Shabbat: Tevet 21, 5766; 21/1/06 -
Una invitación
personal
Un
comentario a la Parashá
Shemot
Respuestas
al sufrimiento
En la parashá de esta semana, nos encontramos
con el siguiente tenebroso testimonio:
"Entonces los
egipcios los hicieron trabajar con dureza, y amargaron sus vidas con el
pesado trabajo de hacer barro y adobes, aparte de todo trabajo en el
campo; y en todos los tipos de trabajo les trataban con dureza."
(Shemot / Éxodo 1:13-14)
Cuando nos encontramos con el sufrimiento, el
verdadero y auténtico sufrimiento,
ese que atraviesa al ser desde las entrañas hasta la punta de la coronilla,
como al estar ante un deudo que tiene a un difunto reciente,
como ante el maltratado esclavo (adicto) irredento que acaba de recibir una
dosis de golpiza1,
como ante la víctima inocente del atropello o la atroz injusticia,
debemos congelar nuestro natural ánimo riguroso,
abstenernos de sentenciar juicios severos
para permitir que solamente la misericordia2
aflore y sirva como silencioso bálsamo.
Es bastante frecuente que las personas poco
cultivadas espiritualmente actúen al contrario.
Metafóricamente, meten el dedo en la llaga y causan mayor pena que si se
mantuvieran en silencio.
Pero incluso gente más atenta, si emiten algún juicio, incluso el que es acertado y apegado a las normas
que tienden a descubrir la verdad, en una situación de extremo dolor, lo
único que hacen es incrementar el martirio del que padece.
Por tanto, debemos recordar que es nuestro deber actuar con misericordia,
especialmente entonces, en momentos en que la herida está abierta.
Aunque, seamos más precisos: la persona
debiera actuar en todo momento con un equilibrio armónico de juicio y
misericordia, de modo tal que se establezca justicia y orden que viene de la
mano con la ternura y la bondad hacia el prójimo (y hacia uno mismo).
En palabras del inspirado proverbista:
"El que sigue la
justicia y la bondad hallará vida, justicia y honra."
(Mishlei / Proverbios 21:21)
En nuestra parashá, como hemos trascrito más
arriba, son los israelitas los que están sufriendo. No solamente de un
instante de dolor, de una temporada de mala fortuna o de una calamidad
importante pero transitoria o personal.
Era en verdad una esclavitud de lo más atroz, que duró decenas de años,
siglos, y que carcomía las carnes, las emociones, los lazos sociales y los
pensamientos y además encubría con sombrías miserias la perenne luz de sus
espíritus.
Más de doscientos años de humillación, desprecio a la vida, pérdida de
identidad, falta de sentido vital, muerte, golpes, trabajos forzados,
ataques de todo tipo marcaban intensamente las vidas de todas estas
personas.
Algunos, como siempre, trataron de explicar
este sufrimiento.
Presentaremos ahora alguna de las versiones y quizás encontremos alguna luz
para las desgracias personales.
Primera.
Desde el punto de vista del Meam Loez, Egipto era el "horno de fundición",
que con sus ardientes sufrimientos purificó y refinó a los israelitas,
quitándoles sus impurezas para dejarlos modelados y cristalizados como un
pueblo listo para recibir la Torá.
Pero nosotros sabemos que los israelitas que fueron liberados de Egipto
aceptaron prontamente la Torá y prontamente la dejaron de lado, para que la
estudiaran los rabinos y la cumplieran "los ortodoxos". Ellos estarían al
margen, serían ovejitas detrás de un pastor, pero que no les pidieran mucho
esfuerzo para rectificarse. Tal como lo recuerda Moshé en la perfecta Torá,
que los israelitas le pidieron:
"Acércate tú, y
escucha todo lo que dice el Eterno nuestro Elokim. Luego tú nos dirás
todo lo que el Eterno nuestro Elokim te haya dicho, y nosotros lo
escucharemos y lo pondremos por obra.'"
(Devarim / Deuteronomio 5:24)
De esta manera, ellos preferían continuar
aprisionados por la cultura egipcia, que había tomado posesión de sus
corazones y mentes y no los dejaba crecer espiritualmente.
Para romper los lazos de la esclavitud, de cualquier esclavitud, no alcanza
con ser tibia, tímido y sumiso, sino que se debe ser fiero, activo, pleno de
celo por alcanzar la libertad.
Ese fuego interno lo tenían enfriado muchos de aquellos israelitas,
precisamente a causa de las penurias sufridas durante la estadía tortuoso en
Egipto.
Por esto el salmista inspirado expreso que:
"Cuarenta años
estuve disgustado con aquella generación y dije: 'Este pueblo se desvía
en su corazón y no ha conocido Mis caminos.'
Por eso juré en mi ira: '¡Jamás entrarán en Mi reposo!''"
(Tehilim / Salmos 95:10-11)
Así pues, esta perspectiva de considerar la
experiencia de la dura esclavitud en Egipto como positiva, no es exactamente
así en su totalidad.
Pero, nosotros habíamos
enseñado recientemente que el sabio y prudente sabe que es necesario
aprender a encontrar la chispa luminosa incluso en la más oscura de las
noches. Entonces, si buscamos en profundidad nos encontramos con que es
correcto que los israelitas solamente pudieron hacerse aptos para recibir la
Torá luego de humillar su ánimo, de rebajar la altanería y la presunción.
Tan solo en el desierto es posible recibir la
Torá: en el desierto, aquel sitio yermo e inhabitado; en el desierto, con el
alma vacía de arrogancia y vanidad.
Como enseña el Rav Israel de Salant, en
"Itturei Torá", el desierto es la imagen que mejor
preludia el estado del alma para recibir la Torá. Para recibir la Revelación
del Eterno, uno debe considerarse como un desierto, llano, en blanco,
humilde sin movimiento ni dirección, solamente así las palabras del Eterno
pueden entrar.
En sentido similar, nuestros Sabios
mencionaron tres adquisiciones espirituales, que se obtienen solamente a
través de padecimientos:
"La tierra de
Israel, la Torá, el Mundo Venidero se adquieren a través de padecimiento"
(TB Brajot 8b)
Éste es el alto precio, para valores que no
tienen un precio material.
Ni todo el oro y plata del universo son capaces de comprar ninguna de las
tres.
Ahora bien, debemos darnos cuenta de que
"padecimientos" -isurim, en el original- no debe ser tomado en
sentido de lo corporal, como si solamente un masoquista estuviera en
condiciones de adquirir Israel, Torá y Mundo Venidero.
Padecimientos, en este contexto, son aquellas restricciones que ha de
imponerse el que quiere alcanzar grandes alturas espirituales.
Por ejemplo, el que prefiere salir a tomar un par de cervezas y ver el
partido de fútbol con los amigos, o el que sale a bailar toda la noche, o el
que dedica 6 horas diarias a la pesca recreativa, etc.; seguramente no se
están restringiendo materialmente, sino que están accediendo a esas
gratificaciones accesorias, quitándose así oportunidad para conquistar
grandes alturas espirituales y emocionales.
Por otra parte, cuando los padecimientos son
aquellos que provienen de manera externa: enfermedad, muerte, desastres
naturales, etc., no deben ser vistos como castigos de Dios, que Él impone
como modo de apartar al "pecador" de Sí.
Esa NO es la manera de ver las cosas en el judaísmo.
En el judaísmo se sabe que los padecimientos tienen un sentido trascendente,
que el sentido tiene un propósito: educar y corregir a la persona.
El padecimiento es una lección que se debe de aprender, un escalón que falta
para subir otro peldaño en la ruta del crecimiento espiritual.4
Y en verdad, el padecimiento puede ser una pequeña cosa, un diminuto
obstáculo, pero que para el que lo sufre es motivo de dolor.
Tal como expresaron los Sabios:
"El sufrimiento
puede consistir en un pequeño incidente, por ejemplo, cuando pones tu
mano en tu bolsillo esperando encontrar un par de monedas, pero
solamente encuentras una".
(TB Arajín 16b)
Así pues, la sabiduría está en encontrar el
mensaje detrás del padecimiento, la luz en medio de la oscuridad, para que
no sea el sufrimiento un fracaso, sino un malestar (más o menos intenso) con
un rédito final.
Para los israelitas el rédito fue el ser los
receptores de la Torá, sus sostenes y trasmisores: ¡inmenso rédito sin
dudas!
Segunda.
Imagina que toda la vida estuviste bajo el intenso sol del mediodía, sin
conocer noche ni atardecer, ni días nublados ni apagones, ni techos ni ramas
de fresca sombra arbórea.
Imagínate así... y luego dime si conoces lo qué uno experimenta en la
oscuridad...
Ahora, imagínate algo parecido, pero tu única
luz fue la de un trémulo fósforo perpetuamente encendido.
Imagina esto y dime, ¿notarías un cambio si de pronto se iluminara todo con
la luz del sol a pleno mediodía?
¿Cuál es la diferencia entre ambas
situaciones?
En la primera no se aprecia en su justa medida la bondad de la luz, es más,
se la siente a menudo como una carga pesarosa.
Para el segundo, que conoce luces y sombras, es fácil reconocer la luz
poderosa cuando se enciende, y valora ambas cosas, la luz intensa que brinda
un detalle más fino, una percepción más clara, y también aprecia el respiro
que brinda la sombra.
La opresión en Egipto, donde estaban
iluminados con un escuálido cerillo casi al borde de la extinción, les
permitió apreciar a los israelitas luego la majestad y poder de la Luz que
se les reveló cuando salieron da allí, cuando recibieron la Torá, cuando se
encontraron "en persona" con el Eterno.
A mayor oscuridad, luego mayor intensidad para reconocer el valor de la luz.
Cuanto más difícil es obtener algo, más bienvenido es.
Luego de la inmensidad de la oscuridad espiritual y material en Egipto, los
hebreos estaban en condiciones de poder apreciar a plenitud la libertad y la
Luz de la guía proveniente de la Torá.
Así pues, el padecimiento en Egipto era la
dosis de oscuridad necesaria para aprender a gozar de las bondades que
obtendrían luego5.
Sin embargo, los ojos (corazón y mente) de
aquellos israelitas estaban tan habituados a la oscuridad, al estiércol de
la idolatría y la perversidad, que no pudieron tolerar tanta Luz en sus
vidas y reclamaron que hubiera pantallas, filtros, sombras.
Tal como nos relata la Torá:
"Al ver los Hijos
de Israel que la piel de su cara resplandecía, Moshé [Moisés] volvía a
poner el velo sobre su cara, hasta que entraba para hablar con el
Eterno."
(Shemot / Éxodo 34:35)
¡Ni siquiera toleraban la Luz que emanaba del
mortal Moshé!
No podemos juzgarlos duramente, pues entendemos su condición, no era fácil
tolerar lo que tuvieron que soportar en Egipto, tal como tampoco es fácil hacerse de un
día para el otro responsable de sus vidas, de las de su comunidad y de ser
"sacerdotes del Eterno" para conducir a todos los pueblos a la Verdad.
Por esta dificultad, comprendemos que la generación del desierto no cumplió
a totalidad su misión, pero también reconocemos y agradecemos que sin su
fuerza, su persistencia, su dureza, tampoco hubieran podido recibir la Torá
y trasmitirla con fidelidad a sus descendientes, a nosotros.
Las pruebas que se ponen en nuestro camino
sirven para fortalecernos, lástima que muchas veces solo vemos el
sufrimiento y no la oportunidad...
¡Les deseo a usted y los suyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj! ¡Cuídense y gocen de lo permitido para qué sepamos construir
shalom!
Moré Yehuda Ribco
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Notas:
1-
Hablamos también en sentido figurado, haciendo alusión a los que son
esclavos de drogas químicas, relaciones enfermizas, cultos tóxicos, etc.
2-
Recordemos que misericordia no es lo mismo que lástima.
Numerosas son la diferencias entre ambos conceptos, pero para comprender con
un breve comentario usaremos el idioma original de la Creación, el hebreo.
Lástima es "javal", que se asocia con "jevel", que es soga, pero también
dolor, malestar.
Misericordia es "rajamim", que se vincula con "rejem", que es útero, seno.
La lástima se basa en sentirse superior al que padece, y por eso termina
siempre siendo una soga que ata en lugar de liberar, que asfixia en vez de
dar vida. El sentimiento de lástima, lastima.
Por su parte la misericordia se basa en la correcta autoestima, por medio de
la cual se acepta al otro con sus diferencias, defectos y virtudes, y se
acepta a uno mismo con los propios errores y aptitudes. Con misericordia se
tiende un manto protector que cobija al necesitado sin desproteger al que
brinda.
3- No es del judaísmo, pero sí es típica del
cristianismo y de otras creencias politeístas, pues suponen una contienda
entre divinidades, generalmente una del bien y otra del mal, Jesús y Satanás
en el cristianismo. Cuando ocurren desgracias es un castigo del dios bueno,
que aparta al pecador, pues éste se ha aproximado al dios del mal, el
pecador es un apóstata o traidor o hereje o hijo del diablo.
Pero en el judaísmo, tanto el bien como el mal, la luz como la oscuridad,
todo es obra del Uno y Único. El mal está en función del bien, no en
competencia con él.
El castigo divino es una manera, dura y triste, para despertar al pecador y
hacerle entender que a pesar de todos sus esfuerzos negativos, igualmente
Dios le ama y desea que esté más cercano, ya que nunca se está sin conexión
con Él.
4- Los padecimientos auto-provocados, o
provocados por otro ser humano NO entran dentro de esta explicación, pues el
ser humano está dotado de libre albedrío, por tanto no podemos
"responsabilizar" a Dios por los crímenes, pecados, errores o daños
cometidos por un ser humano. Es esa persona, o ese grupo el responsable de
sus actos.
Pero bien podemos nosotros incluso en esas situaciones CONSTRUIR un sentido
a nuestro padecimiento, aunque a priori no lo tenga en su génesis.
5- No olvidemos, por favor, que los
responsables del padecimiento de los israelitas eran los egipcios y los que
los apoyaban. Por lo que mencionamos en la nota al pie "4", Faraón podía
elegir y prefirió la dureza y maldad.
Otras interpretaciones de este pasaje de la
Torá, y más estudios los hallan
HACIENDO CLIC
AQUÍ, AQUÍ y
AQUÍ.
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