Judaismo conversion Israel Mashiaj Tora Dios amor paz

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 Lic. Prof. Yehuda Ribco (Av 6, 5762 - 15/7/02)

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BeShem H' El Olam

LaH' Haaretz UMeloa
Responsable: Licenciado en Sicología Prof. Yehuda Ribco / Darjey Noam

¿Por qué Moshé es el gran ausente en el Seder

Una sabida y un jidush para este Pesaj.

¿Por qué la hagadá específicamente elimina toda mención rutilante al "más grande de todos los profetas"?
¿Por qué Moshé Rabeinu es apenas merecedor a una referencia circunstancial en la noche que revivimos nuestra Liberación?

Pues sólo aparece su nombre una vez, y de pasadas, como siervo de Dios, como secundario, como ausente de todo protagonismo, como está escrito en la Hagadá:

"Vió Israel la mano grande que puso Dios en Egipto, y el pueblo temió a Dios, y creyeron en Dios y en Moshé su servidor" (Shemot / Éxodo 14:31).

 

1- Aní hu velo ajer - Yo y no otro (dice Dios en la Hagadá)

La persona escasamente culta, ¿no atribuye la Liberación de Mitzraim a Moshé?
Entonces, para dejar en claro que fue sólo H' y nadie más el que nos redimió, es que los jajamim expresamente dejaron de lado al enorme Moshé.

¿Acaso H' es tan débil que precisa enviados?
¿Acaso el Todopoderoso es tan vacío que debe recurrir a intermediarios?
¿Acaso el Creador es tan humano que debe operar con mensajeros?

Dios es uno.
Dios es perfecto.
Dios redime "en persona" a su Pueblo Elegido.
Dios sostiene a toda la Creación.
¿Por qué?
Porque Dios es Dios, y nada precisa.
Nada se le compara.
Nada le es imposible.

El Eterno lejos está de los cuentos infantiles que suponen que Él precisa de intermediarios para operar en el Mundo.
El Eterno en nada tiene que ver con las fantasías paganas que le atribuyen deseos humanos.
El Eterno es el "protector de Israel".
El Eterno es el ÚNICO Redentor.

Por eso los jajamim no querían fomentar la confusión.
Los jajamim rehuyen el caos de la idolatría.
Los jajamim combaten la corrupción de los cultos a personas, mensajeros, ángeles, poderes, mesías, etc., que no son Dios, ni en nada pueden auxiliarLo.

Así pues, los verdaderos judíos sabios ahuyentan toda sombra de culto a la personalidad.
Repelen la menor idea de rebajar a Dios a un ser enfermizo.
Saben que nada se puede interponer entre Israel y Dios.

Y por esto, al ser humano que más cercano estuvo en su relación con Dios, le es obviada su magnitud en la hagadá.
Por esto Moshé Rabeinu desaparece de escena. y surge una tímida sombra (como indicando la nada que es el poderoso frente al Eterno).

Porque, los verdaderos personajes eminentes son dignos de elogio, pero no de deificación.
Porque, los que realmente son grandes, son humildes; y los que los siguen actúan según el humilde ejemplo de sus maestros.
Porque, los que sinceramente siguen a Dios, no buscan la gloria, ni el respeto, ni el homenaje personales o de personas; sino la alabanza y reconocimiento del único Dios.

Porque, Dios es el único digno de adoración.

Es por esta razón que Moshé no es mencionado hasta el hartazgo en la hagadá.
Pues, ¿en que aporta su constante mención a la gloria de Dios?
¿En qué nos beneficiamos moralmente recordando a un mortal, que como todos los nacidos de mujer, murió; cuando debemos dignificar y exaltar al Único?

Los que somos judíos sabemos que el culto a las personas, a los enviados, a los intermediarios, a los consagrados, siempre deriva en perdición.
No es acaso Faraón un ejemplo.

Faraón, el dios de Mitzraim.
Faraón, el mensajero-hijo de Ra.
Faraón, el emperador del mundo.

¿Dónde has quedado fangoso Faraón?

Sin embargo,
Moshé, quien fuera el más humilde de los hombres,
del cual no conocemos el lugar de su sepultura,
del que no tenemos estatuas,
vive en la mente, corazón y acciones de su Pueblo.

¿Por qué?
Pues, porque realmente supo apreciar su valía.
Ser un instrumento en "manos" de Dios.
Un pastor que guía un rebaño que no le pertenece.
Un maestro, enseñando la lección de Otro.
Un maestro que no reclamó nada para sí.

Porque Moshé, quien fuera familiar de Faraón,
supo que era un simple humano,
importante y valioso,
como todo humano.
Su misión, en Egipto,
fue advertir a Faraón, su "igual".
Pero, fue Dios y sólo Él el que redimió
al "Pueblo de su heredad".
Porque hay un sólo salvador,
Hashem.
Es por esto que resulta innecesaria
la mención de nuestro maestro Moshé en la hagadá.

Porque Pesaj es la Redención directa de Dios.

Porque Israel no depende de hombres,
ni de ángeles,
ni de santos,
ni de mesías,
y por eso,
es Pueblo Elegido.

 

2- "No es así con mi siervo Moshé [Moisés], quien es fiel en toda mi casa".
(Bemidbar / Números 12:7)

 

Cuando la luna llena primaveral (del norte) irradia su luz, los judíos de todo el mundo celebramos "el tiempo de nuestra libertad": Pesaj, jag HaMatzot.
Acontecimiento que revivimos cíclicamente desde hace unos 3300 años.

Fuimos artífices (junto a Iosef) de la magnificencia de Mitzraim.
Y compartimos la riqueza de una de sus provincias.
Floreció nuestra opulencia, pero al costo de empeñar nuestra libertad.

La esclavitud tiene al menos dos acepciones en el "diccionario judío":
a- estar oprimidos materialmente por otros que nos imponen las tareas y sus ritmos;
b- ser víctimas de la idolatría, en todos sus aspectos y géneros.

Así pues, gradualmente ambas concepciones de la idolatría hacían feudo de los hebreos.

Los Hijos de Israel de a poco fuimos perdiendo los valores familiares que nos unían.
Paulatinamente dejamos que nos ganara la asimilación cultural.
Llamamos a sus dioses, Dios.
Comimos sus alimentos.
Creímos sus mentirosas fábulas de esplendor.

Para Faraón fue extremadamente fácil esclavizar a ese pueblo que sólo supo conservar tres rasgos "nacionales":
1- sus nombres;
2- sus atuendos;
3- su lengua
(desgraciadamente tan evaporados en la actualidad para muchos judíos).

La esclavitud completa ocupó los vacíos dejados por el abandono de la identidad propia.

400 años duró la esclavitud a Mitzraim.
De los cuales, 210 años vivimos, trabajamos y morimos como esclavos totales.

Sin dignidad.
Sin valores.
Sin valor.

Generación de esclavos que generaban más esclavos, y aumentaba incansablemente el kotzer rúaj (estrechez espiritual), a la par de la rigidez mortuorio de los anhelos de redención.

Esclavo tras esclavo, todos éramos ignorantes de la libertad.
Sabíamos cargar nuestro oprobioso emblema de ser-cosas.
Tolerábamos con pasión el sufrimiento.

Hasta que surge Moshé.
El que en hebreo significa: "de las aguas sacado".
El que en egipcio significa sencillamente: "hijo".
Un hijo de su tiempo.
Un hijo de sus circunstancias.
Uno que sabrá sacar agua, de las aguas, entre las aguas y caer por causa del agua.

Un israelita-egipcio.
Educado en la libertad.
Criado en la opulencia.
Entrenado en la arrogancia.
Asimilado por completo a la condición de egipcio.
Un israelita de "nacimiento", pero egipcio hasta la médula.

Moshé era el más esclavo entre los esclavos.
Pues, 
por entero había dejado su identidad.
Completamente era egipcio.
Y,
porque a sus hermanos desconocidos
les comían las espaldas los látigos,
les quemaban las manos los ladrillos,
les mordían las llagas la miseria,
pero,
a él,
príncipe egipcio,
el gozo de ser egipcio
lo acomodaba más y más en la vulgar letrina de 
la esclavitud perfecta.

Moshé,
nieto de Faraón,
de estirpe real,
era un miserable esclavo,
engalanado como noble
dios egipcio.

Y, sin embargo, en Moshé germinaba la rebelión.

No se conformó con ser un esclavo dominante.
No halló gracia en el manejo del látigo.
Ni satisfacción-plenitud en la idolatría.

Moshé el príncipe, debió crecer espiritualmente antes de ser Moshé el hebreo,
es decir,
el que se opone a la esclavitud,
el contrario al paganismo de toda índole.
Moshé debió salir al choque con la realidad, 
antes de ser Moshé.
Moshé debió matar al egipcio,
eliminar a Moshé,
antes de intentar el peregrinaje,
rumbo al encuentro de Moshé.
Moshé desperdició 40 años de libertad en la corte de Faraón.
Moshé maduró durante ese tiempo en palacio.
Moshé adquirió sabiduría, estrategia, cordura, racionalidad,
en tanto que príncipe,
en tanto que metáfora viviente de
la más completa
y perversa
esclavitud.

Luego de ese tiempo,
huyó de la colmada de lujos tierra de opresión,
de la que nadie escapaba,
con SU sangre egipcia escurriendo entre sus dedos.

Huyó al infinito desierto.
Huyó durante otros 40 años.
Huyó de sí mismo.

Se internó en las selvas de otra idolatría,
más suave,
menos rigurosa,
más tosca.

Huyó para encontrarse a sí mismo en Joreb.
Huyó para aprender a ser pastor.
A guiar con amor.
A tolerar la estupidez.
A querer la inocencia.

Moshé escapó de Moshé,
para encontrarlo
finalmente escondido en el ramaje 
de un arbusto flameante que no se consumía.
Moshé encontró a Moshé,
en la imperante voz que le ordenaba
ser la advertencia a Faraón,
en la férrea orden de buscar Justicia,
de pregonar Libertad
para los cautivos.

Moshé halló al Moshé tapado por años de perdición.
Moshé, el octogenario, descubrió al Moshé de los hebreos.
Al Moshé de Sinai.
Al Moshé que habló "cara a cara" con el Eterno.
A Moshé, "siervo de Dios".

¿Por qué?
Porque Moshé había descendido hasta lo más profundo en su esclavitud,
pero,
supo luchar contra sí mismo y vencerse.
Porque Moshé emergió de la miasma,
no por milagro,
no por genialidad personal,
no por casualidad,
no por la Providencia,
sino con el trabajo de 80 años de buscar la fugaz imagen
de la salvación personal.

Moshé,
el príncipe de los esclavos murió,
para que naciera
Moshé,
el que es nuestro maestro vivo luego de miles de años.

Murió el idólatra,
murió el ególatra,
y nació el fiel a Dios,
el más humilde entre los hombres.

Murió la idea del Mitzraim ideal,
para emerger la finalidad de Israel,
"Tierra que mana leche y miel",
"Tierra Prometida",
"Pueblo Especial de Dios",
"Nación de sacerdotes y Pueblo consagrado".

40 años de esclavitud en el placer.
40 años de lucha contra sí mismo.
40 años de libertad personal y liderazgo en el camino de libertad de otros.

40 años.
¿No nos suena conocida la cifra?
Los años del desierto.
El tiempo que le tomó a Moshé liberarse de Mitzraim.
El tiempo que le insumió a Israel luchar para despojare de Mitzraim.

40 años que no alcanzaron.
Pues, Moshé, el libre y maestro libertador
(pues el que libera es Dios, pero el que enseña a liberarse es Moshé),
murió en el destierro,
a la vista del "Paraíso",
fuera de la perfecta realización de su ideal,
por haber dudado momentáneamente en que Dios
puede hacer brotar vida de lo yermo,
hacer que por medio de la palabra surja agua de la roca,
por haber desconfiado un instante en que Dios 
puede extirpar Mitzraim de los hebreos.

Porque la Generación liberta y rebelde,
las ovejas indisciplinadas de Moshé
fueron enterradas en el generoso desierto de la no libertad.

Es que,
la esclavitud, cuando prende en las vidas humanas, es arduo de quitarla.
Y, como un maligno virus,
se reproduce eficientemente.
Por eso, cada generación no recuerda Pesaj,
lo revive,
pues,
Mitzraim está aquí nomás,
quizás dentro nuestro,
incluso dentro del mismísimo Moshé.

Por eso,
cada Pesaj comemos matzá,
sufrimos del sabor del maror,
reconstruimos las ciudades prisiones de Faraón,
rememoramos nuestra historia propia,
cantamos a la Liberación,
confiamos en el Redentor (Dios),
pero,
acallamos (hasta lo apenas perceptible) el nombre del maestro Moshé.

Pues, él fue el más acabado modelo de hombre esclavizado.
Y, él supo quitar de sus hombros la opresión de Mitzraim.
Y, él se transformó en eved HaShem -siervo de Dios- el más fiel de todos.
Y, él nos indica el camino a transitar para continuar nuestro proceso de liberarnos.
Pero, él nos advierte, que si confiamos apenas un segundo
en otro que no sea Dios,
(aun si confiamos en él, en Moshé),
la Esclavitud está atenta para atraparnos,
y alejarnos de la Libertad.

Por eso, apaciguamos su nombre.
Para saber que no confiamos en hombres,
sino en el Eterno.

Si les quedan interrogantes, comentarios o sugerencias, háganlas llegar que son siempre muy bienvenidas.

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