El orden de los factores

A veces puedes pensar que tendrás ese elusivo éxito, tan esperado, cuando comiences a hacer dinero, o cuando seas admitido en determinado grupo, o cuando esa persona te acepte en matrimonio, o cuando te mudes, o cuando cambies de trabajo, o al divorciarte, o al jubilarte, o cuando… y pospones el verdadero factor del éxito detrás de ilusiones.

La cuestión es simple: mientras el miedo siga entorpeciendo tu avance, ninguna de los factores externos conducirán al verdadero éxito.
Podrás amasar una fortuna, pero no estarás satisfecho.
Serás miembro de ese grupo, y todavía se escapará tu aprobación social.
Convivirás con esa persona especial, y aunque te duela confesarlo, seguirás sintiendo la soledad.
Comprarás una bella casa en el barrio de tus sueños, para amargarte por la hipoteca, la distancia, la inseguridad.
Te contratarán de aquella empresa, pero no sabrás mostrar tus dotes y crecer.
Así con cada una de las otras falsas premisas del éxito, porque en tanto el interior no esté en paz, no sea receptivo al bienestar, no podrás disfrutar.

Puedes hacer diferente.
Está bien que hagas dinero, te mudes, te amigues, te asocies, esto y aquello, pero no como el único y principal paso a dar.
Tienes que tomar conciencia de tus miedos.
Admitir que ellos te dominan.
Encontrar qué los motiva.
Tomar medidas para actuar con cautela, pero no con miedo.
Avanzar allí en donde el miedo te dice que caerás o serás destruido, para darte cuenta que el miedo era una fantasía terrible, que te anclaba e inmovilizaba a una situación dolorosa.

Ese miedo delimitaba tu Zona de Confort a un espacio falsamente confortable, que te daba la impresión fantasiosa de que estabas bien. Te proponía un mundo terrible más allá de su límite, y te prometía entonces resguardo en tu parálisis y atontamiento. “¡Quédate aquí, aunque no estés tan bien, porque allí seguramente estarás peor! ¡Más vale malo conocido que bueno por conocer!”. Así te asfixiaba en tu pobreza, soledad, envidia, rencor, amargura, ira, ignorancia, idolatría, reverencia a pastores-lobos, aceptación de maltrato, etc.

Tus dones, regalos de Dios, se marchitaban sin ser usados.
Tu poder se anulaba, te sentías impotente.
Tu ansiedad por controlar, te dejaba cada vez más débil, incapaz de dominar lo que naturalmente estaba en tu potestad.
Te amargabas, enojabas, encerrabas, esperanzabas vanamente, más y más; para tropezar una y otra vez, confirmando aquello que tu miedo vociferaba.
Eras el motor de tu fracaso, dándote cuenta o ignorándolo.

Puedes dar el pasito más allá del límite impuesto por el miedo.
Una buena idea, cuando ayudas a otros de forma desinteresada, estás salteando por encima de tu miedo, desplegando tu capacidad, manifestando tu poder. Por si fuera poco, estás sintonizando con la Voluntad del Eterno.

Estarás en la senda del éxito al no desesperarte por poseer, por controlar; sino al aceptar lo que sucede, controlar lo que está en tu dominio, disfrutar sanamente lo que te corresponde.

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Jonathan Ortiz

Moré, es difícil tomar la decisión de ayudar a otros y más difícil aun es hacerlo, pero una vez hecho se liberan una serie de sentimientos positivos, principalmente de verdadero control, de genuino poder y de consciencia de que en realidad la situación que se pueda estar pasando no es tan mala como el ego hace creer.

Gracias por el texto.

Jonathan Ortiz

Con gusto. Muchas gracias. Saludos a los suyos.

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