Lic. Prof. Yehuda Ribco |
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LaH' Haaretz UMeloa
Responsable: Licenciado en Sicología Prof. Yehuda
Ribco / Darjey Noam
En el país de los ciegos...
En el país de los ciegos, cuatro valientes deciden aventurarse
más allá de lo conocido.
Cada uno movido por sus propios intereses, se aúnan en la
peligrosa misión.
Se internan en la misteriosa selva.
A los tumbos y sobresaltos, van avanzando lentamente.
Hasta que, al cabo de un rato, tropiezan con lo que parece
un enorme obstáculo.
Intimidados, quién sabe por qué, huyen de regreso a la
ciudad, a los confines conocidos.
Luego de resollar unos momentos, el primero que palpó el escollo afirma: ¡no deberían haber temido, era sólo una manguera! ¡Ustedes me provocaron innecesariamente la inconsciente huída!
El segundo le grita: ¿estás loco? Era un inmenso árbol que despedía nauseabundos olores venenosos, ¡si hasta se percibía la presencia de la muerte palpitando bajo mis manos! Y luego, sentí la "rama del destino", con una fortaleza y un filo espeluznante...
El tercero les responde: para mí que tropezamos con el rugoso muro que limita el universo con la nada. Fue la experiencia más cercana a la trascendencia que he sentido en todos mis años de meditación y búsqueda de la perfección.
En tanto, el cuarto dice: yo no sentí nada, por más que movía los brazos y trataba de tocar algo, sólo sentía sus gritos y aullidos, por eso me lance a correr.
Los cuatro aventureros que supieron ser amigos y
camaradas no parecen ponerse de acuerdo en cuanto a sus
percepciones.
La discusión se caldea, sube el tono de voz y los
adjetivos cada vez son más duros.
Luego de un rato, se separan, con la convicción de
que los otros están errados.
Por la magnitud de sus experiencias son
entrevistados, se convierten en figuras populares.
Incluso dos de ellos comienzan a tener adherentes y
seguidores de sus ideas acerca de lo que existe más
allá de los límites de la ciudad.
Al pasar los años, se crean cátedras en las más
famosas universidades, que tienen como objetivo
enseñar las verdades ocultas en los parajes
misteriosos.
Cultos y sectas nacen con la rapidez de hongos.
Todos están embarcados en convertir a los
herejes a lo que es la verdad. Se suceden
las guerras en el nombre de las verdades. Lo que
antes era un pacífico país de invidentes, se
transforma en el reino del terror basado en las
opiniones y dogmas.
Un día, ya muy lejano de la experiencia que
nos concierne, llega a la población, vaya uno a
saber de dónde, un tuerto.
Su camino a través de la selva lo condujo
hasta allí. Escucha con atención todas las
ideas que se han elaborado.
Consulta todas las publicaciones, atiende
todas las prédicas, presta oídos a las
opiniones más diversas. Y cree comprender
qué está sucediendo...
Muy ingenuamente se dirige al
apóstol del "Árbol de la
muerte", quien se hiciera patriarca
de una poderosísima congregación de
seguidores del "Árbol", tras
publicar sus metafísicas experiencias en
su famoso libro (en Braile): "Las 9
ramas del Árbol".
Y el tuerto le dice: oiga, yo estuve en
la selva, y por lo que ustedes
describen, estoy casi seguro de que
ustedes se toparon con un elefante.
"¿Un qué?"- responde
el pastor de multitudes.
-Un elefante -le repite el tuerto,
quien pasa a explicar- es un animal
enorme, con patas sumamente gruesas
que parecen troncos de árboles;
posee colmillos fuertes y filosos;
además tiene una nariz que es como
un gruesa manguera; y su rugoso lomo
puede resultar similar a una
muralla. Y ni debo mencionarle el
olor asqueroso que despide...
Como era de prever, el líder de la
religión del Árbol de inmediato
manda a llamar a las autoridades del
dogma, para que ajusticien a este
hereje pecador.
Pero, el tuerto gracias a su media
visión, tuvo oportunidad de
escapar.
Corre a refugiarse con la secta
de los disidentes, aquellos que
confían en el cuarto viajero,
el que con mucho miedo salió
corriendo, a pesar de no haber
palpado, olido, o percibido nada
inusual. Y ya frente a él le
explica también el asunto del
elefante.
El líder rebelde, tampoco
quiere creer en las palabras
de ese delirante, y llama a
sus seguidores para que lo
expulsen violentamente:
¡están hartos de filósofos
de boliche que las atraen
corrupción ideológica!
El perseguido tuerto no tiene
refugio en el país de los
ciegos, ninguna de las
numerosas sectas parece
aceptar sus palabras, e
incluso, la mayoría lo
rechaza con extrema
repugnancia.
Pero, por ser hombre de gran
corazón (o quizás
interesado en alguna
ganancia, que nosotros no
percibimos) no quiere que
los ciegos continúen
matándose por lo que él
sabe que son ideas falsas.
Por lo que, con gran
temeridad se lanza a la
selva, en procura de
conseguir las evidencias
de la existencia del
elefante.
¿Qué es lo que ocurre luego?
Yehuda
Ribco
Sivan 7, 5760
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