Estudio por la elevación del
espíritu de Pilar Allende Kingston,
que ella sea recordad para bien
1
"Y el Eterno miró con
agrado a Abel y su ofrenda,
pero no miró con agrado a Caín ni su ofrenda.
Por eso Caín se enfureció mucho, y decayó su semblante.
Entonces el Eterno dijo a Caín: -¿Por qué te has enfurecido? ¿Por qué ha
decaído tu semblante?
Si te enmiendas, ¿no serás enaltecido? Pero si no te enmiendas, yacerá el
pecado a la puerta. Y hacia ti será su deseo; pero tú lo puedes dominar."
(Bereshit / Génesis 4:4-7)
Como seres humanos, naturalmente tenemos sentimientos no resueltos en
nuestro interior.
Sentimientos pesarosos que están ahí, lo sepamos, o no; los queramos, o no.
Estos sentimientos nacen, principalmente por el conflicto entre los deseos
del ietzer hará1 y los anhelos del ietzer hatov2.
Y también tienen su génesis en el desequilibrio que se produce entre el
requerimiento de cualquiera de los dos con el contexto.
El conflicto y el desequilibrio están
señalando una sensación de carencia interna3.
Esta falta es vivida como dolorosa, y al mismo tiempo como imposible de
resolver.
Planteado así este dilema existencial, el
recurso habitualmente empleado es el de esconder bien dentro de nuestro ser
nuestro dolor profundo.
Se lo tapa, se mira para otro lado, y se hace de cuenta que no existió y que no
está allí, vivo y pendiente por saltar.
Cuando guardamos, cual si fueran oscuros
tesoros, sentimientos de dolor,
estos suelen convertirse en enojo.
Este enojo insistentemente se vierte sobre el afuera,
sobre objetos y sujetos,
y se echan culpas, se escupen reclamos, se protesta con fuerza...
pero sin embargo, es un enojo que siempre, se sepa o no, es contra sí mismo.
Como el enojo hacia uno mismo no es un
sentimiento aceptable,
la conciencia lo destierra al inframundo interior,
y allí, se encuentra con el dolor escondido que lo motivo.
Entonces, el dolor inicial se potencia con el enojo,
y de esta mezcla explosiva emanan oscuros sentimientos que suelen
presentarse bajo diversas apariencias: celos, envidia, remordimientos,
indiferencia, dudas extenuantes, ataques de ansiedad, bruscos cambios de
humor, sentimiento de culpa y/o inutilidad, reacciones desorbitadas,
hipersensibilidad, negativismo, oposicionismo, desesperanza, sentimientos de
impotencia, autodestrucción.
Y cuando uno esta enojado consigo mismo,
se está en los inicios de un estado de depresión.
Tanto el dolor tapado y guardado,
como el enojo,
así como las manifestaciones visibles del mismo,
son tóxicos para nuestro organismo.
Nuestros pensamientos/sentimientos negativos
que hemos guardado en nuestro interior,
están constantemente reclamando atención,
malgastando energías vitales,
desgastando nuestro ser total (lo físico, mental,
moral, social, etc.).
Y por esto somos prisioneros de lo que no queremos
aceptar.
Nuestros sentimientos negativos se convierten en nuestro faraones internos,
que con saña y desprecio nos demandan, exigen, des-ordenan, drenan nuestra
alegría y vida.
No hay placer, que se esfuma,
o se evapora detrás de tantos mandatos verticales,
tantas presiones y requerimientos desmedidos.
Y para empeorar las cosas,
estos faraones internos
no solamente nos dañan abusando de nuestras fuerzas,
y por lo tanto dejándonos desamparados, y con mayor sentimiento de
indefensión, de poco valor.
Sino que, además, nos inducen e introducen en situaciones que sirven para
reforzar y reconfirmar esas ideas/sentimientos que tenemos anclados: que no valemos nada, que somos inútiles, que la vida
es injusta, que la gente es mala...
Nos llevan a ponernos en instancias de frustración, que nos reafirman en
nuestra sensación de inutilidad4.
¿Es necesario indicar que una persona en estas
condiciones experimenta sentimientos profundos de baja autoestima?
2
"el hombre dejará a
su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne"
(Bereshit / Génesis 2:24)
Desde nuestros iniciales momentos es
fundamental la influencia del medio familiar en
nosotros.
Quien estamos siendo, nuestra personalidad, es en buena medida una
construcción social, que emplea como ladrillos los modelos de nuestros
mayores que hemos internalizado hasta convertirlos en parte nuestra5.
Papá y mamá,
o aquellos que cumplan sus roles durante el proceso de crianza inicial del
niño,
y todas las personas significativas del entorno,
pasan a ser figuras internas, dentro de la psique de cada uno;
y allí pasan a ser elementos organizadores/formadores de la propia personalidad.
Cuando aceptamos esta realidad,
tenemos la oportunidad de conocernos en mayor profundidad,
y estamos habilitados para comprender (aunque no se
comparta) sin juzgar/condenar,
las actitudes y conductas de nuestros familiares,
de nuestros formadores,
y así vivir con mayor libertad y calidad de disfrute de la
vida.
Aceptar,
conocer
y reconocer
no significa mantenerse en la línea que se ha estado siguiendo;
sino tener la opción de dar un paso al costado, para uno y otro lado,
y avanzar por una nueva ruta,
o,
voluntariamente continuar la senda que ya venía siendo trazada desde antaño.
Quien experimenta baja autoestima suele
carecer de confianza en las posibilidades propias,
bien sea por vivencias que
así se lo han hecho sentir,
o por la respuesta de sus otros
significativos,
es decir, de las personas importantes en la vida del sujeto
que mediante sus mensajes refuerzan el sí
mismo o lo menoscaban6.
Los mensajes que recibimos desde pequeños se hacen carne.
Nuestra personalidad
se va formando por lo que los demás piensan que soy (y que me lo
transmiten mediante palabras y actitudes),
lo que yo creo que los demás piensan que soy,
y
lo que en realidad yo mismo creo que soy.
Es decir,
"somos" (o actuamos con intensidad vivencial)
las etiquetas que nos ponen,
las que suponemos que nos han puesto,
y la que considero que me corresponde.
Si me etiquetan como "tonto",
o si me parece que los que me rodean me tratan de "tonto",
o yo me siento como "tonto",
sin dudas,
que seré tonto,
cuando en verdad, mi esencia espiritual bien lejos quizás esté de esa
etiqueta7.
Y es cierto,
la persona puede luchar contra la etiqueta,
y esmerarse por ser otra cosa,
pero es muy difícil darse cuenta de las etiquetas que nos manipulan
desde nuestro inconsciente,
y mucho más difícil construir una personalidad limpia de etiquetas
perjudiciales.
El ser humano es un ser inmerso en un océano simbólico,
y nuestras reacciones intersubjetivas están en función de nuestras
comunicaciones (que incluye lo verbal, lo paraverbal,
y lo actitudinal)8.
Cuando afirmamos nuestra identidad, esa que
hemos heredado, y que adoptamos como "yo",
lo hacemos ante nosotros y
ante los demás.
Suele haber una brecha entre la identidad pública y la
personal.
Y especialmente suele haber un abismo
entre la esencia espiritual prístina e inmodificable, que podemos llamar
"yo esencial",
y esas máscaras, esos personajes, que podemos llamar "yo vivido".
Esos hiatos se expresan en un mal-estar,
en un dolor,
que como hemos visto,
suele hundirse en el interior del ser
y carcome sus energías,
y hace fecundar el enojo, la angustia y la baja autoestima9.
3
"R. Levi bar Hama dijo en nombre
de R. Shimeon ben Lakish: Una persona debe incitar siempre su tendencia
positiva para sobreponerse a su tendencia negativa...
Si lo sojuzga, es cosa buena y correcta.
Si no, que estudie Torá...
Si lo sojuzga, es cosa buena y correcta.
Si no, que recite el Shemá...
Si lo sojuzga, es cosa buena y correcta.
Si no, que se acuerde del día de su muerte..."
(TB Berajot 5a)
Debemos considerar el tiempo como una variable
fundamental.
El tiempo que es el limite sin escape,
que es el que engulle nuestra vida sin pausa ni remedio,
y que nos
enfrenta con la certeza de ser nada (materialmente), de
morir.
Sin embargo, el "no ser", el morir a Este
Mundo,
es también un evento que se da en vida.
Hay "muertos vivos" por todas partes.
Son aquellos que viven en la rutina de las imposiciones ajenas, de los que
pasan acríticos por la vida, asumiendo posturas y actitudes a las que se han
sometido en cierta época, y a las que han permanecido esclavos.
Son aquellos encadenados a las diferentes dependencias que les nubla la
mirada, les turba el raciocinio, les anestesia el alma, y los lleva por la
vida sin sentido ni deseo de trascendencia.
Éstos, son muertos vivientes, ajenos a todo y todos.
Indiferentes a su ser.
Carentes de preguntas profundas, pues ya cargan cual mochila a sus espaldas
todas las respuestas dadas.
Éstos, son seres inauténticos, caras de caretas.
Cuando viven en la insinceridad esencial,
aquella que oculta su "yo esencial" tras el personaje del "yo vivido"
están arrastrando consigo una enorme brecha existencial/espiritual,
una renuncia profunda,
que los lleva a graves dolores.
Dolores, que como anunciamos más arriba, son escondidos en las entrañas del
sí mismo y llevan hasta las más terribles condiciones a la persona.
Confrontar nuestra propia finitud,
es un directo ataque a las
mágicas ideas de omnipotencia y eternidad tan características de la persona.
Es que, por lo general nuestra propia muerte no entra dentro del cuadro de probabilidades,
a menos que algún acontecimiento certero así lo prediga,
tal como una lesión mortal, una enfermedad terminal, o el inexorable
decaimiento del físico.
Y a pesar de las cruentas señales, nos resulta inconcebible el "no ser" en
Este Mundo.
Se niega la persona a confrontar su destino mortal.
O, convierte a la muerte en un mítico personaje persecutorio,
y hace del escape de la muerte,
un fantasmagórico motivo para permanecer en vida, pero sin vivirla.
Recuerdo un joven consultante que soñaba con la muerte,
se regodeaba con pensamientos referidos a su muerte,
no pasaba un encuentro sin mencionar a la muerte,
y de paso, pasaba su vida sin vivirla en lo absoluto.
Rehuyendo reconocer la propia muerte,
se concibe fantasiosamente una vida de eterno retorno,
de repetitivas posibilidades de crecer,
sin abocarse realmente nunca a la tarea del auto-perfeccionamiento.
Pero, cuando se despeja la mente de pre-juicios,
se despuebla el corazón de malezas espirituales,
y se encaminan los pasos por el correcto sendero,
la persona puede apreciar el don que es tener una fecha de caducidad,
un día para morir.
Cuando aprendemos el valor insustituible del tiempo,
reconocemos que nos señala la fugaz riqueza del momento presente,
la incertidumbre respecto a lo porvenir,
y la presión que desde nuestro pasado nos modela.
El vivir con intensidad el momento presente,
respetando nuestra esencia,
y preservando nuestro futuro,
es una clave para aprender a valorarnos/estimarnos con justicia.
Si estamos comiendo, comemos.
Si estamos besando, besamos.
Si estamos trabajando, trabajamos.
Si estamos de luto, lloramos.
En palabras del sabio predicador:
"Todo tiene su
tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora"
(Kohelet / Predicador 3:1)
Y es ESA hora,
ESTA hora,
la que debemos vivir a plenitud.
Pues no pasamos por el tiempo,
sino que somos tiempo.
4
"Reconozco ante Ti,
Rey vivo y existente,
que me has retornado mi espíritu
con gran compasión,
pues grande es Tu confianza (en mí)"
(Siddur, primero rezo al despertarse)
La persona es dinamismo.
Lo único permanente, y sin modificación posible, es su espíritu puro que el
Eterno le confiere constantemente.
Lo que materialmente pareciera permanecer son los registros de su memoria,
pero ni siquiera, pues están en permanente reinscripción o activo reforzamiento.
Así pues,
no existe una sentencia de cadena perpetua bajo el mando ingrato de nuestros
faraones,
pues tenemos la chance de desprendernos de nuestras dependencias,
y andar con pasos firmes hacia la libertad.
A diario,
a cada instante en realidad,
podemos aproximarnos a nuestra libertad,
o podemos retroceder,
allí está siempre la opción para que escojamos10.
5
"Uno es llevado por
el camino que desea transitar"
(TB Shabbat 104a)
Pero, si estamos siendo gobernados por
faraones que están en nuestro interior, ¿cómo hacer para romper sus cadenas,
y ser libres de tomar nuestros caminos?
¿Cómo saber que no estamos actuando bajo otro pre-juicio, uno que se
presenta como libertador, pero que mantiene a la persona apresada en una
dependencia tóxica?
Para una persona adulta, se espera que en su
madurez cuente con los siguientes rasgos:
Cualidades externas
a) Aceptación de la realidad: Tener una percepción lo menos prejuiciosa
posible del contexto, menos basado en deseos y fantasías y más en lo
racional.
b) Armonía y adaptación: en lo social, laboral y familiar.
c) Independencia: poseer criterios propios, capacidad de lograr sustento
económico, alcanzar un adecuado nivel de relación heterosexual.
d) Tolerancia: a las propias frustraciones, fracasos y limitaciones y a las
diferencias e imperfecciones de los demás.
e) Responsabilidad: por el resultado de nuestras acciones y por las personas
que están a nuestro cuidado.
f) Expresividad: capacidad para comunicar los propios sentimientos e ideas.
g) Creatividad: como expresión de iniciativa, plasticidad y libertad.
h) Solidaridad: con el prójimo y con el ajeno.
i) Generosidad: capacidad de dar cabalmente, sin esperar recibir nada a
cambio.
Cualidades interiores:
a) Capacidad de Insight: darse cuenta de las propias
posibilidades, motivaciones y limitaciones. Aceptarse como se es.
b) Manejo constructivo de la ansiedad y agresividad.
c) Aceptación de la variabilidad de las circunstancias
(buenas y malas). Satisfacción con la vida.
d) Capacidad para establecer relaciones afectivas estables y satisfactorias.
e) Continuidad, consistencia y unidad de la personalidad.
f) Capacidad de estar solo: tolerar sin angustia los períodos razonables de
soledad.
g) Tener proyectos y metas realizables y ser consecuentes con ellos.
h) Capacidad de servir sin caer en servilismo.
i) Aceptación de la existencia del Eterno.
Una persona con tendencia saludable es un ser
activo/dinámico,
no sujeto a cadenas irracionales más allá de las imprescindibles.
Una persona con tendencia saludable es un ser en busca de la autonomía
relativa,
fundador de su libertad,
constructor de la paz y armonía.
La libertad implica necesariamente hacerse cargo de
la realidad,
así como también implica hacerse cargo de la propia realidad que se
quiere ser.
Es necesario reconocer que la personalidad se va haciendo,
deshaciendo
e incluso
rehaciendo.
El yo que se está siendo,
el "yo vivido"
es una relación consigo mismo,
y una relación el "yo esencial"
y con las cosas y con los
otros yo.
No existe una percepción del "yo vivido" que sea pura,
como textual sin su contexto,
ya que nuestros actos e intenciones acontecen en
la medida que el ambiente, el contexto, nos suministra hechos que vamos
procesamos.
Así pues,
el que vive con tendencia saludable,
busca aproximar su "yo vivido" a ese "yo esencial",
al yo espiritual e inmodificable que reposa en nuestro ser;
a la vez que hace equilibrios constantes para no caer fuera del marco de
referencia del contexto.
Es un trabajo duro,
sin pausa,
pus la tendencia saludable no es una cosa dada y estática,
sino que, como hemos dicho,
implica un dinamismo constante.
Para que nuestra actividad tenga frutos
positivos,
es básico creer en nosotros mismos,
en nuestras potencialidades,
y en nuestra pureza esencial espiritual.
Confiar en que podemos, es el primer paso a
dar11.
Saber que de uno depende el mejor intento pero
no alcanzar la meta, es una gran ayuda.
Darse cuenta que si uno no se ama, nadie lo hará, es otra gran ayuda.
Aprender a renunciar, cuando eso es lo correcto, es otra ayuda.
La generosidad auténtica, es un pilar de todo
proceso de sanación.
El dar, racionalmente y sin servilismos, al prójimo sin esperar nada a
cambio,
sostiene con firmeza la estructura de la
personalidad saludable.
Dejar de considerar nuestras ideas y
sentimientos como "sagrados", y comenzar a intentar otras posibilidades,
alternativas.
El prejuicio, es un falso pensamiento,
pues en una época fue idea pensada,
fue un juicio,
fue dinámica.
Pero cuando la persona toma esa idea como referencia constante,
y ya no ejerce su juicio,
entonces no existe realmente pensamiento,
sino idea pre-juiciosa.
Y un prejuicio puede servir en escasas ocasiones,
pero sin dudas es tóxico en la mayoría de las situaciones.
Es imprescindible correrse del falso pensamiento,
del prejuicio,
o de la idea que cae verticalmente,
para intentar PENSAR,
que es intentar alternativas horizontales, diferentes a lo que es habitual
(sin desechar tampoco la posibilidad de lo que hasta
ahora fue efectivo lo pueda seguir siendo).
Restar poder a esas afirmaciones reiteradas
que asumen tales o cuales características propias y ajenas, y pensar en que
quizás eso que tan fielmente seguimos no es más que una doctrina gastada,
sucia e inútil... y para peor... ¡falsa!
El altivo, aquel que se cree más de lo que
realmente está siendo,
está sumido en su baja auto-estima.
Reconocer nuestros defectos,
nuestra limitada capacidad,
no es sinónimo de angustiarse o deprimirse,
sino de humildad,
cuando está acompañada de la correcta percepción de nuestras capacidades y
potencialidades.
El altivo es esclavo de su errónea percepción, que lo mantiene descaminado y
lejos de la salud y real éxito.
El permanentemente confuso o dubitativo, el temeroso de su vida, el
melindroso, el idólatra, el fanático, el misionero, el empedernido, el ruin,
el bravucón, el destructor, todos ellos pisan en el terreno cenagoso de la
poquísima auto-estima.
Se visten con un "falso yo", su "yo vivido" que a ponchaos los
protege ilusoriamente de la confusión y desorientación que les provoca la
vergüenza internalizada, la falta sentida, el enojo tragado por no saber
canalizarlo saludablemente.
No es de fracasado el recurrir a un apoyo
externo,
sino que es de prudente, e incluso de sabio,
para de ese modo tener quien nos alumbre en lo que estamos enceguecidos,
y para adquirir habilidades y técnicas que nos son ajenas,
y que servirán para aprender a vivir de un modo más saludable.
Al ir adquiriendo patrones de conducta saludables, que nos son ajenos en
cierto momento,
y al ir internalizando esos patrones de conducta merced a un continuo
ejercicio de los mismos,
finalmente esos patrones externos, se convierten en parte de uno mismo.
Así, los nuevos patrones de conducta, que son más saludables,
tomarán el lugar de los patrones nocivos,
y a éstos les restarán energías, hasta quizás su extinción12.
A veces es imprescindible recurrir a una ayuda para descubrir nuestras posibilidades
dormidas,
o nuestras energías canalizadas destructivamente.
Cuando solos no
podemos, hemos de recurrir a quien nos pueda acompañar en el camino de
fortalecimiento de la autoestima, a quien nos ayude a ver con otros ojos el
"yo esencial" y a que descubramos las máscaras del "yo vivido".
Y es esencial reconocer el lugar del miedo, y
sus tretas.
No actuar movidos por el ejercicio de nuestros
miedos,
sino hacer en base a nuestras decisiones.
El miedo se alimenta de miedo,
por tanto,
una actitud de confianza,
aunque en principio sea una im-postura,
si es mantenida con constancia,
finalmente redundará en un triunfo sobre el miedo,
y por consiguiente,
en un aumento real de la auto-confianza.
El miedo se alimenta del miedo...
Cuando nuestra libertad se encuentra acotada por la
inseguridad en nosotros mismos,
o por el permanente miedo a lo que sobrevendría,
es el momento de pedir ayuda.
Evitaríamos mucho sufrimiento, complicaciones
y problemas,
si en vez de dar por sentado lo que pasa conmigo o con el otro,
si en lugar de suponer,
pudiésemos preguntar y expresar con autenticidad nuestro sentir.
Pero, el de baja auto-estima teme a la respuesta,
y por tanto,
se fanatiza en la respuesta que ya ha él mismo se ha dado.
No pregunta, ni demuestra su ser real,
pues cree saber la respuesta.
La da por sentada... y generalmente ésta es errónea... ¡o peor!... genera
que el otro le confirme esa respuesta tan temida.
Victima del "efecto tiburón"13,
por miedo a no ser queridos y rechazados
nos sometemos a la más terrible de las soledades.
Solemos permanecer en soledad estando acompañados.
Entonces encubrimos nuestra angustia y nuestro ser desvalido con máscaras,
con "yoes vividos",
y somos el autosuficiente, el fuerte, el sabelotodo, el fracasado, el
violento, el insaciable, el tímido, el parlanchín, el antisocial, el
retraído, el avaro, el posesivo, el disperso...
Y en VERDAD NO SOMOS esa máscara,
esas máscaras,
las
estamos siendo,
pero nuestro yo, ese que "somos",
está ahí, en el fondo,
apabullado y a la espera de poder emerger con todo su caudal de dicha,
bienestar y salud.
Podemos conectarnos con nuestro ser
real,
con ese yo rebosante de fortaleza y deseos positivos, (y en general
suele lograrse mediante psicoterapia, y particularmente la
CABALATERAPIA).
Podemos armonizar el "yo esencial" con el "yo vivido".
Podemos hacerlo,
cuando encontramos nuestro ser interior,
y lo rescatamos del fango en el cual está aplastado (un cúmulo de máscaras,
faraones internos
y mandatos verticales (prejuicios)),
y lo hacemos sobresalir por sobre nuestros miedos.
En ese momento,
la lucha contra nosotros mismos se detiene,
una nueva manera de conducirse se adopta,
una nueva luz alumbra nuestra mirada serena y firme,
nos oímos, quizás por vez primera, hablando desde nuestro ser,
escuchamos, por primera vez, al otro en su diferencia,
nos animamos a cuestionar esos falsos pensamientos que nos rodean y llenan,
pateamos lejos las máscaras que nos hacen vivir mal,
y sentimos el placer, realmente el placer...14
Moré Yehuda Ribco
¿Colaboró usted ya con SerJudio.com?
Notas:
1- Natural
tendencia
hacia lo negativo, hacia lo destructivo y disgregatorio.
2- Natural tendencia hacia lo positivo, hacia lo que armoniza y
reúne adecuadamente. Es el mandato de satisfacer el potencial propio, un
llamado a la autorrealización y trascendencia.
3- Tanto el ietzer hatov como el ietzer hará
persiguen lo que sienten que les falta. Este sentir puede ser acorde con la
realidad, o solamente una ilusión. Así por ejemplo el ietzer hatov busca
que la persona alcance mayores grados de perfeccionamiento, incluso cuando la
persona vive una vida decorosa y acorde con los mandamientos del Eterno, Y el
ietzer hará, presiona casi sin descanso para que la persona calme sus
apetencias, generalmente sensuales; aunque la persona pudiera estar satisfecha
con lo que tiene.
4- Es por eso que al parecer volvemos incesantemente a repetir
situaciones tormentosas, que conscientemente no buscamos. No es un negro
destino, sino una "dependencia" psicológica que nos presiona para reiterar
aquello que ya conocemos, aunque nos dañe. Por ejemplo, la mujer que se
"enamora" de hombres viciosos, y reitera una y otra vez su tipo de elección, por
más lágrimas y desengaños que haya sufrido en el pasado.
5- La
construcción de la personalidad humana es multifactorial, pues intervienen
elementos espirituales,
somáticos o físicos,
mentales o psicológicos
y educacionales/ambientales.
6- Un padre sabio y prudente no le dice a su hijo que está
actuando incorrectamente: "Tonto, o "Malo".
Sino que le dice: "No estás actuando a la altura de tu nivel".
7- Habitualmente, disparamos a granel frases hechas, que nacen en
conceptos pre-hechos, los llamados pre-juicios. Los pre-juicios son ideas que
están enquistadas en nuestra mente, que en alguna oportunidad probablemente
fueron "juicios", pensamientos, pero que luego se rigidizaron y se transformaron
en pre-juicios.
Se tiene la impresión, inconscientemente, de que es más sencillo vivir en base a
pre-juicios, pues no se hace el gasto de pensar, ni se sufre por
reconocer las falencias.
Así, el pensamiento a-crítico, el prejuicioso, es monarca... es uno más de los
duros faraones internos que nos domeñan.
El prejuicio nos lleva a continuar cavando en el pozo largamente
seco, con la ilusión de que allí surgirá el agua, como antaño surgía; en vez de
dar un paso al costado, y probar horadar un nuevo pozo.
8- Las etiquetas comienzan a imponerse antes de
nacimiento,
incluso antes de la concepción del nuevo ser,
y se plasman con el nombre que se nos asigna que forja un concepto social de quienes
somos. Nuestro nombre se identifica con quienes somos de modo inseparable,
para los otros y para nosotros mismos.
9- "Las manifestaciones de la vida psíquica deben ser examinadas como
reveladoras de modos esenciales de existir y proyectar un mundo. Cada enfermedad
es específica y cada caso tiene su particularidad en virtud de la condición y
libertad de paciente" ( Ka rl Jaspers).
10- "El tener o no tener un tesoro no es lo que cambia la vida, sino el saber
que uno es dueño de ese tesoro. El que no sabe lo que tiene es como que no lo
tiene." (Rav Avigdor Miller).
11- La teoría de la personalidad de Carl Rogers lo sintetiza: "el hombre es un organismo
digno de confianza".
12 - "La autotrascendencia es
el proceso mismo y por ser una cualidad existencial, todos y en cualquier etapa
de la vida podemos autotrascendernos, incluso en la enfermedad y el
sufrimiento." (Viktor Frankl).
13- Leer el texto
que se abre
haciendo
clic aquí, y en particular la nota al pie "5".
14- Para otra ocasión
queda que hablemos acerca de la GRATITUD, la GENEROSIDAD y la COMPASIÓN como
claves para llevar una vida saludable.
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