Shalom.
Gracias por participar.
Ahora ha planteado su
interrogante de otra manera, por lo que podremos responder con una
alternativa a lo anterior.
Desde hace uno 2400 años,
según explican nuestros Maestros de la Verdad, Dios ha decidido que la
profecía no proliferara más en la Tierra.
Su Palabra ya ha sido declarada, y se halla en el Tanaj.
Por lo que, no hay profetas desde entonces.
Sin embargo, y a pesar de lo
dicho, Dios continúa hablando, y aunque Su Voz no tiene sonidos, es
perceptible por cualquier persona que ha crecido espiritualmente. La Voz
divina se encuentra en Su Torá y en Sus obras que a diario acontecen en el
Universo.
Son estos dos textos o discursos los que están a disposición
del que quiera compenetrarse de ellos, e intentar de aprehenderlos, tal como
aprendemos del versículo en Tehilim / Salmos 103:7.
Para la persona que continúa los dictados del inspirado: "Al Eterno he
puesto siempre delante de mí" (Tehilim / Salmos 16:8), no le es difícil
reconocerLo en cada una de las circunstancias de la vida, tal como
aprendemos del versículo en Mishlei / Proverbios 3:6.
Pero, lejos está este modo de
vivir próximo al Eterno de escuchar realmente Su Voz.
Si en la actualidad alguien le dice que accede a esto, las posibilidades son
las siguientes:
-
La persona, de muy buena fe,
cree en lo que dice; y no sabe discernir entre sus fantasías e
imaginaciones, y lo que es la realidad.
-
La persona, también de muy
buena fe, cree en lo que dice; porque delira o alucina, y no tiene
(aparentemente) control sobre sus percepciones erróneas.
-
La persona, decididamente no
dice la verdad, y busca algún beneficio personal con esta falacia que
cuenta.
Pero, si la persona le dice
que reconoce la Mano de Dios en su vida, y le da evidencias palpables
o razonables, entonces además de las 3 posibilidades anteriores se suma una
cuarta: la persona realmente ha llegado a descifrar (en ocasiones) el
texto que Dios escribe en la Realidad.
Esto es muy diferente a que alguien afirme oír la Voz de Dios, y
poseer Su Mensaje en conexión directa.
Para ir finalizando le contaré
una anécdota que le ocurrió a un conocido hace unos años, es 100% real y
verídica, y la conozco de primera fuente. Usted si desea analícela y trate
de ubicar a esta persona en alguna de las cuatro posibilidades
mencionadas (inmadurez; debilidad; malicia; madurez)
Su amada novia, con la cual estaba comprometido a casarse, había marchado
a Francia, para realizar un curso universitario de pos-grado. Era una
separación dolorosa pero comprensible y comprendida, y que a lo sumo
llevaría 6 meses de agónica lejanía. Pero, la novia, la amada novia en un
par de semanas se "enamoró" de un francés, y entre llantos, enojos,
desesperos, traiciones, y muestras de amor la antigua relación se había
quebrado. Aunque, de hecho ella no lo había manifestado, y estaba en un "sí
pero no", "quiero volver contigo, pero quiero a este muchacho", y otras
indefiniciones varias.
El joven angustiado rezaba con esperanzado abatimiento, rogaba a Dios que si
no hacía que el camino de ambos se volviera a juntar, al menos le diera una
señal para que siguiera su vida en busca de un nuevo amor, o para mantenerse
firme en la espera de la ida.
Y las palabras del Todopoderoso no llegaban.
Y la joven en la extranjería mantenía su estatus quo de indecisión
tormentosa para ambos, y quizás para el francés, quizá.
Y Dios, al parecer continuaba en silencio e inactivo.
Hasta que un domingo, al cabo de unas pocas semanas, el abandonado joven
debió asistir a una ceremonia en el cementerio, pues, accedió acompañar a
alguien al descubrimiento de una lápida recordatoria.
Y allí y entonces, cuando no tenía mucho para hacer, su corazón pareció
detenerse junto a un suspiro: en la lápida estaba su respuesta, pues estaba
inscrito el siguiente nombre: "Ishmael David Tzarfati".
Y la traducción de los tres nombres significa: "Escuchó Dios, el querido (es
el) francés".
Y tal cual, a pesar de que el pobre difunto nada tenía que ver con la
historia, a pesar de que había muerto mucho tiempo antes de todo esto, a
pesar de que todos veían un nombre en la lápida (y quizás los recuerdos del
difunto al rememorarlo), este joven vio la Mano de Dios que le respondía.
Y no hubo d aguardar mucho para reconocer indudablemente que su lectura no
estaba lejana a la realidad...
Para finalizar, apreciada
señora Ana, el mejor modo de atender el Mensaje de Dios, es actuar con
justicia y corrección, el resto, son anécdotas o pérdidas de tiempo.
Sus
comentarios son bienvenidos, y recuerden que quedo a las órdenes.
Iebarejejá H' - Dios te
bendiga, y que sepamos construir Shalom
Yehuda Ribco
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