Shalom.
Gracias por participarnos de tu alegre encuentro.
Pero, ¿sabes una cosa?
Cuando yo estudiaba en la facultad tenía un buen compañero católico, el que
no sabía mucho de su religión, por ejemplo las resoluciones fundamentales
del Concilio Vaticano II, o el de Nicea. Y cuando un día le pregunté por qué
se comía huevo de pascua, me dijo que porque el color blanco del conejo que
lo traía representaba la pureza de Ieshu/Jesús... (¿te parece que ésta es la
razón?)
Y tengo un vecino Hare-Krishna, que no tiene idea de lo que diferencia su fe
de la de otros, ni porqué usa el cabello rapado, ni...
Y un conocido comunista, que jamás escuchó hablar ni de K. Marx, ni del
Capital, ni de la lucha de clases...
Y si continúas indagando te toparás con que no todas las personas que
pertenecen a un colectivo, tienen noción apropiada, ni conocimientos amplios
y profundos de aquello que forman parte.
Yo no conozco a tu nuevo amigo, y aunque lo conociera, no soy quién para
subestimar sus conocimientos sobre judaísmo, pero, tampoco es conveniente
que tú los sobreestimes.
Como sea, analicemos un
poquito su postulado, el que resumo como: si no comprende o comparte
emocional/intelectualmente un mandato superior, eso (y sólo eso) le quita
validez y sustento al mandamiento.
Si el mundo se rigiera con
este postulado inmaduro, ¿quién respetaría las leyes? Porque, ¿no es más
cómodo, agradable, divertido, tomarse un helado sin pagarlo? ¿O viajar de
colado en taxi? ¿O meterse a vivir a un hotel cinco estrellas y que lo
pague nadie? ¿O acostarse con la mujer del mejor amigo? ¿O...?
Claro que la persona, en muchas situaciones, tiene un deseo que es
divergente de la norma instaurada, sin embargo, la norma (normalmente) es
acatada. Puede que se la respete por miedo a las represalias, o al castigo.
O porque desde el seno materno se ha educado a la persona en el sometimiento
al yugo de los reglamentos. O porque se ha madurado, al punto de reconocer
la justicia imperante en la mayoría de las normas que permiten y pautan una
vida en sociedad.
Se puede compartir o no las normas, pero, hecha la ley, se le debe su
acatamiento.
O, ¿acaso diríamos que son los delincuentes y criminales los que actúan con
corrección porque siguen sus deseos en lugar de las reglas?
¿Tú te embarcarías en un camino de desenfreno y desacato, para sentirte
libre de las presiones de la sociedad (aunque seas preso de tus instintos)?
Y si lo hicieras, ¿sabrías que te espera tu justa retribución (en este caso:
castigos y penas)? ¿Lo sabrías, no?
Claro, si posees una constitución psicológica determinada, no cuentas con
capacidad propia para adecuarte a las normas sociales, eres preso de tu
organización interna, pero no es lo común, lo normal es contar con
las herramientas para someterse voluntariamente a las normas.
Creo que el párrafo anterior
es muy claro, y es muy simple de darse cuenta en lo que respecta a leyes
nacionales.
Ahora, me pregunto: ¿por qué ante las leyes de la nación judía hay que
asumir una posición diferente?
¿Acaso las leyes de Dios, o del judaísmo -como gusten- por no contar con
policías y cárceles, por no tener un sistema represivo organizado, es menos
perentorio que el civil-nacional?
¿Te parece que es ante el miedo al castigo que se debe cumplir con las
ordenanzas?
Si es así, te cuento que ese es el nivel menos evolucionado con respecto a
la Torá.
Por lo que, desde un paralelismo con las leyes que cuentan con aparatos
represivos, vemos que la postura ideológica (sinceramente, yo la
llamaría escapista) de tu nuevo amigo, no se sostiene.
Pero, sigamos con otro
paralelismo.
¿Cuántos chicos quieren hacer los deberes del colegio, lavarse los dientes,
arreglar el cuarto, comer verduritas, etc., etc.?
Me parece que no muchos. ¿O tú conoces muchos que sí?
Sin embargo, los padres, los maestros, los adultos en general, inculcan
valores y hábitos positivos en los críos, para educarlos, para construirlos,
para encaminarlos por los caminos de la corrección personal y social.
Ahora, piensa en un padre que se cree muy listo, podría suponer que siendo
100% permisivo con su hijo, lo hará su amigo, tendrá un compinche, y el
joven crecerá satisfecho y sin decepciones ni frustraciones, pues, todo lo
que quiere lo obtiene de su padre solícito. Un chocolate antes de comer
hamburguesas de cajitas felices, no ir a la escuela, no hacer deportes, no
bañarse, no recibir vacunas, no ir al dentista, pegarle a quien le
desagrada, etc., etc.
¿Querrías un padre así?
Quizás por un par de minutos sería el paraíso, pero, cuando creces te
das cuenta que es la puerta al infierno.
Si relacionamos este ejemplo con el caso de tu amigo (¿y tú?) que sólo
respeta las leyes (judías) de su comodidad o conveniencia, ¿se parece más al
niño educado por sus mayores en el camino del crecimiento, o al del pequeño
malcriado del papi?
Y un tercer paralelismo, pues
me resulta chocante que te diga tu amigo que "no es éticamente válido
cumplir con una ley que no comprendes".
El otro día, concurrió a la consulta de mi señora (que es pediatra) en el
Hospital Público una mamá muy preocupada con su hijito en brazos.
La mujer demostraba poca cultura, por sus modo de hablar y sus actitudes,
pero eso no es objeción para no brindarle la mejor atención que se merecen
ella y su crío.
Pero, resulta que la doctora luego de revisar al niño, y encontrar señales
preocupantes, mandó hacer un tratamiento urgente, y un tanto doloroso para
el niño. Como es su procedimiento habitual, explicó a la madre en términos
simples y precisos lo que acontecía, y las necesidades del tratamiento.
La madre tomó al hijo en sus brazos, agradeció y se retiró.
Al cabo de un par de semanas, regresó, con su hijo al borde de la muerte.
El niño fue atendido con suma urgencia, estabilizado, y salvado de la
muerte.
Los procedimientos continuaron con mucha dificultad en el camino de
restaurar la salud perdida.
Cuando la crisis momentánea pasó, la doctora preguntó a la madre, "¿siguió
el tratamiento que recomendé?" Y la buena señora respondió con un seco:
"no". Y la doctora continuó: "no quiero presionarla, pero por favor, dígame
por qué no siguió mis recomendaciones, es importante para mí saberlo". Y la
buenaza de la señora dijo: "porque a mí me parecía que mi hijito iba a
pasarla mal si hacíamos lo que usted dijo"...
Mi querido amigo, si tu nueva amistad no comprende, o no cree, ¿sabe acaso
más que Dios lo que es conveniente para la persona?
Podríamos continuar, pero creo
que te he dado material para pensar al respecto.
Te ruego que lo leas, con paciencia lo analices, y luego me envíes tus
breves reflexiones.
Para terminar, lo más
práctico/maduro/apropiado es quizás lo que dices hacia el final de tu
misiva: reconocer que nos falta cumplir aquello que no cumplimos, y no
dejarlo de lado porque no lo comprendamos o porque nos incomoda. Y tomar la
responsabilidad de hacer el esfuerzo de crecer cada día, a cada paso
aprovechar para construir un mejor futuro.
Lo entendamos o no... pues a veces la comprensión es innecesaria...
Mi querido, quedo como siempre
a tus órdenes.
Iebarejejá H' - Dios te bendiga, y que
sepamos construir Shalom
Yehuda Ribco
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