Hay que conocer las propias fuerzas y limitaciones, el potencial a desarrollar y aquello que cuesta más para esforzarse en ello.
Hay que saber donde uno es hábil y cómo aprovechar todos los recursos, inclusos las debilidades para obtener el éxito.
Sin embargo, por más que creas saber todo de ti, no te atrevas a apocarte y por ello quedarte encerrado en tu celdita mental.
No digas:
«וַיְדַבֵּ֣ר מֹשֶׁ֔ה לִפְנֵ֥י ה לֵאמֹ֑ר הֵ֤ן בְּנֵֽי־יִשְׂרָאֵל֙ לֹֽא־שָֽׁמְע֣וּ אֵלַ֔י וְאֵיךְ֙ יִשְׁמָעֵ֣נִי פַרְעֹ֔ה וַֽאֲנִ֖י עֲרַ֥ל שְׂפָתָֽיִם : פ
Y Moshé [Moisés] respondió al Eterno diciendo: –Si los Hijos de Israel no me escuchan, ¿cómo, pues, me escuchará el faraón, siendo yo falto de elocuencia?»
(Shemot/Éxodo 6:12)
Mejor haz lo que tienes que hacer, da hasta la último gota de energía para conseguir la meta, y permite que sean los hechos los que te confirmen en tu impotencia y que no sean tus creencias las que te imposibiliten antes del hecho.
¿Entendiste?
Que triste eso. Claro, cuando quiero hacer algo bien, es cuando empiezo a pensar que no me puede resultar por una u otra razón.
Entonces, me pongo a suponer o a echarme culpar en el peor de los casos, sin darme cuenta que ya me hundí con mis propias lágrimas.
Gracias.
uno llega a ser su peor enemigo!