Sexo sacro

Somos NESHAMÁ, por tanto atados al infinito, a la inmortalidad.
Pero también somos cuerpo, que es limitado, corruptible, pasible de muerte y destrucción.

El cuerpo porta un instinto que anhela el infinito, al poder completo, la inmortalidad.
La creación nos ha brindado un elemento natural para trascender nuestra propia muerte, para perpetuarnos más allá del final físico: el procrear.

Así es, cuando damos vida a nuestros hijos, estamos también traspasando algo de nuestro ser hacia la posteridad, para burlar a la muerte, saltar por encima del final corporal.
También contamos con sucedáneos culturales, tales como dejar obras de diversa índole, escribir un libro, plantar un árbol, educar a nuestros congéneres, etc.

Pero, como puedes ver el sexo nos relaciona fuertemente con dos poderosos misterios: el de la vida y el de vencer a la muerte.
Es por ello que podemos disfrutar de lo permitido en el sexo, pero sin perder de vista su índole sagrada.

Por ello, en la Tradición se nos afirma que el encuentro sexual debe ser un momento de santidad, pleno de respeto, con sentido; no meramente un encontronazo de pasiones animales.
Así, conocer las reglas y mantenerlas, es un bien preciado que nos beneficia de manera múltiple.

Tenlo presente, aprovéchalo.