Shalom.
Esta misiva surgió como una reacción a una respuesta que
recientemente hemos publicado.
Realmente sería imprescindible dos acciones para dar una contestación más
acabada que la que presentaré a continuación:
-
Encontrarnos personalmente y tratar su
problemática vital de modo integrado; y
-
Dedicarme a escribir un libro completo sobre
el tema del enamoramiento y el amor (en lugar de una breve respuesta),
para ir desentrañando y demostrando innumerables facetas.
Como por el momento ninguna de las dos
opciones es factibles, permítame ser breve (y superficial).
A diario el judío tiene la obligación de
recordar que fue esclavo de la opresión de Mitzraim/Egipto (= lo que
angustia), y que el Eterno nos rescató para conducirnos a la independencia
y el crecimiento armonioso.
Por lo cual diariamente el judío debe pronunciar un fragmento de la Torá,
aquel que nos indica usar tzitzit -borlas o flecos- en nuestras
vestimentas, porque:
"Los flecos servirán para que al verlos
os acordéis de todos los mandamientos del Eterno, a fin de ponerlos por
obra, y para que no os desviéis en pos de vuestro corazón y de vuestros
ojos, tras los cuales os prostituís.
Será para que os acordéis y cumpláis todos mis mandamientos, a fin de que
seáis santos para vuestro Elokim.
Yo soy el Eterno, vuestro Elokim, que os saqué de la tierra de Egipto para
ser vuestro Elokim."
(Bemidbar / Números 15:39-41)
Aunque no lo parezca a primera lectura, este
fragmento nos indica una de las vías para zafar de las cadenas del
enamoramiento obsesivo, enfermizo, que sirve para agotar y ajar; en lugar de
servir a los fines del real amor, que es la construcción (personal y social)
y el desarrollo de la vida plena.
Para desentrañar el texto, recordaré algo que
ya había enseñado.
La dimensión espiritual humana está compuesta como si fuera una cadena con
cinco eslabones, que son sus esferas de vinculación. Las dos más etéreas
resultan de difícil explicación, por lo que diré apenas unas palabras:
-
Iejidá: nivel de fusión con lo
real; estado de placer perfecto.
-
Jaiá: nivel de entrelazamiento
transpersonal; esfera de la supra-voluntad.
-
Neshamá: nivel personal
intelectual-volitivo.
-
Ruaj: nivel afectivo-emocional.
-
Nefesh: nivel instintivo-vegetativo.
Ahora que recordamos esto, volvamos al texto
de los flecos.
La Torá nos advierte que el peligro de descarriarnos y perdernos, se
encuentra en los deseos del corazón y de los ojos.
Esto puede ser entendido como que: los pesares nos sobrevienen si nos
dejamos conducir por nuestros deseos voluptuosos sin constricción, o por lo
que nos atrae y subyuga exclusivamente estéticamente-externamente (que son
formas de manifestarse la idolatría).
A tal punto podemos caer siguiendo nuestros deseos egoístas, y por la
liviandad, que se nos recuerda la terrible tortura que significó la
esclavitud integral en Egipto.
Usted bien se puede preguntar: ¿Qué tiene que ver Egipto con todo esto?
Es que, llegamos a Egipto por el deseo de recibir para sí; permanecimos allí
por estar disfrutando de prosperidad material y fama; y nos esclavizaron por
dejarnos llevar por las modas y las vanas tendencias ajenas.
En resumen: fuimos atormentados por la peor de las esclavitudes a causa de
la perversidad de Faraón y los suyos, pero también por habernos dejado caer
en la indolencia, el hedonismo y la indiferencia ante lo trascendente.
El Eterno al liberarnos, nos quiso dotar de herramientas que combatieran las
disposiciones a retornar a la esclavitud. Y de herramientas que sirvieran
para edificar una vida (personal y social) verdadera.
Estas herramientas son las mitzvot, los preceptos.
Y esto precisamente lo que la Torá especifica en el pasaje que citamos más
arriba.
Parafraseando la Palabra: persona, si no quieres envilecerte y desplomarte a
causa de tu vanidad y deseos voraces, transfórmalos en deseos nobles, en
acciones sublimadas, en aspiraciones de trascendencia.
Bien, en la teoría parece sonar bien, pero,
¿cómo se aplica a la realidad cotidiana?
La respuesta la brinda el mismo texto de Torá: viendo lo que es correcto
ver, aplicando el corazón a lo que es apropiado aplicarlo.
Ya que el Ruaj naturalmente busca satisfacer los apetitos afectivos,
es menester que se le brinde objetos positivos en los cuales anclarse.
Por ejemplo, en lugar de codiciar la mujer del otro; esforzarse por amar
cada día más la propia esposa. En lugar de envidiar el jardín del prójimo;
amar el nuestro y trabajarlo para que florezca con esplendido vigor.
O, en palabras de la Torá: en vez de mirar y desear lo que me prostituye (en
todo sentido, no sólo en el sexual); ¿por qué no posar la mirada en los
flecos que me recuerdan que tengo numerosos preceptos por cumplir,
inmensa cantidad de obras que reclaman mi presencia para fructificar?
Esto se consigue manejándose de acuerdo a los dictados provenientes de la
Neshamá y no de los del Ruaj.
Es decir, aliar el pensamiento al sentimiento; guiando el primero para que
la persona camine por caminos ascendentes y de bienestar real.
Para que el pensamiento conduzca por senderas placenteras, es imprescindible
deponer el deseo de recibir, y hacer primar el deseo de dar.
Esto es, en vez de buscar denodadamente el propio placer y ganancia; buscar
el gozo del prójimo.
Ya que, el gozo personal que se busca, no se consigue.
Todo placer deviene como efecto secundario, como resultado de una acción que
no lo busque directamente.
Piense en esto, medítelo, y estará de acuerdo.
Si está a la busca directa del placer, el placer le rehuye, se le escapa.
Pero, su está procurando satisfacer a otro, notará que misteriosamente
el placer lo termina por inundar a usted.
Esta solidaridad y generosidad se consigue gracias al trabajo sobre uno
mismo, al dominio sabio de las tendencias.
Y este trabajo se basa en el cumplimiento cabal de los preceptos.
Es decir, el verdadero gozo, y la libertad integral brotan tras el intenso
esfuerzo por brindar bienestar a otros.
No es anulándose, como usted menciona
en su sufrida pero esperanzada misiva, como se consigue zafar de la tortura
de la obsesión por auto-satisfacerse que se disfraza de enamoramiento.
Sino, dominando los afectos por medio del pensamiento.
Y éste a su vez, merced a despojarse de egoísmo, y sumirse en la búsqueda
del encuentro total con un otro significativo.
¿Cómo lo logra?
Reitero, no es de un día para el otro.
Lleva tiempo, pero especialmente dedicarse a construir lazos de armonía con
su prójimo.
Es decir, no a buscar SU felicidad, sino la dicha del otro y compartida.
No anularse, ni anular su gozo, ni mucho menos anular al otro; sino
controlar racionalmente y de acuerdo a parámetros trascendentes.
Finalmente, un día descubrirá que está gozando, y que sus ojos están posados
sobre algo que no es usted, ni tampoco es algo pasajero. Y notará que su
corazón está dirigido a algo que no es usted, ni tampoco algo que es
pasajero.
Entonces, y sólo entonces se reconocerá a usted, a sus amados, y a Dios.
Noto que he sido breve y bastante confuso (más
de lo que quisiera), por lo que ruego me haga llegar las dudas que le
surjan.
Aprovecho para desear a todos un 5763 de
plenitud y bendiciones, ¡Shaná Tová!
Recuerden que me agradaría recibir sus
comentarios edificantes en la casilla de e-mail:
comentario@serjudio.com?subject=rap1319
Iebarejejá H' - Dios te bendiga, y que
sepamos construir Shalom
Yehuda Ribco |