Shalom.
Gracias por comunicarse nuevamente.
Me comportaré como tonto, respondiendo primero
a lo último.
No tengo conocimiento de si en otro lugar se sigue esta línea de pensamiento
que yo manifiesto a través de SERJUDIO.com, aunque para serle totalmente
sincero, no tiene mucho de novedoso, pues existe hace como 3000 años (por lo
menos), y se llama judaísmo tradicional. Solamente que quizás usted halla en
mi persona una forma de exponerlo un tanto diferente, o con visos renovados.
En cuanto a participar (es el verbo que
prefiero usar, en lugar de decir presenciar, pues me parece mejor que
los concurrentes participen) en charlas mías, justamente el próximo
miércoles (Iyar 19) habrá una, donde trataremos cuatro temáticas, y
finalmente intentaré hacerla una. Éstas son: Sexo, Cabalá, Mashiaj, magia. A
las que trataré de reconducir hacia: manejo positivo y adecuado de la
energía, y compartir sin egoísmos.
Ahora, pasemos al comentario acerca de comer
carne de animal y veamos una breve relación con los korbanot
-ofrendas, sacrificios-.
En un principio la humanidad tenía derecho de ingerir exclusivamente
productos del reino vegetal y del mineral (agua, sal, etc.)
Recién con Noaj/Noé, el Eterno permitió que los humanos comiéramos carne de
animal, pues, se reconocían dos aspectos:
-
Una (aparente) íntima necesidad por
devorar carne.
-
El hecho de que la animalidad
sobrevivió a la catástrofe del Diluvio merced a la humanidad.
Cuando Dios da un mandamiento restringiendo
algo que en principio aparece como accesible, es debido a que está en la
naturaleza humana el deseo de tal cosa, pero que en la restricción del
deseo, en el manejo racional de los impulsos, se halla la trascendencia. Así
pues, asesinar es parte del equipamiento humano, pero en la restricción del
ejercicio de ese acto, la persona crece, y se extiende la armonía en la
sociedad. Robar, es parte de lo natural al humano, pero negándonos
voluntariamente la satisfacción de tal deseo, hallamos energías que
refuerzan los potenciales positivos. Y, comer carne/sangre de otro ser vivo,
es parte de las apetencias de nuestro ser; sin embargo, cuando lo
restringimos de acuerdo a lo ordenado por Dios (gentiles absteniéndose de
comer carne de un animal que está vivo; los judíos respetando las numerosas
leyes del cashrut) obtenemos
algo más que la mera satisfacción sensual, pues alcanzamos la trascendencia.
Antes del Diluvio, cuando aún la humanidad no tenía autorización de comer
carne, de hecho ya se mataban animales, para ser comidos, para aprovechar
sus partes (pieles, huesos, cuernos, etc.), y para elevar sacrificios a las
falsas deidades (aunque haya iniciado el ritual con el deseo de agradar a
Dios).
Es decir, se priorizaba la satisfacción material, en lugar de esmerarse por
acatar el deseo de Dios, que redunda en el crecimiento personal y social.
Y el deseo de Dios, para los pre-noájidos, era que comieran exclusivamente
vegetales, y no seres animados.
Y ellos fallaron en este aspecto, como en tantos otros.
Ahora, comprendamos (en parte) las razones.
Cuando se come carne de un animal, lo que se está haciendo es intentar
incorporar su energía vital a nuestro ser. Eso visto tanto desde un punto de
vista material, como espiritual.
En el material, es comprensible, pues la obtención de energía por medio de
la alimentación, es el objetivo principal de esta función.
En el plano espiritual, debemos considerar otro aspecto, pues, el alma
del animal no se integra a nuestra alma cuando comemos su carne (o
bebemos su sangre). Lo que acontece entra más bien dentro del plano del
ejercicio del poder, y de reasegurar nuestro predominio.
Se lo explico muy brevemente.
Cuando anhelamos comer carne, no sólo nos ocurre porque nos agrada, o porque
así fuimos educados (comer carne no es una necesidad fisiológica, sino una
imposición cultural), o porque nuestras entrañas reclaman proteína animal;
también sucede porque una parte de nuestro ser está en desarmonía. Por lo
cual, y sin saberlo, buscamos (re)establecer el equilibrio adquiriendo
afuera lo que no hallamos dentro. De ese modo, algunos roban, otros
asesinan, otros mienten, otros violan, otros (la mayoría) comen partes de un
ser que estuvo con vida.
¿Qué se supone obtenemos al comer carne (desde el plano espiritual)?
Al menos dos cosas:
-
Participar en el acto de poseer otro ser
vivo, hasta el punto de aniquilarlo, da una sensación de poder, que
estimula cierta irradiación de algunos centros energéticos propios. Es el
oscuro poder del Ietzer HaRá -impulso a lo negativo- que encuentra
su potencia en la destrucción, en la desarmonía, en la muerte, en lo que
es verdaderamente un desperdicio de energía.
Como podemos reconocer, esto ocurre al actuar para prevalecer
erróneamente sobre otro ser humano, pero también sobre el resto de la
Creación.
La generación pre-noájida fallaba en sus relaciones interpersonales, con
Dios, y con la Naturaleza (en ésta se incluyen a los animales). Es por
esto su desmesurado afán por comer carne de animal, que junto al resto de
sus acciones perversas devinieron en la debacle ecológica conocida como
Diluvio.
Esto significa que no se conformaron con imperar sobre los animales y la
naturaleza con el predominio que el Eterno les diera (de sojuzgarlos,
dominarlos y usarlos en su beneficio), sino que traspasaron los límites,
llegando a matar animales para comerlos.
Y, como todo acto genera retribuciones/consecuencias, no es de
extrañar que el mundo haya sufrido la debacle que ya mencionamos.
-
Lo que permanece de energía espiritual en lo
que comemos, es asimilado a nuestro ser.
Sin embargo, cuando comemos carne/sangre de seres vivos, obtenemos una
carga energética baja, de escaso nivel, y que en lugar de favorecer el
desarrollo de lo etéreo, lo frena (de hecho, ¿no es acaso menos saludable
la dieta cárnica que la vegetariana?).
Esto es así por la composición (espiritual) del animal, pero además por
los actos que envuelve que un filete esté en nuestro plato: terror,
muerte, padecimiento, descomposición.
Es decir, el comer carne implica el ejercicio de aspectos negativos, que
siempre repercuten negativamente. (No en vano los cabalistas
alegóricamente dicen que los shojatim -matarifes- reencarnan
en perros).
De todo esto es fácil comprender (junto al Rav
A.I. Kook) que el estado ideal para la humanidad, el que alcanzaremos en la
Era mesiánica, es el de la alimentación vegetariana.
Pero, mientras esa Era tan particular no es alcanzada, tenemos aún
derecho (que realmente no es tal, sino una gracia o tolerancia
temporaria) a ejercer cierta violencia sobre nuestros hermanos de Creación,
los animales.
En parte es así, porque de no mediar este permiso se podría llegar al
canibalismo, pues no olvidemos que una acción negativa genera otra acción
negativa, y que el maltrato a los animales acostumbra al maltrato a las
personas. Así pues, asesinando animales para comer, se podría alcanzar el
asesinato de humanos con la misma finalidad u otras.
Pero, un disposición que habilita legalmente a consumir carne
animal, de modo constreñido, puede promover la emergencia de mejores
aspectos de la persona, incluso entre las brumas de la negatividad. Es
decir, cumplir los reglamentos relativos a la alimentación (para los
gentiles y para los judíos, cada grupo según sus preceptos específicos) hace
más humana la práctica inhumana de comer carne/sangre de un animal.
Cuando estemos preparados como comunidad, avanzaremos juntos hacia la Era
mesiánica, y hacia la concordia incluso con el reino animal (sentido literal
de la profecía en Ieshaiá / Isaías 11:7).
Evitando comer carne de animal, nos abstendremos de algunos peligros/pecados
y desarrollaremos mejores aspectos, entre otros:
-
tzaar baalei jaim - sufrimiento
innecesario de seres vivos;
-
pikuaj nefesh - no poner en riesgo la
salud o integridad personal (por el tema que el consumo de carne es
perjudicial para la salud);
-
bal tashjit- no desperdiciar los
recursos naturales;
-
ijud clal Israel - preservar la
unidad de la Comunidad de Israel, pues el uso de la carne en las comidas
es fundamental en el tema de cashrut, que sin ésta se simplificaría
enormemente.
En cuanto a los korbanot, y tal como
ya habíamos expresado, son un medio primitivo de intentar aproximarse al
Eterno, y no son el ideal, o la meta. Si eran efectuados de acuerdo a las
prescripciones de la Torá, en parte servían para recordarle al que
ofrendaba, que la vida es sagrada, y que debe ser preservada, y no
desperdiciada, ni siquiera la vida animal... ¡mucho menos la humana! Así
pues, el ritual de los sacrificios de animales contaban con mecanismos
para depurar la bajeza en la persona, para procurar hacer resaltar la chispa
de trascendencia que hay en ella.
Sin embargo, sabemos que los sacrificios de sangre son una etapa que hemos
superado largamente, y que dejaron paso al encuentro de la criatura con su
Creador por intermedio de los actos de bondad, justicia y humildad (Amós
5:21,24; Mishle/Proverbios 21:3).
Chispa de trascendencia que en lugar de meramente resaltar, puede
convertirse en fogata, si la persona se aplica al trabajo esmerado por
superar sus bajas apetencias, incluidas las de ingerir carne.
Pero, como sea, es precisamente la función en los korbanot de
convertir el acto de asesinar un animal en un recordatorio de la santidad de
la vida, lo que los diferencia de las glotonerías/impudicias de los
sacrificios paganos/musulmanes, o las fantasías implícitas de super-poder
en los sacrificios humanos del cristianismo.
Sin embargo, podemos captar el real valor de los korbanot al
constatar que el judaísmo ha persistido y crecido vigorosamente durante dos
mil años sin necesidad de ofrendar sangre de animales a Dios. Es decir,
¿acaso serían tan fundamentales para afianzar la relación hombre-Dios si los
judíos sobrevivimos y progresamos sin rituales de sacrificios? La respuesta
es obvia: los korbanot son circunstanciales, no esenciales
(Irmiá/Jeremías 7:22,23; Hoshea/Oseas 6:6).
Las circunstancias históricas llevaron el ritual de los korbanot a su
necesario y lógico término. Pues, los judíos tuvieron otros medios para ir
aprendiendo/recordando el valor de la vida; ya sin la necesidad de recurrir
al sacrificio de animales.
Pero, como en el ser humano aún no ha sido vencido el Ietzer HaRá,
las leyes de la dieta alimentaria se mantienen, y se mantendrán incluso en
la (vegetariana) Era mesiánica, aunque no sé (dudo) si resurgirán los
sacrificios de animales en el renovado Templo de Ierushalaim (Ieshaiá/Isaías
43:23).
Sus
comentarios son bienvenidos, y recuerden que quedo a las órdenes.
Iebarejejá H' - Dios te bendiga, y que sepamos construir
Shalom
Yehuda Ribco
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