Claves: Torá, talmud, limud, talmid, estudio,
enseñanza, gozo, simja, mitzvot, precepto, mandamiento, ley, Dios
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Shalom.
Gracias por comunicarse nuevamente con nosotros.
Si no me equivoco, usted está haciendo referencia a este texto
nuestro.
Hay varias razones por las cuales un maestro
de Torá debe enseñar con gozo, le daré algunas:
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Estudiar Torá es re-descubrir un tesoro,
¿cómo no alegrarse con este re-encuentro preciado?
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El estudio de la Torá es servir a Dios, como
Él quiere. Y nuestra Tradición claramente enseña: "sirvan a Dios con
gozo" (Tehilim/Salmos 100:2)
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El conocimiento se aparta del corazón
apenado, tal como aprendemos de nuestro patriarca Iaacov, quien perdió su
visión preclara desde el momento que guardo inconsolable duelo por la
desaparición de su hijo Iosef, y que sólo la recuperó cuando se reencontró
con el perdido.
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Un verdadero maestro ama a sus alumnos,
desea su progreso, los estimula a la superación, ¿cómo no gozar al
participar activamente en el desarrollo de alguien que uno ama?
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Torá es Dios dirigiendo Su Palabra a la
humanidad, ¿no debería inundar de gozo inefable el alma de la persona que
se pone en contacto directo con su Creador? ¿No debería henchirse el
sano orgullo por reconocerse especialmente querido por el
Todopoderoso, al punto de que Él nos instruye con Su Verdad (la Torá)? Tal
como está dicho: "Los preceptos del Eterno son rectos; alegran el
corazón." (Tehilim / Salmos 19:9)
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Dijo el sabio salmista: "la Torá del
Eterno es perfecta; restaura el alma. El testimonio del Eterno es fiel;
hace sabio al ingenuo." (Tehilim / Salmos 19:8)
Cuando el alma queda restaurada por la Torá perfecta, ¿no se siente esa
energía fluir por cada una de las células, proveyendo de satisfacción a la
persona?
Además, la fidelidad de la Torá hace del ingenuo un sabio, ¿acaso el sabio
no es aquel que logra hallar la Presencia de Dios en cada una de sus
instancias de vida? Y si es así, ¿cómo no estar gozoso al saberse siempre
acompañado por el Eterno?
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Al contrario de lo que el dicho popular
mal-enseña; la letra con sangre no entra. Es decir, para que la
letra de la Torá entre a nuestra vida, la violencia es innecesaria, o
peor, contraproducente.
El torrente de Torá se instila no por medio del uso de la violencia, sino
de la miel.
Es la dulzura de la Torá lo que en definitiva, provoca el gozo en el
maestro y en el alumno. Un placer más allá de toda sensación normal, tal
como está cantado: " ¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras, más
que la miel en mi boca!"
(Tehilim / Salmos 119:103)
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¿Qué es la amargura, sino la insatisfacción
por no comprender que en verdad existe el Bien y la Justicia perfectos?
Cuando la amargura penetra en la existencia, y se convierte en una
presencia constante (no un estado pasajero y muy normal), entonces se
frustra en la posibilidad de hallar las respuestas. La Torá es la
respuesta última a todas las interrogantes (y es la primera de las
interrogantes), por lo que, la pena y Torá son incompatibles, pues la pena
rehuye la cercanía de la Luz.
Iebarejejá H' - Dios te bendiga, y que
sepamos construir Shalom
Yehuda Ribco
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