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Escritos
“Entrevista
publicada por el diario La Nación, de Buenos Aires, Argentina, el día 20 de
Mayo de 1998”
Entrevista al rabino Iosef Bitton: Judaísmo y Ciencia
por
Jorge Rouillon
A
pasos del siglo XXI, la ciencia se acerca al relato de la Biblia
Dos rabinos reflexionan sobre el Big Bang y los que "vuelven de la
muerte".
Entre la ciencia actual y la Biblia hay semejanzas increíbles, muy lejos de lo
que el hombre común discurre sobre presuntas incompatibilidades entre el avance
científico y la religión.
Si en los años cincuenta parecía que los conocimientos científicos, en
explosión geométrica, desplazaban a Dios, en la década de los noventa la
ciencia se acerca a la Biblia.
Así se expresaron, en diálogo con La Nación, dos rabinos argentinos
residentes en Israel, que dieron un seminario sobre "Cencia y Judaísmo",
en la Universidad Hebrea Argentina Bar Ilán.
Doctor en veterinaria, Ieshaiahu Rubinstein fue director de la unidad de
experimentación animal del prestigioso instituto científico Weizmann y en 1984
logró el premio Israel Journal of Veterinary Medicine por su investigación
sobre la salmonella. En 1992 fundó la Academia Científica Rishón LeZion, que
estudia la relación entre la ciencia y la Torá (la ley judía).
Graduado en filosofía, el rabino Iosef Bitton cursa su doctorado en la
Universidad Ben Gurion, dirige el departamento de bioética de la Academia
Madait, en Rehovot, y pronto asumirá como gran rabino de Uruguay.
Bitton señaló que la teoría del Big Bang tiene tantas semejanzas con el
relato bíblico que analizarlas resulta apasionante. El Big Bang, precisó,
habla de una primera superconcentración de energía, de luz, y curiosamente lo
primero que se nombra en el Génesis es la creación de la luz.
La teoría cuántica.
Bitton dijo que la entropía
o segunda ley de la termodinámica determina que todos los sistemas tienden
hacia el caos: no hay nada que vaya desarrollándose por si mismo hacia un
orden. El cosmos no puede haber avanzado desde el caos hasta el orden sin la
intervención de un Creador, un ordenador.
Otro tema observado por Bittón son los métodos de reanimación clínica
actuales: pacientes que sufren de muerte clínica por algunos segundos o incluso
minutos y luego logran ser reanimados. Las experiencias de esas personas han
sido clasificadas y estudiadas: y hablan claramente de la existencia de un alma
o una forma de existencia más allá de la muerte. Es decir -apuntó- que la
tecnología científica nos acerca a lo que la religión dice desde hace miles
de años.
En otra línea de investigación, Rubinstein publicó un trabajo sobre
experiencias en contraconcepción. A su juicio, el intento de intervenir
"en forma violenta" en los procesos biológicos -por ejemplo, la ligazón
de trompas- tiene su precio, en detrimento del ser humano, como la aparición de
cáncer de mama, hecho que investigó en un una de sus receintes publicaciones.
Dios tiene un idioma –reflexiona- y creó el mundo con leyes que no se pueden
alterar gratuitamente.
La
primera clonación
Rubinstein y Bittón quieren desarrollar lo que ven como una nueva disciplina
todavía en pañales: la relación entre la religión y la ciencia.
Se remontan a Maimónides, el sabio judío español, que decía que se llega a
amar y llegar a Dios a través de la investigación y de la observación
de la Creación.
"El mismo Dios que creó el universo es el que revela su voluntad en la
Biblia", apunta Bitton. Señala que en este planteamiento coinciden judíos,
cristianos y musulmanes y agrega que lo particular del relato Bíblico es la
descripción de fenómenos cosmológicos comprensibles desde la ciencia moderna.
Mientras que otros relatos sobre el
origen del mundo contemporaneos a la
Biblia, como el de los sumerios o la mitología griega, nada tienen que ver con
la cosmología actual.
Los dos rabinos descubren en la Biblia puntos de reflexión. Así Rubinstein
observa en el texto sagrado la primera clonación: la hizo Dios al crear
a la mujer a partir de la costilla del hombre.
Y Bitton discurre sobre los comentarios de los sabios judíos del siglo II
reunidos en la colección llamada Midrash. Ellos se preguntaron: ¿cómo fue
creado el primer hombre? ¿Como un bebe recién nacido o como un adulto en su
plenitud? Si era un adulto, como afirma la tradición judía, un científico de
nuestros días que eventualmente se trasladara en el túnel del tiempo hasta el
momento que Adán fue creado diría que Adán tenía, por ejemplo, 20 años y en
realidad hacía apenas un momento que había sido creado, pero con el cuerpo de
un hombre de 20 años.
¿Una
semilla o un árbol?
Del mismo modo, en ese momento inicial, ¿un árbol fue creado como semilla o
como un ejemplar ya desarrollado? Si suponemos esto último y contáramos por
ejemplo cincuenta anillos diríamos que era un ejemplar de 50 años y en
realidad estaríamos calculando el tiempo que le hubiera llevado llegar a tener
esos 50 anillos "si no hubiera sido creado". Así Dios pudo haber
creado las cadenas de montañas ya formadas o las estrellas con su luz ya sobre
la Tierra, lo que alteraría nuestras conclusiones sobre la antigüedad de la
Tierra y la edad del universo.
En esta relación entre fe y ciencia, hay muchas paradojas no
resueltas, muchas dudas por investigar. "La verdad revelada está en el
pasado, mientras que la verdad científica está en el futuro", expresó
Rubinstein.
Bitton apuntó a una entrañable ligazón, remitiéndose a una cita de la
revista del New York Times: "El científico escala la montaña de la
sabiduría científica y en la cima se encuentra con el téologo, que lo estaba
esperando allí desde hace muchos años".
* El rabino Iosef Bittón actualmente sirve como Gran Rabino de la Comunidad Israelita del Uruguay, cuenta con un notable currículum.