|  Lic. Prof. Yehuda Ribco |  |    | 
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| BeShem H' El Olam | ||
LaH' Haaretz UMeloa
                  -   23/12/2000 - Kislev, 26 5761 -Januca 2
                  
                    Responsable: Licenciado en Psicología Prof.
                    Yehuda Ribco / Darjey Noam
Vaieshev  Bereshit 37:1
                - 40:23
Bereshit 37:1
                - 40:23  
Queridos Talmidim y Javerim, Shabbat Shalom, el tema de este comentario es:
Tiempo para soñar, tiempo para concretar
"Ésta es la historia de la familia de Iaacov [Jacob]: José, siendo de 17 años, apacentaba las ovejas con sus hermanos; y el joven estaba con los hijos de Bilha y los hijos de Zilpa, mujeres de su padre. Y José informaba a su padre de la mala fama de ellos." (Bereshit / Génesis 37:2)
¿Sabemos
                acaso por la Torá la edad de Avraham cuando recibió el llamado
                de partir de su mundo cotidiano, para transformarse en el
                peregrino del monoteísmo?
                ¿La Torá nos deja conocer con precisión la edad de Itzjac al
                ser amarrado por su padre como ofrenda al Eterno?
                ¿Nos informa la Torá de la edad de Iaacov al partir rumbo a
                Jarán, realmente hacia su crecimiento personal, huyendo de su
                hermano Esav?
                ¿Está escrito cuantos años contaba Moshé cuando maduró y
                reconoció la inhumano situación de sus hermanos hebreos
                esclavizados por Mitzraim?
                La respuesta es NO.
                Si las sabemos es por el concurso de nuestros jajamim y la
                tradición oral (o los cálculos certeros).
                Y de modo similar ocurre con otros personajes, de los cuales
                desconocemos su edad en momentos cruciales de su vida.
                Entonces, si la Torá es tan parca en datos accesorios, y en
                elementos innecesarios, ¿para qué nos cuenta que este joven
                Iosef tenía 17 años cuando estaba siendo malcriado por su
                padre, y chismeando acerca de sus hermanos, y soñando sueños
                de grandeza?
                Las respuestas pueden ser varias, pero una de ellas es la
                siguiente: nunca es demasiado pronto para soñar con superarse.
                Quizás la situación no sea la más ajustada para concretar los
                sueños.
                Quizás el sujeto no esté en una etapa de desarrollo personal
                apropiada para hacer de las anheladas metas un esbozo de
                realidad.
                Quizás los ideales soñados sean virtualmente imposibles o
                improbables de alcanzar.
                Pero, si nunca nos proponemos la grandeza, el crecimiento, el
                mejoramiento, la evolución (propia y ajena), ¿cómo
                pretendemos lograrlo?
Y
                así como nunca es temprano para soñar con algo mejor, tampoco
                nunca es tarde para iniciar la lucha para alcanzarlo.
                Januca, esta fiesta que nos recuerda la valentía y el
                heroísmo, la decisión de vencer a las enormes dificultades, y
                el valor que hay que desarrollar para valorar los valores reales
                (aunque a veces inmateriales), fue iniciada por un hombre en el
                ocaso de su vida (Matitiahu el sacerdote), pero que sin embargo,
                no hesitaba en luchar por liberarse del yugo de las opresiones
                de lo que erosiona el alma y aniquila la existencia.
Así pues, siempre es tiempo de soñar en ser mejores, y siempre es tiempo para dejar de soñar y ponerse a conquistar el éxito verdadero, que es el que se logra sobre lo que no es correcto.
Shabbat Shalom les desea Yehuda Ribco

Destellos de la parashá
La narración de las peripecias de Iosef, desde su actitud de
                infante mimado y malcriado, hasta transformarse en "Iosef
                HaTzadik" - "Iosef el Justo", es el tema central
                de esta parashá.
                Iosef es considerado como prototipo de persona, y modelo de las
                vicisitudes que en general (con sus variaciones) puede vivir el
                individuo o el colectivo.
                Con su ejemplo a la vista, es posible comprender que todas los
                incidentes tienen uno o varios motivos y finalidades, y que
                quizás no podamos llegar a percibirlos en su cabal magnitud.
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