Gracias por su interesante pedido que nos
obliga a investigar en nosotros mismos.
La Torá, y el judaísmo nos brindan algunas reglas básicas para hacer de
nuestras vidas un verdadero paraíso terrenal.
Pueden ser asumidas y aplicadas por cualquier persona, sin importar su
credo, pues se basan en una síntesis de la profunda comprensión que de Su Obra tiene el
Eterno.
He aquí las reglas más relucientes.
Usted es libre.
El hombre es un ser biológico, psicológico, social y espiritual.
Las tres primeras dimensiones restringen al Hombre, incluso lo anquilosan.
Pero, la dimensión espiritual está libre de influencias, es un reflejo
del Todopoderoso.
Por lo tanto, el Hombre siempre es libre.
La cuestión es la posibilidad de manifestar esa condición.
Usted es responsable.
Por ser libre, por ser creado a imagen del Eterno, usted es
responsable de su vida.
Diversos factores que lo limitan o asisten están fuera de su control,
pero, el núcleo de sus decisiones están basadas en su libertad
estructural-espiritual, por lo tanto, siempre usted es responable por su
vida. Para bien o para mal.
¿El centro?
Usted no es el centro del Universo.
No es culpable de lo que acontece en el Mundo.
Pero, tampoco debe esperar pleitesía y alabanzas gratuitas.
Aprender a aceptar nuestra reducida existencia, es un paso enorme para
acrecentarla.
La diversidad es un estímulo positivo, aliéntela.
Accione.
Por lo anteriormente enumerado, el Hombre tiene la capacidad de accionar,
de ser responsables de la ejecución de nuestras libres decisiones.
Los animales no tiene más remedio que reaccionar a los estímulos de su
ambiente, o a los internos, pero el ser humano tiene la capacidad de
evaluar racionalmente, y tomar decisiones con una perspectiva proyectiva.
No aguarde a que otro haga SU labor.
No espere a que alguien más comience para que usted prosiga.
Si está en su agenda, acometa la labor con empeño e ímpetu.
El beneficiado, no es otro que usted.
Aquí y ahora.
Su vida se reduce a este instante.
El pasado sostiene el presente.
El futuro es una meta interesante para alcanzar.
Pero, si el fugaz momento se dedica a otros momentos... la vida se
convierte en una sombra pasajera.
Ahora es el momento de convertirse en protagonista de su existir.
Objetivos definidos.
Para accionar, tal como el predicado anterior estipulaba, es necesario
contar con un puerto de destino en mente. Pues de lo contrario seremos
presa de la inconstancia del anhelo o del fugaz querer.
Si somos esclavos del deseo, estamos empeñando la libertad esencial de la
persona.
Pero, si establecemos metas precisas, la mitad del camino ya ha sido
allanada.
Cuando accionamos en concordancia a las metas propuestas, estamos
trabajando a nuestro favor; y lo contrario, es lo contrario.
Priorizar.
Contamos con recursos limitados.
Evaluar lo que sirve a nuestra causa para destinarle mayor energía, es
una estrategia que mueve al éxito.
Aunque, en ocasiones hay que saber echar para atrás la cuerda del arco,
tensarla, para poder proyectarnos con mayor precisión y vigor.
Integridad.
El exitismo es idiotez.
El actuar sin considerar la adecuación de los medios es un sinónimo de
bajeza en todos los órdenes.
El éxito verdadero se consigue cuando la mayoría gana.
Someter, vejar, mentir, falsear, etc. son sólo mojones del camino a la
derrota.
Ser parte.
El Cosmos se nos presenta como un caos organizado.
Cada elemento cumple con alguna función necesaria.
Por lo tanto, siguiendo el modelo de la naturaleza, saber dar parte a los
otros, es un jalón hacia la consecución de los fines propuestos.
Compartir.
Recibir para compartir es una política favorable.
Cuanto más jerarquizamos al otro, en todos los planos, mayor jerarquía
obtenemos.
Oír al otro, darle una mano, hacerlo partícipe, comprenderlo,
respetarlo, apoyarlo, amarlo... son acciones que benefician al otro, y a
uno mismo.
Preparación.
Para cualquier empresa en la que uno esté embarcado, como la vida por
ejemplo, es necesario pertrecharse con los elementos apropiados e
indispensables.
Evalúe lo que necesita y es útil en el trayecto hacia su superación:
estudios, ejercicios, utensilios, meditación, oración, etc.
Pero, recuerde que viajar con una mochila cargada de enseres baldíos,
retrasa la marcha, entorpece sus esfuerzos, y agota su vitalidad.
Goce.
Darse tiempo para el esparcimiento, para el ejercicio, el relax, la
conversación amena, el goce en todas las ocasiones apropiadas es un
aliado indispensable para el fortalecimiento de la persona.
Tómese el tiempo necesario para usted, y para los suyos.
El descanso que habilita otros espacios, otras dimensiones que no se
transitan en el trajinar de lo cotidiano, es el verdadero descanso.
Acéptese.
Si usted cuenta con una imagen distorsionada de sí mismo, estará siempre
en el lado incorrecto.
Acepte sus limitaciones.
Acepte sus dones.
Y trabaje con esmero para superar lo salvable, y para fortalecer lo que
puede ser reforzado.
Humor jovial.
En ocasiones es correcta la faz circunspecta, pues hay un tiempo para
la amargura del espíritu.
Pero, que el dolor no transforme el rostro en una mueca perpetua, es una
premisa indispensable para el buen vivir.
Aprender a reírse, incluso o especialmente de uno mismo, sanamente
sirve como alas para las labores que se deben acometer.
Agradezca.
Por todo que aflore un "gracias".
Agradecer es una de las virtudes que armoniza el Cosmos, e integra al que
agradece con su medio.
Un espíritu agradecido es un recipiente que no se colma de dicha.
Sea tenaz.
La reiteración de una conducta, la transforma en un hábito, en una
parte integral de la vida.
Si es una conducta perjudicial, el hábito negativo se instalará.
Pero, si es favorable, su tenacidad es un aliciente para el crecimiento.
Sea tenaz en la desazón.
Y, principalmente no olvide ser tenaz cuando la comodidad gobierna
plácidamente su día.
Ante el yerro.
Todos cometemos errores, eso es parte del ser humano.
Reconocerlo es avanzar.
Temer al error, convierte al temeroso en una estatua de corto alcance.
Disculparse con sinceridad ante la persona que hemos lesionado es
fundamental para encarar la vida con una perspectiva de crecimiento.
Y, siempre el más perjudicado por nuestros errores o pecados somos
nosotros mismos. Así pues, pida perdón al otro, y aprenda a pedirse
perdón.
Disculpe con honestidad al que de corazón le pide su dispensa.
Promueva la reparación u enmienda.
Y si es necesario recordar el daño provocado, no guarde rencor ni añore
venganza... eso sólo es veneno que lo corroe y mata.
Confíe.
Confíe en sí mismo.
En el otro.
Y si es creyente, en Dios.
Sabemos que hay personas que no son dignas de confianza, pero, si ponemos
un muro suspicaz de modo constante, lo que conseguimos es apartarnos
nosotros de las personas, ocasiones y tiempos favorables.
Apártese del mal y haga el bien.
Cuando ha reconocido lo que es perjudicial, apártese de inmediato.
Aléjese de lo incorrecto y acérquese -haga- lo que es correcto.
Hacer lo bueno, es un imán para más bien-estar.
A las órdenes, y ojalá sepamos aplicar estos consejos
para una mejor existencia compartida.
Shalom, Iebarejejá H' - Dios te bendiga.
Yehuda Ribco
Si les quedan interrogantes, comentarios o sugerencias, háganlas
llegar que son siempre muy bienvenidas. |