Recibimos y agradecemos este texto:
Los judíos y la
adrenalina
Por: G. Perednik
¿Por qué ocurre que ni el hambre en Africa, ni la globalización, ni los
genocidios cotidianos en países como Irán, ni el drama en Chechenia,
provocan en los pueblos ilustrados del globo el enardecimiento que produce
Israel?
Hace un par de meses, en un encuentro con una brillante periodista y
escritora catalana, ésta relató una ilustrativa anécdota acerca de su
ingreso a la panadería, en momentos en que la vendedora despotricaba contra
Israel. Pilar Rahola admitía haberse sorprendido ante las quejas panaderas,
porque la mentada proveedora no tiene opiniones sobre los chechenios ni
sobre la globalización, ni siquiera sobre los vascos o el problema ecológico
en la península Ibérica y, agreguemos honestamente, sobre nada de nada. Pero
con respecto a Israel, de eso! sí la doña se ha formado una opinión sólida y
categórica. Israel esta mal, y punto.
Con este ejemplo cotidiano y colorido, Pilar dio en el blanco. La judeofobia
puede percibirse también en el hecho de que los judíos estimulen tanta
adrenalina.
El embajador francés en Londres, Daniel Bernard, se refirió a Israel como un
paisito de porquería. ¿Hay otro país del planeta, sobre el cuál un
funcionario de alto rango de una democracia pueda expresarse tan
emocionalmente sin ser amonestado? (Hace poco una ministra canadiense debía
renunciar por haber tildado de tonto al presidente Bush. Imaginemos a algún
funcionario extranjero que deba meramente disculparse por las referencias a
Ariel Sharon).
En 1995 me tocó ser testigo de como una diplomática española, Aranzazu B.
Davalos, imponía a los reticentes oídos de José María Aznar, su científica
conclusión de que los judíos somos zafios. Me pregunto, entre otras cosas,
si de otros pueblos del mundo se cae en groseras generalizaciones sin
despertar la reprobación general.
Empero, cuando se trata de Israel, ni aún los judíos quedan exentos de este
extraño fenómeno. Hace algo mas de un año, el argentino Juan Gelman, como lo
atendieron mal en el aeropuerto Ben Gurion escribía una diatriba acerca del
Estado de Israel. Jacobo Timerman y Elías Neuman, cada uno a su modo y en su
momento, explicaron sus dificultades de adaptación en Israel por medio de
descalificar al estado judío.
Sólo con Israel, la gente tiende a concluir que a mi no me gusta, pues no
vale. En rigor, precisamente ese "no me gusta" debería ser el objeto de un
concienzudo análisis que sólo los auto críticos se atreverían a admitir.
Un ilustre amigo de Israel en Cataluña, Vicent Villatoro, comenta acerca del
portal del principal diario de allá, que de sus muchos foros, solamente el
que se refiere a Israel advierte a los opinantes que se abstengan de
lenguaje ofensivo. ¿Por qué será ese lenguaje tan habitual en las
referencias a Israel? Hace un mes, León Rozichner calificaba al Estado
hebreo de genocida, y a su Primer Ministro, de ser "la forma mas degradada
de lo humano". ¿Por qué será que estas formas, las mas degradadas del
periodismo, que difunden maniqueísmo, odio barato, generalizaciones
absurdas, soberbia calumnia, son privativas de quienes "critican" a Israel?
PARALELISMO CON LOS NAZIS
No hay otro estado para el que los medios desenvainen con tanta facilidad el
paralelismo con los nazis. Sólo a Israel le está reservado ésta lacerante
puñalada.
Para el reconocido poeta judeofóbico británico Tom Paulin, sólo los solados
israelíes son "SS". Para José Saramago, sólo las víctimas de Israel podrían
compararse con Auschwitz.
Ni al Irán fascista, retrogrado y misógino se le reservan los epítetos que
absorbe Israel. Durante mi última visita a España tuve el dudoso honor de
coincidir con la del jefe de gobierno iraní. La prensa fue respetuosa para
con este genocida, responsable de la tortura y muerte de cientos de miles de
iraníes, del terrorismo internacional, de un regimen troglodita y
judeofóbico. La única palabra critica de los medios fue que la pudicia
islámica de Jatami no le había permitido estrecharle la mano a la reina de
España. Uno leía los diarios españoles y no podía sino sentir vergüenza
ajena por tamaña estulticia cómplice del terror. ¿Os podeis imaginar una
visita de Sharon a España? ¿Podías sospechar el festival de sangre de los
diarios españoles? Los grandes voceros de esa prensa judeofóbica, como
Maruja Torres, congratulan incluso al Hizballah libanés, una banda delirante
que la encerraría en una caverna por ser mujer.
El 12 de abril, Corriere della Sera de Roma publicó un artículo en el que la
valiente Oriana Fallaci describía su oprobio ante la actitud de la Iglesia.
Esta había permitido a un obispo vaticano (en cuyo automóvil en Jerusalem se
habían hallado armas y explosivos) participar de una procesión de individuos
vestidos de suicidas con bombas, quienes portaban fotos de israelíes con
svásticas. Desde el micrófono, el obispo agradeció en nombre de Dios, a los
"mártires que van a su muerte como si fueran a una fiesta". ¿Habrá otra
víctima en el mundo a la que la Iglesia llegue a despreciar de tal modo,
además del judío asesinado?
También las universidades son inundadas por esta curiosa judeoadrenalina.
Ambitos en donde uno espera la meditación calmosa y el intercambio
respetuoso de ideas, cuando se trata de Israel, son sacudidos por climas de
histérica hostilidad. Dan escalofríos los brillantes artículos de Daniel
Pipes acerca de como muchas universidades norteamericanas se someten al
terrorismo judeofóbico.
Recuerdo como un grupo de gritones intentó impedirme dar una conferencia en
la Universidad de Panamá. Me llamaban la atención sus gestos de odio, su
ansiedad para que no hubiera con Israel diálogo de ninguna índole. Era
rechazo terminante indeclinable, que provenía de jóvenes para quienes
nuestro conflicto es supuestamente remoto. Como la panadera de Pilar, en
ningún otro tema se deplegarían tantas emociones juntas.
Menos sorprendente, y aún mas inflexible, fue la agresiva recepción que me
propinó este año en una universidad tarraconesa, su decano Enric Olive
Serret, quien exhibía delante de los estudiantes, un odio que un invitado de
ningún otro país habría recibido.
Sólo al israelí pueden esperarle tantas sorpresas hostiles.
Cuando el año pasado leí en The Guardian de Londres un artículo intitulado
"Israel no tiene derecho a existir", me pregunto si, entre los doscientos
países que hay, puede encontrarse otro al que pudiera dedicársele en algún
diario un titular tan atolondrado y franco.
Sólo a Israel se le exige auto justificarse.
Sólo a Israel el jefe de El País español, Basteiner, le cuestiona que
estudie su historia.
Sólo a Israel se le niega el derecho de defenderse.
Sólo en Israel, el Clarín argentino encuentra exclusivamente miserias.
La adrenalina anti israelí aparece con llamativa frecuencia. Como el resto
de las hormonas, la información que transmite mantiene sus efectos por
períodos extensos. Hace subir la presión sanguínea, libera el azúcar
depositado en el hígado, azuza los latidos del corazón y estimula la muerte
súbita de judíos.
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