Claves: Animal, perro, macho, hembra, castrar, reproducción, sexo, instinto, etología, apareamiento

Shalom.
Gracias por participar.

El precepto 291 (según los enumera el Sefer HaMitzvot) dentro de los 613 mandamientos que el Eterno ha ordenado en Su Torá a los judíos, prohíbe que los machos humanos, de animales terrestres o de animales voladores sea castrado.

Entre otros motivos, porque de acuerdo a la voluntad divina los animales deben reproducirse y multiplicarse; para lo cual el Eterno ha conferido (generalmente) al macho (de los mencionados más arriba) el rol activo de apareamiento, que es la manifestación del instinto de búsqueda de pareja reproductiva. Es decir, por naturaleza es (generalmente) el macho el que sale a satisfacer la demanda de aparearse, siguiendo su propensión a exteriorizar sus impulsos y sus apetencias (y quizás impulsado por el influjo de las feromonas de la hembra).
Por lo tanto, al castrar un animal estaríamos bloqueando el deseo de Dios para con las especies vivas: de reproducirse y perpetuarse.
Sin embargo, esta prohibición está establecida exclusivamente para los machos (genitalmente saludables) de la especie. Al parecer, la razón para esta diferenciación por género, se encuentra en el instinto de apareamiento activo del macho que mencionamos más arriba.
Le recuerdo que está prohibido hacer sufrir innecesariamente a un animal.

Las razones por la cual (según usted me dice) se castran a las perritas en lugar de los perritos, no se la podría decir, sería mejor que se lo preguntara a algún veterinario.

Aprovecho para desear a todos un 5763 de plenitud  y bendiciones, ¡Shaná Tová!, y recuerden que la tzedaká es uno de los fundamentos del mundo.

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Iebarejejá H' - Dios te bendiga, y que sepamos construir Shalom

 Yehuda Ribco