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 Lic. Prof. Yehuda Ribco // 2 Adar 10, 5765 - 21/3/05

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 Cterapia  

     Las tres máscaras de la baja autoestima
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Presentación
Hemos mencionado en otro texto tres máscaras usadas habitualmente por la persona con escasa auto-estima.
Repitamos en parte lo enunciado:

  • El rebelde o tirano: su máscara lo lleva a actuar como si las opiniones y buenos deseos de las otras personas -especialmente la gente que es significativa y poderosa- no tuvieran importancia. Vive con el enojo a flor de piel, y se atormenta con que no se siente "suficientemente bueno". Se pone constantemente a prueba, para demostrar que los juicios y críticas de los otros no lo lastiman, y eso le puede ocasionar serios problemas, como por ejemplo inculpar a otros en exceso, quebrantar reglas o luchar ilegalmente contra la autoridad.
    (Cuando el rebelde alcanza posición de autoridad, se suele convertir en el "tirano").
     

  • El impostor o súper-triunfador: actúa como si estuviera todo el tiempo feliz y fuera exitoso, pero detrás de su máscara realmente tiene un miedo tremendo al fracaso. Vive con el continuo miedo de que en cualquier momento será descubierto en su impostura. Está necesitado de un constante éxito, y que sea apreciable por el resto de las personas, para mantener en su lugar esta máscara de saludable autoestima. Esta actitud le ocasiona serios inconvenientes, pues vive presionado, no tolera ningún error, le hace rabiar las demoras, es competitivo y además se exalta con facilidad.
     

  • El perdedor o víctima: actúa como desvalido y como si no pudiera hacer frente al mundo, en su máscara de víctima indefensa está a la espera continua de que alguien venga a rescatarlo. Emplea la auto-lástima, o la indiferencia como un escudo contra el miedo a tener que hacerse responsable por su vida. Está en la búsqueda constante de otros para ser guiados, lo que los suele llevar a grandes inconvenientes, tales como falta de decisión, falta de logros y una excesiva dependencia del aplauso externo o adicción a las relaciones personales.

Antes de continuar, permítasenos decir algo obvio, pero sin embargo indispensable de tener en cuenta: cuando hablamos de estas máscaras lo hacemos siempre con la intención de reconocerlas como etiquetas, herramientas conceptuales para comprender una realidad compleja y NO como identidad o esencia de la persona.
La persona trasciende en mucho a sus caretas, si bien muchas veces se esclaviza a ellas y rescinde su "yo esencial". Cuando esto último ocurre, es cuando caemos en cuenta que la autoestima es importante porque nuestra manera de percibirnos y valorarnos moldea nuestras vidas. Pasamos a vivir nuestras máscaras como si fueran nuestros rostros, olvidamos nuestro "yo esencial", y sostenemos con firmeza ese "yo vivido", esas caretas mentirosas.

Características de las tres máscaras
Ahora bien, es común que la persona emplee cualquiera de las tres máscaras, si bien habitualmente una de ellas es la que ocupa el rostro la mayor parte del tiempo.
También es habitual que no sea rápidamente distinguible la máscara que está usando la persona, pues todas ellas parten de un mismo origen, y comparten ciertas características (que mencionáramos en un momento), por tanto suelen desdibujarse, mezclarse.
Para no confundirnos, es bueno que sepamos qué hace que un estilo de vida sea más próximo a alguna de las máscaras, para lo cual plantearemos las características más salientes del que posee baja autoestima categorizado en sus máscaras.
Tomemos en cuenta que estos rasgos conocen grados, y así por ejemplo una persona agresiva, puede serlo empleando violencia física asesina, o también con miradas indiferentes. Ambas son expresiones de agresividad.

  • Rebelde

    • Hostilidad, irritabilidad a flor de piel, siempre a punto de estallar aún por cosas de poca monta. Son frecuentes los repentinos ataques de enojo.

    • Hipercrítico, todo le sienta mal, todo le disgusta, todo le decepciona, nada le satisface.

    • Abusos varios, sea del poder en su relación con subordinados o de substancias psicotrópicas. Suelen cometer ilegalidades. Son capaces de traicionar o de denunciar injustamente a otros.

    • Desvalorizan, usan palabras hirientes, son desconsiderados al hablar, insultan, maltratan, maldicen y amenazan. Suelen usar el sarcasmo y chistes de doble sentido para insultar. Especialmente agreden a aquellos que son potenciales objetos de terror, o a aquellos que más estima.

    • Rencorosos, no saben ni quieren perdonar. Hacen del rencor y la venganza un motivo de vida.

    • Ambivalentes, parecieran estar en un eterno "te amo pero te odio".
       

  • Súper-triunfalista

    • Hipersensibilidad a la crítica, por la que se siente exageradamente atacada, herida; echa la culpa de sus fracasos a los demás o a la situación; cultiva resentimientos pertinaces contra sus críticos. Es especialmente sensible al rechazo.

    • Autocrítica rigorista y desmesurada que la mantiene en un estado de insatisfacción consigo misma. Esta crítica difícilmente llega a oídos de otros, si bien, a veces una persona así elige insultarse públicamente para de ese modo controlar los posibles insultos que le pudieran llover.

    • Indecisión crónica, no por falta de información, sino por miedo exagerado a equivocarse, por escasa confianza en sus propias capacidades.

    • Perfeccionismo, autoexigencia opresora por hacer "perfectamente" todo lo que intenta, que conduce a un desmoronamiento interior cuando las cosas no salen con la perfección exigida. Esta tendencia puede convertirse en paralizante.

    • Desprecio de otros, maledicencia, rumores, manipulaciones, comparaciones injustas son empleadas como mecanismo para pararse encima de los caídos.

    • Vanidad o hinchazón del yo. Se cree más de lo que realmente es, o puede llegar a ser, y hace lo posible para anunciarlo y que los demás le rindan honores. Es competitivo hasta el absurdo.

    • Estrés, su constante lucha por mantener una fachada de perfección lo hace vivir en permanente estado de tensión, que lo fatiga, hace fallar y refuerza entonces el deseo de perfección compensatoria.
       

  • Víctima

    • Servilismo. Tiene un deseo extremo de complacer, por el que no se atreve a decir NO, por miedo a desagradar y a perder la benevolencia o buena opinión del peticionario.

    • Culpabilidad neurótica, por la que se acusa y se condena por conductas que no siempre son objetivamente negativas, exagera la magnitud de sus errores y delitos y/o los lamenta indefinidamente, sin llegar nunca a perdonarse por completo.

    • Tendencias depresivas, un negativismo generalizado (todo lo ve negro: su vida, su futuro y, sobre todo quien es) y una inapetencia generalizada del gozo de vivir y de la vida misma. Suelen tener dificultades para vincularse no solamente en la familia sino también en el trabajo.

    • Auto-humillación, su auto-imagen distorsionada le encontrar defectos, males u omisiones que no coinciden con la realidad objetiva. Muchas veces aceptan el abuso del otro, que parece confirmarlos en su humillación.

    • Dependencia de otras personas para sentirse con un sentido de vida, o directamente vivo.

    • Agresividad pasiva, critican por lo bajo sin llegar a manifestar su rencor. Hacen lo que les mandan, pero de mala gana.

    • Manipulación, emplean estrategias para que el otro haga su voluntad, sin pedirlo directamente.

Como dijimos, las tres comparten rasgos, que son comunes aunque graduados diversamente, y con reacciones disímiles.
Por ejemplo, en las tres posturas se es hipersensible a la crítica, no se la tolera, se la rechaza y teme. Sin embargo, se diferencian en que el rebelde estallará contra el crítico y entablará una batalla cruenta; el impostor huirá o inventará mil y una excusas; y el perdedor asumirá la crítica y sentirá que es aplastado por ella. Hemos puesto la hipersensibilidad a la crítica en la máscara del impostor, pues es ésta la que vive en constante tensión para no ser criticado, y hace de esta huida/lucha un motivo para su vida.

Lo que traen y esconden
Cada una de estas máscaras está ocultando un profundo dolor arraigado en lo hondo del alma de la persona con baja autoestima. Estos dolores están vinculados con vivencias fuertemente traumáticas de sus primeros años, o con estilos de vida que fueron condicionados a adoptar cuando aún no tenían elementos para defenderse adecuadamente.

  • Rebelde: se le negó su PRESENCIA.
    Esto se hace cuando se abusó cruelmente de ellos pues:

    • no se lo respeta en sus tiempos,

    • se abusa del castigo físico sobre ellos,

    • no se tiene respeto por su presencia, negándoles injustamente su lugar, su voz, su deseo,

    • se lo compara negativamente con otros a modo de desprecio encubierto,

    • no se les permite ir adquiriendo independencia paulatina con facilidad,

    • se le hace vivir en constante terror, incluso el "amor" puede llegar a ser una fuente de horrores,

    • se lo somete a vejámenes físicos o morales.
       

  • Súper-triunfalista: se le negó su VALIDEZ.
    Esto ocurre cuando se les despreció hondamente pues:

    • se esperan resultados perfectos de ellos, más allá de lo razonable,

    • se desprecian sus logros reales,

    • se lo insulta por inepto, sea su ineptitud real o ficticia,

    • se insiste para que adopte una pose ante los demás que no desea ni quiere,

    • se emplean patrones de juicio variables y sin fundamentos,

    • se le señala que el éxito material es lo único que vale,

    • se les exige que sean algo que no quieren ser, ni pueden serlo,

    • se lo presiona para que obtenga el éxito sin miramientos.
       

  • Perdedor: se le negó su EXISTENCIA.
    Esto pasa cuando se les rechazó totalmente pues:

    • se le desconoce al punto de no darle ninguna muestra de aprecio,

    • se le insiste en que ha nacido por error, o que no ha sido querido ni lo será,

    • no se le brinda el cariño mínimo que lo confirme en vida,

    • no se le da de continuo el sustento necesario,

    • no se le da ningún valor a nada de lo que hace o deje de hacer,

    • se le "ama" tanto, que no se le da oportunidad de vivir en realidad,

    • se la pone en riesgos de vida enormes o se les amenaza de continuo con la muerte.

Lo que podemos hacer los otros
Cada uno de ellos esconden dolores profundos y básicos, que modelan la personalidad. Su careta convertida en amargo rictus tiene motivos oscuros para existir.
Como familia, amigos, maestros, jefes o compañeros, podemos actuar con ellos siguiendo las líneas del patético guión que tienen trazado, y entonces ser hosco o contrincante con el agresivo rebelde; competitivo o burlón con el perfeccionista; dominante o ruin con el que se arrastra.
O podemos salirnos del papel que la máscara quiere que asumamos, y actuar del modo más saludable tanto para el que porta la máscara como para nosotros mismos.
Las conductas adecuadas serían, para con el:

  • Rebelde: devolverle cariño y no agresión, y en lo posible establecer límites adecuados. No responder a sus ataques, pero tampoco permitir que se violente lo que es justo y de juicio.
     

  • Súper-triunfalista: hacerle sentir seguridad y darle participación responsable y respetable, lo que estimula su desarrollo de confianza. Aceptar los errores y fracasos como parte del intento por vivir de manera humana.
     

  • Víctima: enseñarle y ayudarle a emplear la CA (Comunicación Auténtica) y que actúe en principio basado en el AGC (Agradecimiento, Generosidad y Compasión). En una segunda fase se le puede ayudar a definir algún objetivo de vida y darle una mano para que procure alcanzarlo.

Recuerde que el que usa una de estas máscaras, generalmente usa al menos una de las otras, por lo cual, la conducta apropiada para con un rebelde, también lo es para los otros dos, y viceversa.

 

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Notas:

 Yehuda Ribco

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