzoso que los distinguidos miembros del Comité, un comité
que (parecería) recompensa más el color político que el mérito, tomen esta
solicitud en consideración e incluso respondan a ella.
Encuentro vergonzoso (de nuevo en Italia) que las estaciones de televisión
estatales contribuyan al resurgimiento del antisemitismo, llorando sólo
por las muertes palestinas mientras minimizan las israelíes, comentándolas
en
mal tono. Encuentro vergonzoso que en sus debates presenten con gran
deferencia al sin vergüenza con turbante o kaffiah que ayer cantaba himnos
a la matanza en Nueva York y hoy canta himnos a la matanza en Jerusalem,
en
Haifa, en Natania, en Tel-Aviv.
Encuentro vergonzoso que la prensa haga lo mismo, que sea indignante
porque los tanques israelíes rodean la Iglesia de la Natividad en
Bethlehem, y
que no sea indignante porque dentro de la misma iglesia doscientos
terroristas
palestinos bien armados con metralletas, municiones y explosivos (entre
ellos varios líderes de Hamas y Al-Aqsa) no son huéspedes molestos de los
monjes (que aceptan botellas de agua mineral y jarras de miel de los
soldados de dichos tanques).
Encuentro vergonzoso que, al dar el número de israelíes asesinados desde
el comienzo de la segunda Intifada (cuatrocientos doce), un famoso
periódico
encontró apropiado destacar en letras mayúsculas que más personas mueren
en sus accidentes de tránsito. (seiscientos por año).
Encuentro vergonzoso que el "Osservatore Romano", el periódico del
Papa -un Papa que no hace mucho dejó en el Muro de los Lamentos una carta
de
disculpa a los judíos- acuse de exterminio a quienes fueron exterminados
en
millones por cristianos. Por europeos. Encuentro vergonzoso que este
periódico
niegue a los sobrevivientes de aquella gente (sobrevivientes que aún
tienen los
números tatuados en sus brazos) su derecho a reaccionar, a defenderse, a
no ser exterminados nuevamente.
Encuentro vergonzoso que en el nombre de Jesucristo (un judío sin el cual
todos estarían desempleados), los sacerdotes de nuestras parroquias o
centros sociales coqueteen con los asesinos de aquellos en Jerusalem,
quienes no pueden ir a comer pizza o a comprar huevos sin ser volados.
Encuentro vergonzoso que ellos estén del lado de quienes inauguraron el
terrorismo, matándonos en nuestros aviones, en aeropuertos, en las
Olimpíadas, y quienes se entretienen hoy matando periodistas occidentales.
Disparándoles, secuestrándoles, cortándoles sus gargantas, decapitándoles.
(Hay alguien en Italia quien, desde la aparición de "Anger and Pride"
desearía hacer lo mismo conmigo. Citando versos del Corán exhorta a sus
"hermanos"en las mezquitas y de la comunidad musulmana a castigarme en el
nombre de Allah. A matarme. O mejor a morir conmigo. Ya que es alguien que
habla buen inglés, le responderé en inglés: "F*** you".)
Encuentro vergonzoso que casi toda la izquierda, la izquierda que veinte
años atrás permitió en uno de sus de sus desfiles depositar un ataúd (como
una advertencia mafiosa) frente a la sinagoga de Roma, olvide la
contribución que los judíos hicieron en la lucha contra el fascismo. Hecho
por Carlo y Nello Rossini, por ejemplo, por Leone Ginzburg, por Umberto
Terracini, por Leo Valiani, por Emilio Serini, por mujeres como mi amiga
Anna Maria Enriques Agnoletti quien fue muerta en Florencia el 12 de junio
de 1944, por setenta y cinco de las trescientos treinta y cinco personas
muertas en la Fosse Ardeatina, por los infinitos muertos en la tortura o
en el combate o en tiroteos de los pelotones. (Los compañeros, los
maestros
de mi infancia y mi juventud.)
Encuentro vergonzoso que en parte por culpa de la izquierda -o mejor
dicho, principalmente por culpa de la izquierda (pensando en la izquierda
que
inaugura sus congresos aplaudiendo al representante de la OLP, líder en
Italia de los palestinos que desean la destrucción de Israel)- los judíos
en las ciudades italiana temen nuevamente. Y en las ciudades francesas y
en
las ciudades holandesas y en las ciudades danesas y en las ciudades
alemanas,
es lo mismo. Encuentro vergonzoso que los judíos tiemblen ante el pasaje
de
los sinvergüenzas vestidos como hombres suicidas de la misma manera que
temblaron en la Noche de los Cristales, la noche en la cual Hitler dio
rienda suelta a la caza de judíos.
Encuentro vergonzoso que en obediencia al estúpido, repugnante,
fraudulento, y para ellos una moda extremadamente ventajosa de Corrección
Política, los
usuales oportunistas -o mejor los usuales parásitos- aprovechen la palabra
Paz. Que en nombre de la palabra Paz, hoy por hoy más enviciada que las
palabras Amor y Humanidad, absuelvan solamente un lado de su odio y
bestialidad. Que en el nombre del pacifismo (léase conformismo) incitan
gente que están confusas o ingenuas o acobardadas. Los engañan, los
corrompen, transportándolos medio siglo atrás al tiempo del saco con la
estrella amarilla. Esos charlatanes que se preocupan de los palestinos de
la misma manera que yo me preocupo de los charlatanes. Esto no es todo.
Encuentro vergonzoso que muchos italianos y muchos europeos hayan elegido
como su portador al caballero (o así es elegante decirlo) Arafat. Esta
nulidad que gracias al dinero de la Real Familia Saudí juega al Mussolini
ad perpetuum y en su megalomanía cree que pasará a la historia como el
George
Washington de Palestina. Este miserable analfabeto quien cuando lo
entrevisté fue incapaz de armar una frase completa, de tener una
conversación articulada. Por lo que para armar la entrevista,, escribirla,
publicarla, me costó un tremendo esfuerzo y concluí que en comparación
incluso Ghaddafi suena como Leonardo da Vinci. Este falso guerrero que
siempre anda de uniforme como Pinochet, nunca vistiendo atuendo civil,
aunque nunca haya participado en una batalla. Guerra es algo que el manda,
que el siempre mandó, a otros a hacerlo por él. Es decir, las pobres almas
que creen en él. Este pretencioso incompetente quien jugando el rol de
cabeza de estado ocasionó el fracaso de las negociaciones de Camp David,
con la mediación de Clinton.
No-no-quiero-Jerusalem-todo-para-mí. Este eterno mentiroso quien solamente
tiene un destello de sinceridad cuando (en privado) niega el derecho de
Israel a existir , y quien , como digo en mi libro, se contradice a sí
mismo cada cinco minutos. Siempre juega al doble discurso, miente incluso
cuando
se le pregunta la hora, por lo que nunca se puede confiar en él. ¡Nunca!
Con él siempre te sentirás tomado del pelo y sistemáticamente traicionado.
Este eterno terrorista que sólo sabe como ser terrorista (mientras se
mantiene
a salvo) y quien en los años setenta, época en que lo entrevisté, incluso
entrenó a los terrorista de Baader-Meinhof. Con ellos, a niños de diez
años.
Pobres niños. (Hoy los entrena para convertirse en hombres bombas. Un
centenar de bebes suicidas están a la orden: ¡cien!). El mantiene su
esposa en París, servida y venerada como a una reina, y mantiene su gente
en la
m***. Los saca de la m*** sólo para mandarlos a la muerte, a matar y a
morir, como la muchacha de dieciocho años quien se igualó al destino de
sus víctimas. Y todavía muchos italianos lo aman, si. Como amaron a
Mussolini.
Y muchos otros europeos hacen lo mismo.
Encuentro esto vergonzoso y veo en todo esto el ascenso de un nuevo
fascismo, un nuevo nazismo. Un fascismo, un nazismo mucho más macabro y
repugnante porque es conducido por aquellos que hipócritamente presumen
ser benefactores, progresistas, comunistas, pacifistas, católicos o
cristianos, y quienes tienen el descaro de etiquetar de belicoso a
cualquiera como yo
que grita la verdad. Veo esto, sí, y digo lo siguiente. Nunca tuve
simpatía con la trágica y shakesperiana figura de Sharon. ("Sé que has
venido a
agregar otro eslabón a tu collar", me murmuró casi con tristeza cuando lo
entrevisté en 1982.) A menudo tengo desacuerdos con los israelíes, y en el
pasado he defendido mucho a los palestinos. Pero apoyo a Israel, apoyo a
los judíos. Los apoyo como los apoyé desde muchacha en la época en que
luché
con ellos, y cuando Anna Marias fue alcanzada por las balas. Defiendo su
derecho a existir, a defenderse a sí mismos, a no permitir ser
exterminados por segunda vez. Y asqueada por el antisemitismo de muchos
italianos, de
muchos europeos, me siento avergonzada por esta vergüenza que deshonra mi
país y a Europa. En el mejor de los casos, no es una comunidad de países,
sino el peor ejemplo de Poncio Pilatos. E incluso si todos los habitantes
del planeta pensaran de otra manera, yo seguiría pensando así.
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