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Presentación
Hemos mencionado
en otro texto tres máscaras usadas habitualmente por la persona con
escasa auto-estima.
Repitamos en parte lo enunciado:
-
El rebelde o tirano: su
máscara lo lleva a actuar como si las opiniones y buenos deseos de
las otras personas -especialmente la gente que es significativa y
poderosa- no tuvieran importancia. Vive con el enojo a flor de piel,
y se atormenta con que no se siente "suficientemente bueno". Se pone
constantemente a prueba, para demostrar que los juicios y críticas
de los otros no lo lastiman, y eso le puede ocasionar serios
problemas, como por ejemplo inculpar a otros en exceso, quebrantar
reglas o luchar ilegalmente contra la autoridad.
(Cuando el rebelde alcanza posición de
autoridad, se suele convertir en el "tirano").
-
El impostor o súper-triunfador:
actúa como si estuviera todo el tiempo feliz y fuera exitoso, pero
detrás de su máscara realmente tiene un miedo tremendo al fracaso.
Vive con el continuo miedo de que en cualquier momento será
descubierto en su impostura. Está necesitado de un constante éxito,
y que sea apreciable por el resto de las personas, para mantener en
su lugar esta máscara de saludable autoestima. Esta actitud le
ocasiona serios inconvenientes, pues vive presionado, no tolera
ningún error, le hace rabiar las demoras, es competitivo y además se
exalta con facilidad.
-
El perdedor o víctima: actúa
como desvalido y como si no pudiera hacer frente al mundo, en su
máscara de víctima indefensa está a la espera continua de que
alguien venga a rescatarlo. Emplea la auto-lástima, o la
indiferencia como un escudo contra el miedo a tener que hacerse
responsable por su vida. Está en la búsqueda constante de otros para
ser guiados, lo que los suele llevar a grandes inconvenientes, tales
como falta de decisión, falta de logros y una excesiva dependencia
del aplauso externo o adicción a las relaciones personales.
Antes de continuar, permítasenos decir
algo obvio, pero sin embargo indispensable de tener en cuenta: cuando
hablamos de estas máscaras lo hacemos siempre con la intención de
reconocerlas como etiquetas, herramientas conceptuales para comprender
una realidad compleja y NO como identidad o esencia de la persona.
La persona trasciende en mucho a sus caretas, si bien muchas veces se
esclaviza a ellas y rescinde su "yo esencial". Cuando esto último
ocurre, es cuando caemos en cuenta que la autoestima es importante
porque nuestra manera de percibirnos y valorarnos moldea nuestras vidas.
Pasamos a vivir nuestras máscaras como si fueran nuestros rostros,
olvidamos nuestro "yo esencial", y sostenemos con firmeza ese "yo
vivido", esas caretas mentirosas.
Características de
las tres máscaras
Ahora bien, es común que la persona emplee
cualquiera de las tres máscaras, si bien habitualmente una de ellas es
la que ocupa el rostro la mayor parte del tiempo.
También es habitual que no sea rápidamente distinguible la máscara que
está usando la persona, pues todas ellas parten de un mismo origen, y
comparten ciertas características (que mencionáramos en un momento), por
tanto suelen desdibujarse, mezclarse.
Para no confundirnos, es bueno que sepamos qué hace que un estilo de
vida sea más próximo a alguna de las máscaras, para lo cual plantearemos
las características más salientes del que posee baja autoestima
categorizado en sus máscaras.
Tomemos en cuenta que estos rasgos conocen grados, y así por ejemplo una
persona agresiva, puede serlo empleando violencia física asesina, o
también con miradas indiferentes. Ambas son expresiones de agresividad.
-
Rebelde
-
Hostilidad, irritabilidad
a flor de piel, siempre a punto de estallar aún por cosas de
poca monta. Son frecuentes los repentinos ataques de enojo.
-
Hipercrítico, todo le
sienta mal, todo le disgusta, todo le decepciona, nada le
satisface.
-
Abusos varios, sea del
poder en su relación con subordinados o de substancias
psicotrópicas. Suelen cometer ilegalidades. Son capaces de
traicionar o de denunciar injustamente a otros.
-
Desvalorizan, usan palabras hirientes, son
desconsiderados al hablar, insultan, maltratan, maldicen y
amenazan. Suelen usar el sarcasmo y chistes de doble sentido
para insultar. Especialmente agreden a aquellos que son
potenciales objetos de terror, o a aquellos que más estima.
-
Rencorosos, no saben ni
quieren perdonar. Hacen del rencor y la venganza un motivo de
vida.
-
Ambivalentes, parecieran
estar en un eterno "te amo pero te odio".
-
Súper-triunfalista
-
Hipersensibilidad a la
crítica, por la que se siente exageradamente atacada,
herida; echa la culpa de sus fracasos a los demás o a la
situación; cultiva resentimientos pertinaces contra sus
críticos. Es especialmente sensible al rechazo.
-
Autocrítica rigorista y
desmesurada que la mantiene en un estado de insatisfacción
consigo misma. Esta crítica difícilmente llega a oídos de otros,
si bien, a veces una persona así elige insultarse públicamente
para de ese modo controlar los posibles insultos que le pudieran
llover.
-
Indecisión crónica, no
por falta de información, sino por miedo exagerado a
equivocarse, por escasa confianza en sus propias capacidades.
-
Perfeccionismo,
autoexigencia opresora por hacer "perfectamente" todo lo que
intenta, que conduce a un desmoronamiento interior cuando las
cosas no salen con la perfección exigida. Esta tendencia puede
convertirse en paralizante.
-
Desprecio de otros,
maledicencia, rumores, manipulaciones, comparaciones injustas
son empleadas como mecanismo para pararse encima de los caídos.
-
Vanidad o hinchazón del yo.
Se cree más de lo que realmente es, o puede llegar a ser, y hace
lo posible para anunciarlo y que los demás le rindan honores. Es
competitivo hasta el absurdo.
-
Estrés, su constante
lucha por mantener una fachada de perfección lo hace vivir en
permanente estado de tensión, que lo fatiga, hace fallar y
refuerza entonces el deseo de perfección compensatoria.
-
Víctima
-
Servilismo. Tiene un
deseo extremo de complacer, por el que no se atreve a decir NO,
por miedo a desagradar y a perder la benevolencia o buena
opinión del peticionario.
-
Culpabilidad neurótica,
por la que se acusa y se condena por conductas que no siempre
son objetivamente negativas, exagera la magnitud de sus errores
y delitos y/o los lamenta indefinidamente, sin llegar nunca a
perdonarse por completo.
-
Tendencias depresivas, un
negativismo generalizado (todo lo ve
negro: su vida, su futuro y, sobre todo quien es) y una
inapetencia generalizada del gozo de vivir y de la vida misma.
Suelen tener dificultades para vincularse no solamente en la
familia sino también en el trabajo.
-
Auto-humillación, su
auto-imagen distorsionada le encontrar defectos, males u
omisiones que no coinciden con la realidad objetiva. Muchas
veces aceptan el abuso del otro, que parece confirmarlos en su
humillación.
-
Dependencia de otras
personas para sentirse con un sentido de vida, o directamente
vivo.
-
Agresividad pasiva,
critican por lo bajo sin llegar a manifestar su rencor. Hacen lo
que les mandan, pero de mala gana.
-
Manipulación, emplean
estrategias para que el otro haga su voluntad, sin pedirlo
directamente.
Como dijimos, las tres comparten rasgos,
que son comunes aunque graduados diversamente, y con reacciones
disímiles.
Por ejemplo, en las tres posturas se es hipersensible a la crítica, no
se la tolera, se la rechaza y teme. Sin embargo, se diferencian en que
el rebelde estallará contra el crítico y entablará una batalla cruenta;
el impostor huirá o inventará mil y una excusas; y el perdedor asumirá
la crítica y sentirá que es aplastado por ella. Hemos puesto la
hipersensibilidad a la crítica en la máscara del impostor, pues es ésta
la que vive en constante tensión para no ser criticado, y hace de esta
huida/lucha un motivo para su vida.
Lo que traen y
esconden
Cada una de estas máscaras está ocultando un
profundo dolor arraigado en lo hondo del alma de la persona con baja
autoestima. Estos dolores están vinculados con vivencias fuertemente
traumáticas de sus primeros años, o con estilos de vida que fueron
condicionados a adoptar cuando aún no tenían elementos para defenderse
adecuadamente.
-
Rebelde: se le negó su
PRESENCIA.
Esto se hace cuando se abusó cruelmente de ellos pues:
-
no se lo respeta en sus tiempos,
-
se abusa del castigo físico
sobre ellos,
-
no se tiene respeto por su
presencia, negándoles injustamente su lugar, su voz, su deseo,
-
se lo compara negativamente con
otros a modo de desprecio encubierto,
-
no se les permite ir adquiriendo
independencia paulatina con facilidad,
-
se le hace vivir en constante
terror, incluso el "amor" puede llegar a ser una fuente de
horrores,
-
se lo somete a vejámenes físicos
o morales.
-
Súper-triunfalista: se le
negó su VALIDEZ.
Esto ocurre cuando se les despreció hondamente pues:
-
se esperan resultados perfectos
de ellos, más allá de lo razonable,
-
se desprecian sus logros reales,
-
se lo insulta por inepto, sea su
ineptitud real o ficticia,
-
se insiste para que adopte una
pose ante los demás que no desea ni quiere,
-
se emplean patrones de juicio
variables y sin fundamentos,
-
se le señala que el éxito
material es lo único que vale,
-
se les exige que sean algo que
no quieren ser, ni pueden serlo,
-
se lo presiona para que obtenga
el éxito sin miramientos.
-
Perdedor: se le negó su
EXISTENCIA.
Esto pasa cuando se les rechazó totalmente pues:
-
se le desconoce al punto de no
darle ninguna muestra de aprecio,
-
se le insiste en que ha nacido
por error, o que no ha sido querido ni lo será,
-
no se le brinda el cariño mínimo
que lo confirme en vida,
-
no se le da de continuo el
sustento necesario,
-
no se le da ningún valor a nada
de lo que hace o deje de hacer,
-
se le "ama" tanto, que no se le
da oportunidad de vivir en realidad,
-
se la pone en riesgos de vida
enormes o se les amenaza de continuo con la muerte.
Lo que podemos hacer
los otros
Cada uno de ellos esconden dolores profundos y
básicos, que modelan la personalidad. Su careta convertida en amargo
rictus tiene motivos oscuros para existir.
Como familia, amigos, maestros, jefes o compañeros, podemos actuar con
ellos siguiendo las líneas del patético guión que tienen trazado, y
entonces ser hosco o contrincante con el agresivo rebelde; competitivo o
burlón con el perfeccionista; dominante o ruin con el que se arrastra.
O podemos salirnos del papel que la máscara quiere que asumamos, y
actuar del modo más saludable tanto para el que porta la máscara como
para nosotros mismos.
Las conductas adecuadas serían, para con el:
-
Rebelde: devolverle cariño y
no agresión, y en lo posible establecer límites adecuados. No
responder a sus ataques, pero tampoco permitir que se violente lo
que es justo y de juicio.
-
Súper-triunfalista: hacerle
sentir seguridad y darle participación responsable y respetable, lo
que estimula su desarrollo de confianza. Aceptar los errores y
fracasos como parte del intento por vivir de manera humana.
-
Víctima: enseñarle y ayudarle
a emplear la
CA (Comunicación Auténtica) y que
actúe en principio basado en el
AGC (Agradecimiento, Generosidad y
Compasión). En una segunda fase se le puede ayudar a definir
algún objetivo de vida y darle una mano para que procure alcanzarlo.
Recuerde que el que usa una de estas
máscaras, generalmente usa al menos una de las otras, por lo cual, la
conducta apropiada para con un rebelde, también lo es para los otros
dos, y viceversa.
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