Shalom.
Este texto sirve como continuación a una respuesta previa
de nuestra autoría. Nuevamente me quedaré en pequeños esbozos, pues son
temas que deben ser tratados con mucho tiempo y espacio, mucho mayor que el
que me brindan un sitio en la Red y la respuesta a una pregunta.
Dudé en incluirlo o no, pues considero que es más apropiado para que sea
tratado personalmente, en sesiones individuales con la persona interesada.
Pero, como estamos en una relación virtual, parcial, plagada de obstáculos;
finalmente (y a duras penas) opté por publicarla.
También lo hice porque me parece que puede ser de utilidad y ayuda para
otras personas.
Encuentro que quizás hay partes que serán
demasiado descarnadas, y otras omisas en la información que brindo.
Hasta me podría juzgar muy negativamente a mí mismo, como actuando como un
interpretador salvaje, si es que estuviera sacando conclusiones
acerca de la remitente de la misiva exclusivamente a partir de la misma.
(Que quede claro que no lo haré).
Espero que sepan disculparme, y que sea de edificación mi aporte.
Antes hablamos, entre otros temas, de la
desconfianza, y de cómo ésta se origina y va adquiriendo preponderancia en
la vida del que la soporta.
Aprendimos cómo la desconfianza tiene un origen en acontecimiento de la vida
personal, y que si bien tiene un génesis (allá muy atrás en la historia
individual), finalmente termina por perderse en una maraña de otros sucesos
vividos como lamentables, y de recuerdos que confunden hechos con
imaginación.
Ahora, me gustaría tratar rápidamente otro
tema, uno que apenas rozamos anteriormente, y que realmente es fundamental:
el sentirse valorado por un otro sentido como significativo.
Déjeme que le explique resumidamente.
El ser humano, como criatura social, se va construyendo merced a las
interrelaciones con los otros.
El bebe, ya antes de nacer tiene un especial vínculo con otro ser humano,
con su madre. Este vínculo imperceptible y totalizador va marcando las
primeras huellas en la libreta vacía de experiencias que es el ser
humano original.
Sin conciencia, sin voluntad, sin notarlo, el bebé está adquiriendo rasgos
imperceptibles a través de este vínculo insoslayable.
El envase que es la madre embarazada, se abre (físicamente) al
momento del nacimiento, permitiendo que la criatura esté en disposición de
ir ampliando y profundizando sus lazos humanos, que irán imprimiendo más y
más improntas en su ser, hasta que se vaya configurando lo que se denomina
comúnmente personalidad.
Si la apertura de la madre fue sólo en un nivel orgánico, y no afectivo ni
intelectual, la criatura estará obstaculizada de ir formándose en la
plenitud de su potencialidad humana. Obstáculos que traban su paulatina
independencia y auto-realización.
De modo similar si los primeros vínculos son tóxicos, agresivos,
cosificantes.
También si el bebé está rodeado de vacío, indiferencia, apatía, soledad,
carencias de estímulos.
En definitiva, la construcción de la persona depende de diversos factores,
siendo el contacto social imprescindible.
El otro, ese otro que interactúa con nosotros en nuestras primeras épocas de
existencia es valioso, pues, nos está dando pautas de vida.
Cuando los vínculos (junto con los otros
componentes de la fórmula) permitieron (al paso de los años) elaborar una
personalidad firme y madura, es natural que el otro siga siendo importante,
pues es valorado en su plena dimensión humana, equitativa a la nuestra.
En palabras de nuestra santa Torá: ¡se lo ama al otro, como a uno mismo!
Se lo ama al otro, porque uno mismo tiene la capacidad de:
-
amarse, y de
-
amar a otro.
Pero, la valoración por el vínculo con el
otro, no debe sostenerse al costo de perder la independencia personal.
Pues, si el costo por la presencia del otro, es:
-
la pérdida de la auto-determinación,
-
de la autonomía relativa,
-
de la incapacidad de desplegar al máximo las
propias potencialidades,
estamos ante una debilidad de la estructura de
la personalidad, y ante una relación tóxica.
Responda por favor: si el otro significativo
es sentido como aterrorizante, o amo totalitario, o único referente, o EL
motivo de vida, o corazón y cerebro propios, o el que tiene derecho a
calificar su vida... ¿le parece que sea una relación positiva?
Y a veces la falta de amor propio, lleva a la
consiguiente deificación del otro sentido como primordial, como
fundamento para la vida. (Esto sirve en parte para explicar el éxito de los
misioneros, manosantas, y otros de similar estofa).
Se congela la voluntad, se cancela el deseo, se prohíbe la ruptura, todo con
tal de mantener la cercanía de ese otro... que en verdad es nocivo.
Y entonces, el alma torturada y eternamente libre de conflictos lucha por
libertad, ansía por bocanadas de independencia, se desespera por trascender
las cadenas y el yugo de la esclavitud.
Surge así un dolor vago, que puede tomar varios caminos:
-
Ser acallado y sometido a la oscuridad del
inconsciente.
-
O sentir la persona un estado perenne de
angustia sin objeto ni aparente solución.
-
O volcarse en actos de violencia (sobre sí
y/u otros).
-
O reforzarse la idolatrización del
otro sentido como médula de vida, al modo de hacer más ruido con
tal de apagar los reclamos interiores.
-
O servir como llamada de atención que
movilice hacia la búsqueda de quebrar con la opresión.
Podemos resumir lo dicho hasta ahora así:
-
Las interrelaciones van aportando a la
conformación de la personalidad.
-
La personalidad madura e integrada soporta
la soledad, la separación, la responsabilidad de vivir con independencia
de criterios y crecer.
-
Cuando por lo que fuera no se ha podido
desarrollar una mirada ecuánime sobre sí mismo, y por lo tanto falla el
amor-propio; las relaciones con el prójimo están teñidas de conflictiva.
-
Si esto acontece, en ocasiones, se tiende a
absolutizar e idealizar a un otro u otros (tanto para lo positivo
como para lo negativo).
-
El dolor se afinca en la persona.
Lamentablemente, como podemos darnos cuenta,
sufre la persona (lo siente o no, lo comprenda o no), sufren los parientes y
amigos, sufre la relación única que la persona debe sostener con el Eterno.
Sí, también sufre Dios.
Pues, cuando se impone un ídolo que se convierte en el amo, no queda
espacio para Dios en la vida de la persona.
Ni Dios, ni amor, ni alegría, ni vida...
Bien, hasta aquí, ya me excedí con lo que
dije, y temo estar siendo lesivo para usted, mi apreciada Carmen.
Si alguien se siente dolido por reconocerse en
una situación así, le ruego que no desespere ni quiebre su esperanza.
Pues, existe alguna solución que permite recuperar la independencia,
soberanía, gozo y trascendencia que es patrimonio de toda alma humana (y que
jamás nunca nadie puede robar indefectiblemente).
Pero, la solución no estará publicada hoy...
Sólo les pido que recuerden a los hebreos en la terrible opresión de Egipto,
y su liberación, y el camino que los llevó a la conquista de la Tierra
Prometida que mana leche y miel...
Para finalizar, si alguien se siente tocado
por este texto, si siente que está hablando de usted,
aconsejo que lo antes posible se ponga en contacto con algún técnico titulad
en psicología, que le ayude a desandar los tramos erróneos y proceder a
andar por caminos más acordes a la dimensión humana.
No es para nada un oprobio recibir ayuda de otra persona, de alguien
capacitado para hacerlo.
Ni es símbolo de fuerza rechazar una asistencia, cuando se la precisa
realmente.
Si quedan dudas, opiniones, comentarios, con
gusto los recibiré.
Aprovecho para desear a todos un 5763 de
plenitud y bendiciones, ¡Shaná Tová!
Recuerden que me agradaría recibir sus
comentarios edificantes en la casilla de e-mail:
comentario@serjudio.com?subject=rap1318
Iebarejejá H' - Dios te bendiga, y que
sepamos construir Shalom
Yehuda Ribco |