Shalom.
Gracias por participar.
Así como tenemos apetito, deseo sexual,
necesidad de calor, etc.; nuestro espíritu reclama su alimento,
aquello que específicamente lo sacia. Éste se consigue exclusivamente
vinculándose con el Eterno.
¿Cómo se llega a esta relación?
A través del estudio de la Palabra de Dios (Su Torá), y del
cumplimiento cabal de Su deseo (los preceptos).
Cualquier otro método que no sea éste, es como el hambriento de comida que
masca chicle todo el día y así pretende llenar su estómago, y nutrir su
organismo. O el que directamente proclama: yo no preciso comer.
Ambos, sin remedio, decaen hasta fenecer. A veces conscientemente, otras
delirando, otras sin sentido, y otras en plena rebeldía y antagonismo. Como
sea, fenece...
La única manera de vigorizarse es comiendo lo que alimenta, en el caso del
espíritu ya dijimos qué es.
De acuerdo a esto, y según nos enseñara el
príncipe de los pensadores, Moshé ben Maimón, la religión
surgió como una vía incorrecta para saciar el apetito del alma humana de
proximidad con el Eterno.
Por lo tanto, cualquier religión en lugar de propender a lo que es el Bien
supremo, brinda ilusiones, fantasías, y finalmente la nada enmascarada como
piedad. Es un chicle, quizás muy saborizado y vistoso; pero perjudicial a la
larga...
Por el contrario, andar según los caminos
de Dios, es lo más excelente que se le puede pedir (y dar) a una
persona.
¿Cómo sabemos qué es el camino correcto?
Pues bien, lo obtenemos al apreciar en su justo valor la Palabra del Eterno,
inscripta en la Torá (el Pentateuco).
Dios, como Creador y Padre, en ella nos brinda las herramientas para
perfeccionar y mejorar nuestro entorno. Cuando nos atenemos a Su Voluntad,
cumpliendo los preceptos que Él nos ordenara, estamos enfrascados en el
desarrollo. Pero, cuando nos abstenemos de los mandamientos, lo que estamos
haciendo es contribuir al caos, y el extravío.
Por lo tanto, cualquier sistema ideológico que desconoce la Torá, y
especialmente aquel que la rechaza
(abierta o disimuladamente), se está desligando de su responsabilidad para
contribuir a lo positivo; y sabiéndolo o no, puede estar ayudando a la
prevalencia de lo negativo.
Aunque, como ya enseñáramos en alguna ocasión,
a veces apartarse de religiones, y abstenerse de creencias acerca de
deidades, es lo mejor que una persona puede hacer para (paradójicamente)
estar sirviendo a Dios y al prójimo.
El mejor ejemplo de lo perjudicial de la
religión, es decir de la falsa espiritualidad, la brinda uno de las
primeras narraciones de la Torá.
Recuerde a Caín asesinando a su hermano Abel... ¡por cuestiones de religión,
que recién él había inventado!
¿Será que no hemos cambiado tanto en estos milenios?
Así que, para responderle: no crea en
religiones, sino crea en Dios.
No ande según caminos de idolatría y extravío, sino de acuerdo a la Voluntad
del Supremo.
El camino para andar es aquel que promueve la búsqueda de lo trascendente,
de la verdad, de lo bueno, de lo bondadoso, de la justicia, del derecho, del
respeto, en definitiva: de todo aquello que regocija y honra realmente a
quien así anda, y a quien así acompaña.
Al
final de cuentas, se beneficia usted, su prójimo y el entorno.
Para finalizar le cuento que no intentaré demostrarle la existencia de Dios.
Tampoco me detendré a exponerle la veracidad y trascendencia única de la
Torá.
No busco adeptos ni conversos, pero si quiere saber más, le ruego que lea
todos los textos aquí publicados: "Deidad" y "Naciones",
que ya de ambos temas hemos hablado profusamente
Supongo que le quedarán dudas y quizás
comentarios, que los espero recibir pronto. (Lea las
reglas acerca de las misivas).
Si este texto le ha sido de provecho, no
olvide que este sitio se mantiene gracias a SU colaboración
económica. No cierre su mano, y abra su corazón bondadoso.
Iebarejejá H' - Dios te bendiga,
y que
sepamos construir Shalom
Yehuda Ribco |