Shalom.
Gracias por su excelente pregunta, y disculpe la tardanza en responder, pero
es difícil estar al día con tanta ocupación.
Cuando realizamos la breve ceremonia que
separa la consagración del Shabat con el resto de los días, llamada
Havdalá, procedemos a bendecir sobre varios elementos, uno de los
cuales es las luminarias, representadas por al menos dos mechas entrelazadas
y encendidas durante la ceremonia.
Luego de bendecir por éstas, es costumbre mostrar las uñas de la mano
derecha extendida, luego semi-cerrar la mano, y continuar observando los
dedos y las uñas que cubren ahora la palma.
Usted pregunta por razones para esta costumbre, y yo le daré tres, para las
cuales le pido que tenga en mente un principio derivado de la Cabalá (Zohar,
Parasha Bereshit, 20b): el dorso de la mano representa lo visible, lo
externo, lo manifestado, lo material; en tanto que la palma representa el
mundo invisible, lo interior, lo oculto, lo trascendente.
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En la havdalá mencionamos que Dios ha
creado la diferencia entre la luz y las sombras, y las ha distinguido como
tales. Esto es comprendido en el plano literal, pero también en el
espiritual.
Cuando nuestros dedos cubren la palma, podemos distinguir que en efecto
hay luz y las correspondientes sombras.
Pero, también nos enseña: si anteponemos lo material, lo pasajero, a lo
que es trascendente, y nos congelamos en el deseo de lo exterior;
entonces, poblamos de sombras lo interior, y no tenemos una clara
percepción siquiera de su existencia.
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Cuando culmina el Shabat, que ha sido
consagrado para la armonía y la trascendencia, y lo hemos
experimentado en toda su dimensión, hemos gozado del gusto de la
eternidad.
Entonces, deberíamos estar listos para comenzar la semana laboral con una
meta diferente a la habitual, es decir, en lugar de que la meta sea el
éxito económico o material, que lo material sea transformado en un método
para elevarse hacia nuevos y mejores planos de existencia.
Por eso a la luz de las luminarias mostramos lo externo de la mano, lo que
nada ase (ni hace).
Pues, lo único que asimos realmente, lo que tomamos en nuestras manos en
verdad (en sentido alegórico), lo hacemos con la palma de la mano.
Por lo tanto, lo único que nos queda en realidad es lo trascendente, lo
que no es egoísmo, lo que es compartir y superarse.
Y la mejor escuela para aprender esto, es Shabat respetado según la
halajá.
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El Shabat comienza con el encendido de al
menos una llama, y culmina con el encendido de al menos dos llamas.
Ambas ocasiones usamos fuego, pero simbolizan luces diferentes.
La del comienzo del Shabat se asocia a la luz del Inicio, esa luz que está
guardada hasta la Era mesiánica, una luz de plena armonía, conocimiento y
paz.
Es la luz que degustamos cada Shabat que cumplimos adecuadamente.
Es la luz que desciende desde lo alto hacia lo burdo.
En tanto, las llamas que distinguen el fin del Shabat con el comienzo de
la semana, se asocian a la luz del fuego, a la luz de la materia y el
caos. Esto es así pues en un principio el ser humano hizo el fuego
golpeando dos piedras para sacar chispas. Y hoy, casi se continúa de
manera similar, creando fuego de la fricción, del esfuerzo.
Es la luz que asciende, de lo tosco en busca de la plenitud.
Cuando los dedos ocultan la palma, flexionando el dorso de la mano,
iluminados por la luz del fuego y no por la luz guardada para la
Era mesiánica, es ocasión propicia para recordar que estamos en
Exilio, y a la espera de la redención. Es ocasión para recordar que nos
alumbramos con luces burdas, esperando mejor luz para nuestras vidas.
Siendo así, no resulta extraño que se canten canciones referidas a Eliahu
hanabí al concluir la havdalá, pues él será el heraldo de la
próxima liberación y paz.
Sus
comentarios son bienvenidos, y recuerden que quedo a las órdenes.
Iebarejejá H' - Dios te bendiga, y que sepamos construir
Shalom
Yehuda Ribco
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