Habíamos aprendido que, de
acuerdo a nuestra Tradición, la boca de la persona está vinculada a la
sefirá -esfera, potencia- de Maljut (dominio)
Y aprendimos también que, el mandamiento ordenado a los humanos que tiene
la finalidad de refinar nuestro comportamiento en relación a esta
sefirá, es el de sostener sistemas legales/judiciales. Porque en la
base del desarrollo verdaderamente humano se encuentra la justicia, en
amparo de la delimitación clara entre lo que es correcto de lo que no lo
es.
Profundicemos un poco al respecto, desde nuestra perspectiva de la
Cabalaterapia.
La Torá (Vaikrá / Levítico capítulo 13 y
siguientes) nos ofrece la visión de una enfermedad conocida como
Tzaraat, que es habitualmente identificada con la
lepra.
En realidad, no es tal.
Compartía con dicha enfermedad que principalmente atacaba la piel, pero,
el resto de sus características la colocaban en una clasificación
particular.
Tzaraat era una afección corporal emergente exclusivamente
de una carencia, o degradación en el plano espiritual.
Es decir, no había que buscar virus, bacterias, ataques de agentes
externos, etc., sino en el seno de los pensamientos/emociones/acciones del
metzorá -la persona afectada.
Es que, la raíz de este mal fue identificada por nuestros Sabios como el
Lashón-hará -literalmente: mala lengua. Habladurías, murmuración,
chisme, etc.)
Y esgrimen (al menos) dos demostraciones para tal lúcido diagnóstico:
-
El ejemplo tomado de lo que le
aconteció a Miriam, hermana de Moshé / Moisés, que sufrió este mal a
causa de murmurar en contra de la dignidad de Moshé (Bemidbar / Números
12:1-16)
-
Por la transposición de letras en la
palabra metzorá (en hebreo se escribe: m-tz-o-r-h,
pues no hay letras para las vocales), que conforman motzirá
-maledicente.
Lo que aprendemos primariamente es que en
el plano de la estricta justicia retributiva (midá kenegued midá)
cada cual recibe lo que da.
Aquel que propala en su entorno un mal nombre acerca del prójimo, lo que
busca es excluirlo de la sociedad, y es muy común que lo consiga.
Por que tal es su finalidad, la estricta justicia retributiva, que trabaja
de acuerdo al principio de restablecer el equilibrio, le retribuirá
apartándole de la sociedad.
¿Cómo?
Pues, en épocas del Tanaj operaba por medio del tzaraat, enfermando
su piel, que es el primero y más extenso de los órganos del sentido,
nuestra cobertura que nos aleja a la vez que nos aproxima del entorno.
Tanto por cumplimiento de lo dispuesto en la Torá, como por el horror
natural ante la enfermedad, el metzorá era apartado por unos
días de su medio social, hasta que se restableciera físicamente, y pasará
por un ritual de purificación. Lo más interesante de esta enfermedad
cutánea es que, sin ser contagiosa, no se circunscribía al sujeto,
sino que podía extenderse a sus vestimentas, enseres, hogar, etc. Es
decir, cuanto más se aferra la persona a sus hábitos incorrectos, menos
opciones de recuperarse se está posibilitando.
Otra interesante relación la hallamos en
nuestros primeros tiempos de vida.
Si pensamos en nuestro desarrollo, desde emergidos a Este Mundo, podemos
reconocer que tanto la piel como la boca fueron nuestras primeras y más
poderosas herramientas y sentidos. Nos alimentábamos succionando el pecho,
en tanto que nuestra boca y piel percibían los mensajes de nuestra madre
(o de quien nos alimentara)
La conexión era directa y fuerte, y así se mantiene en los recovecos de
nuestros inconsciente.
Por lo cual, nada tiene de extraño que el que atenta contra la armonía del
mundo, abusando de su boca, sea su piel la que reaccione atacándole,
en realidad, avisándole que hay algo incorrecto que debe ser corregido.
Ahora, ¿cómo podemos entender esto
desde un punto de vista de la Cabalaterapia?
La boca (esfera de Maljut, la más baja de las sefirot) puede
actuar como un eco de las emanaciones energéticas de las anteriores
sefirot, por lo que, tiene una presencia definida y un alcance
intensificado, por el traspaso de la energía de una a otra sefirá.
Imaginemos que el comienzo de la energía es como una piedra que cae en un
lago apacible, y nace la primera de las ondas expansivas, que al chocar
contra los bordes del lago, retorna, y choca con las olas que recién están
yendo hacia la ribera. Como consecuencia, lo que era apacible se
transforma en una incoherencia de intercambios no dirigidos.
La energía circulante entre las sefirot culmina por encontrar mayor
repercusión en la boca. Tal como podemos apreciar en el esquema que
presentamos aquí de las siete sefirot del plano emocional. Si las
ondas están vibrando en desarmonía, ¿qué saldrá de la boca?
Y, tal como venimos estudiando, si la desarmonía vocalizada es
representación de un desequilibrio espiritual del sistema total, ¿no
estará más susceptible de enfermedades el cuerpo, la persona?
Por lo que podemos apreciar, el tzaraat tiene sus consecuencias en
el plano íntimo, en el personal, en el social, y en el cósmico.
Y sus causas, en la desarmonía y falta de refinamiento de las
potencialidades espirituales.
Para darle más realce, recordemos que Dios creó el Universo por medio de
la palabra, es decir, manifestando su poder de Maljut.
¿Será poderosa la palabra?
El habla y el mal-habla, pueden tener efectos fuertemente positivos o
negativos en el mundo. El habla es nuestra más externa conexión al Eterno.
La Torá enfatiza el extremo cuidado que debemos tener con nuestras
palabras. ¿Entendemos ya porqué?
¿Qué hacer entonces?
Parafraseando lo que el gran Maimónides prescribió: "la mejor medicación
está basada en los valores éticos, en dedicarse al servicio del Eterno en
cada actividad, haciendo el uso más afinado y racional de las energías
espiritual y física, que por su intermedio se tiende a restablecer la
armonía" (Moré Nebujim 3:27; Hiljot Deot 3,4; Igueret HaMusar)
¿Cómo hacerlo?
No es fácil... nada fácil.
Requiere esfuerzo, trabajo constante, la guía de personas especializadas,
más trabajo en uno mismo.
Para empezar, cuando siente que la palabra está por surgir, recuerde que
tiene seis portones que pasar (garganta, dientes, labios, lengua), no abra
los portones ante el mínimo soplo de aire.
Luego, si reconoce que la palabra dicha (o retenida) es negativa, rastreé
en su interior, y no en aquel sobre el que iba a murmurar, el defecto. Es
decir, ¿qué está descolocado en usted que precisa atacar verbalmente al
prójimo?
Tiene también el recurso de la tefilá -plegaria. Cuando sienta que
está hablando de más, perjudicialmente, lo que no debe; ¿por qué no cambia
el discurso y comienza a rezarLe al Eterno?
Y si nada de esto le funciona, ¿por qué no imagina a la peste de
tzaraat corroyendo su vida con cada letra perversa que expele, para
hacerse a la idea de lo que realmente está haciendo usted con su vida?
Todos estamos expuestos a crear o
destruir mundos por intermedio de nuestra boca.
¿De qué lado de la balanza nos pondremos?