Shalom.
Gracias por participar.
No sé si su generalización es
correcta, y aplicable a todos los casos. Por lo que, no correspondería que
respondiera nada.
Sin embargo, permítame una breve reflexión acerca de la guerra llevada por
motivos diferentes a la propia defensa ante agresiones externas.
En la guerra tradicional
estamos nosotros (que siempre somos buenos), y están ellos
(que siempre son malos), y ambos colectivos exactamente diferenciados.
La guerra, a pesar de todos las maldiciones que representa, aporta
seguridad.
Una seguridad muy precaria, primitiva, gregaria, pero suficiente para el
núcleo rudimentario que anida en nuestro ser.
Tener certidumbres precisas acerca de
-
la pertenencia a un
colectivo,
-
del valor subjetivamente
positivo inherente al mismo,
-
de estar sumergido en la
irresponsabilidad de la masa,
-
de la carencia de voluntad y
decisión personal,
-
del poder del conjunto,
-
del ser limitado y
encuadrado,
sin dudas que reporta placer
al espíritu ordinario.
Para no irnos al extremo de la guerra, de los fenómenos macro, le ruego que
piense en una circunstancia que probablemente haya conocido de chico: las
bandas de chavales.
Éstas cuentan con el infaltable jefe eminentemente bruto, malicioso, burlón,
y sin embargo, venerado por sus pandilleros.
Y toda banda que se precie de tal, cuenta con una horda enemiga, que le
asegura su lugar y su existencia. E irónicamente, el jefe de los otros,
que es tan parecido al nuestro, resulta que es la encarnación de todo
lo negativo, tal como lo son sus acólitos.
¿Las recuerda del colegio o del barrio?
No hay que ir muy lejos para hallar la semilla de la guerra y la paz, y sus
efectos... no muy lejos, tan cerca como en nosotros...
Así pues, los conflictos
devienen en beneficios secundarios.
En cambio, en épocas de paz (a lo que se llama tal, no a la real paz de la
Era Mesiánica que es cualitativamente diferente) las certidumbres se
desdibujan.
El niño tosco que vive en nuestro interior (y que hasta el día de nuestra
muerte permanece vivo) está flotando en la indiferenciación germinal.
La paz (la precaria paz entre guerras) no le da al niño interior límites
precisos, buenos y malos, yo y otro (lo que enumeramos más arriba).
La paz (precaria) le augura penurias también por la angustia derivada al
menos de dos ramales:
-
sentir culpa porque se está
usurpando un beneficio impropio;
-
sentir temor por lo que se
está usufructuando, pero en cualquier momento se acaba.
Por último, y no menos
importante, la inclinación negativa natural en la persona, encuentra fácil
solaz (con poca conciencia y resistencia) en las barbaries características
de cualquier guerra.
En síntesis, la paz de más
motivos para el temor sin nombre.
¡Ah, qué diferente es todo
esto al deseo de la Torá!:
"Cuando te acerques a una
ciudad para combatir contra ella, le propondrás la paz."
(Devarim / Deuteronomio 20:10)
¡Qué diferente es el deseo
innato por la seguridad de la guerra, a la seguridad pacífica y real
que Dios propone a la voluntad de la persona!
Supongo que como introducción,
es suficiente.
Sus
comentarios son bienvenidos, y recuerden que quedo a las órdenes.
Iebarejejá H' - Dios te
bendiga, y que sepamos construir Shalom
Yehuda Ribco
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