- En nuestra existencia terrena nos vemos enfrentados casi de manera constante a situaciones que nos generan sentimiento de impotencia.
También, nuestra mente suele generarlos allí en donde en principio no hay base material para ello.
Somos seres extremadamente limitados, dependientes, que nos vemos sometidos a todo tipo de evidencias de nuestro nulo o escaso poder. Cuando no, nos inventamos esa idea y nos sumergimos entonces en la desesperación de no poder. - Ante esto, recibimos la información, la interpretamos y reaccionamos (interna y/o externamente) de forma automática e inconsciente a través de dos posibles filtros: primero y ante todo el de la reacción instintiva del EGO, así como el de nuestro sistema de creencias (que está en mayor o menor medida impregnado por EGO). Algunas creencias se encuentran en la superficie de nuestra conciencia, las podemos reconocer con facilidad. Otras se han encapsulado como hábitos, que son como una segunda naturaleza en apariencia fuera de todo pensamiento.
- Cuando a la impotencia se responde desde el EGO o desde el sistema irracional de creencias, se entra en una espiral tóxica.
Lo que suele ser más pesado de soportar no es la situación que inició la espiral, sino la propia lucha contra el sentimiento de impotencia, con el consiguiente y habitual fracaso por vencerlo, lo que aumenta el sentimiento de impotencia, y con ello el afán de reaccionar, etc.
A esto se le puede añadir la reacción de la otra persona que se encuentre involucrada, sea en este momento o más adelante, directa o indirectamente. - No podemos controlar la aparición de nuestros sentimientos, por tanto es normal que nos invadan aquellos originados por el EGO o por nuestro sistema de creencias.
Sentiremos tristeza, enojo, frustración, rabia, abandono, soledad, miedo, angustia, ineptitud, parálisis, vergüenza, vanagloria, pedantería, superstición, engaño, mentira, rencor, ganas de gritar, o de romper o de golpear. Como un volcán rebosante de lava hirviente estarán rugiendo en nuestro interior estos sentimientos, listos para concretarse en palabras, acciones o pensamientos tóxicos. - En vez de luchar con los sentimientos, hay que hacer el esfuerzo para detener su concreción. No permitir que se traduzcan de forma automática en acciones, palabras o se enquisten como pensamientos tóxicos (a su vez generadores de creencias tóxicas que se incluyen en el sistema de creencias). Es cuestión de controlar ese brote en el breve lapso efervescente y muchísimas veces irracional.
- Pasado el primer momento sin haber reaccionado concretamente, es necesario admitir que sentimos lo que hemos sentido.
No se debe negarlo, ni rechazarlo, ni censurarlo sin más o taparlo con excusas.
Por el contrario, es necesario admitirlo y tener la honestidad como para también admitir que es nuestro ese sentimiento y hemos sido nosotros los que lo provocamos con nuestro EGO o nuestro sistema de creencias. No echar culpas, ni buscar justificaciones, ni quedarse en la queja e incluso el auto reproche. Esto nos invalida y aprisiona más en nuestras celditas mentales. - Analizar qué nos llevó a sentirnos en impotencia, identificarlo, darle un nombre, describirlo, aceptar que eso fue lo que disparó nuestro sentimiento.
Nuevamente, no es para juzgar, ni culpar, ni disculparse, sino para tener conciencia del mecanismo que opera en nosotros y nos lleva a sentirnos en impotencia con sus consiguientes reacciones adversas (siendo que no fue funcional a rescatarnos de una situación realmente extrema, en la que es indispensable el recurso del EGO). - Es posible cambiar lo que vamos a concretar, sin seguir el tren del sentimiento emanado del EGO.
Así, si estábamos por insultar, como reacción propia del EGO, hicimos el esfuerzo por detenernos. Admitimos que íbamos a hacer eso. Admitimos que nos sentimos impotentes y los sentimientos negativos que recién pasaron. Vemos qué fue lo que disparó esto. Hacemos algo totalmente diferente, que no provenga del EGO sino del pensamiento positivo, del AMOR. - A veces la reacción agresiva es necesaria, debemos hacer el esfuerzo necesario para que ésta no provenga del EGO, sino valorada y sometida a la LUZ del AMOR.
- Si bien el EGO, que es una función natural y normal, está en la base de nuestra irracionalidad; así como diferentes hábitos que fuimos adquiriendo/formando a través de la conducta errónea repetida; no es primordial hacer una búsqueda arqueológica del origen histórico de nuestra forma de reaccionar actual.
Lo principal es trabajar en el aquí y ahora, pues es en el presente que seguimos reaccionando como lo hacemos. Por tanto, existen mecanismos actuales que hay que identificar para corregir.
De nada sirve argumentar que es el EGO el causante, y dar una clase teórica magistral al respecto. Como tampoco es valioso identificar que fue X situación del pasado, que se reiteró N veces hasta formar el hábito y/o creencia.
Lo importante es ver cómo y qué está actuando ahora, para modificarlo.
Puede ayudar conocer la génesis de la creencia, del hábito y aprender acerca del EGO. - Las creencias y los hábitos no se corrigen de manera rápida y sin esfuerzo. No hay magia ni píldoras milagrosas. Tampoco hay recetas de cocinas, las que se siguen al pie de la letra y se obtiene lo esperado.
- El trabajo por modificar nuestra existencia no se debe realizar como respuesta a la situación de impotencia, sino como un trabajo terapéutico, en donde se analizan los factores que provocaron la impotencia, se admiten los sentimientos, se los identifica, se debate su aptitud, se valoran acciones alternativas a las propuestas de manera automática, se ensayan, etc. Se trata de evitar el echar culpas, disculpar lo erróneo, aumentar el dominio del EGO.
Por supuesto que es menester aprender ciertas técnicas, como la Comunicación Auténtica, por ejemplo.
Paulatinamente se van remplazando las creencias tóxicas por pensamientos y especialmente acciones de construcción de SHALOM (acciones basadas en la bondad Y la justicia).
Un ejemplo y ejercicio.
Llegas a la entrevista para tu primer trabajo a las 15:00, puntual, como te habían citado.
La secretaría que te atendió te ordena que te sientes y esperes.
Pasa el tiempo. Tú ves que las secretarias conversan, toman café, usan el celular, alguna salió a fumar y nadie ha llamado a la persona con la que tenías la entrevista a las 15:00.
Tu mente te dice que ellas son unas tramposas, que cobran sueldo sin trabajar, que se aprovechan de los jefes, que te están maltratando a propósito, que te desprecian, que si pudieran te hostigarían. Y la mente te dice que tú seguramente no vales mucho, que no es casualidad que te pase esto a ti, si no te llevas bien con la gente. Si no tienes novio. Si con casi treinta años este sería tu primer trabajo. Algo malo debes tener. Será algo genético, imposible de cambiar. Seguramente es culpa de tu madre, ella es una víbora, siempre agrediéndote, negándote el cariño, obligándote a cosas que no quieres pero que le sirven a ella para sentirse una reina. Tienes ganas de insultar a esas miserables mujeres, que son como tu madre, que no te tratan bien, que te agreden con su abandono. Tienes ganas de llorar. Tienes ganas de salir corriendo, como ya lo hiciste otras veces en situaciones parecidas. Tienes ganas de arrancar ese florero de la masa y lanzarlo contra la ventana. Te sientes a punto de estallar por dentro y por fuera.
Entonces, se abre la puerta que comunica con el calle y aparece un señor que se dirige derecho a una oficina interna, tras lo cual te invitan a entrar allí.
Estás descompuesta, desencajada, llena de enojo, rencor, rabia, despecho, desesperación. Entras a la oficina, el señor amablemente se disculpa por la tardanza, le habían llamado del colegio de su hijo, el niño había tenido un pequeño accidente y tuvo que ir corriendo al hospital. Ni bien pudo regresó a la oficina. Estaba apenado que no se había comunicado para avisar a las secretarias del asunto, es que se había sentido tan mareado y confundido.
Ahora, aplica lo que te he expuesto más arriba.