Gracias por comunicarse mi queridísimo amigo.

Usted se está refiriendo a este texto que ha sido instructivo para varios, incluso quien esto le responde.
Sin lugar a ninguna duda que el percatarse del error propio (y no sólo del ajeno, como es lo habitual) y tener el ánimo humilde como para reconocerlo y enmendarse, es un gran camino para la vida, y para educar en armonía a nuestros hijos y discípulos.
Cuando los hijos llegan a la edad en que los idolizados (entre ídolo e idealizado) padres caen de sus pedestales, se sublevan, se rebelan. Y muchos padres reaccionan con violencia, oponiendo paternalismo y autoritarismo ante la rebeldía, aparecida por la desazón inconsciente filial.
Pero, gracias a Dios, otros padres se saben falibles, meros humanos, y en lugar de pretender imponer su -nula- autoridad, recomponen sus propios pasos, y de ese modo educan con el ejemplo a sus hijos.
Éstos son padres no sólo biológicos...

El que se aferra a sus ideas, a sus conductas, y hasta temen criticar, o indagar acerca de ellos... ¿es fuerte, o una persona débil escudándose de reconocerse?

Quedo como siempre a sus órdenes, un abrazo virtual y Iebarejejá H' - Dios te bendiga, y que sepamos construir Shalom

Yehuda Ribco

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