Responsable: Lic.  Prof. Yehuda Ribco (Av 17, 5761 - 6/08/01)

Beshem H' El Olam


 Respuestas a Preguntas // Crecer

 Victoria

l... necesito ayuda, no se como ultimamente vivo una desgracia tras otra, estoy muy mal y no se que hacer... gracias

En reserva

Mi amiga, gracias por su confianza.

Ante todo, no desespere.
La desesperación no es buena brújula para capear las tormentas, ni para navegar el mar plácido.
Si sufre, desahogarse es positivo. Llore, grite, patalee, proteste, quéjese, critique. Recurra al apoyo de personas que la puedan confortar.
Resguardesde en los brazos de personas queridas.
Pemita que el oído de otro la acaricie con la escucha.
Pida asistencia profesional, si es necesario.
Rece, vierta su corazón a Dios. La oración es sumamente poderosa si parte del corazón...
Pero, no se quede con todo esto.
No haga de la queja un modo de pasar por la vida.
Ni de la protesta su sustento.
Ni asfixie a quienes la quieren con sus pesares.
Luche, y tenga confianza en que la Creación en cierto sentido tiende al equilibrio, a la armonía, y que lo que es un estrés en determinado momento, en realidad puede transformarse en el preámbulo del relax.
Recuerde que para gozar del amanecer, primero hay que trasponer los velos de la noche.
Crea que las crisis son oportunidades de progresar, si no se desperdician.
Si están dadas las condiciones para nuestra beneficio.
Comprenda que sólo cuenta con este momento, esta vida, esta ocasión. Ayer ya no es. Mañana es un vacío.
Sólo contamos con las preciosas chispas del ahora, y podemos utilizarlas para encender una fogata que nos reconforte, que nos brinde seguridad, que nos alimente... o podemos dejarlas escapar...
Busque en qué se está equivocando,  si lo encuentra, intente de enmedarlo. Esa acción si es reparatoria mueve a armonizar su parcela de universo.
Si no halla sus acciones erróneas, busque nuevamente, con empeño y energía, pero sin culpabilizarse, sin hallarse rea a sus ojos... no somos más que humanos, límitados y carentes, por lo que errar es parte de nuestra experiencia cotidiana.
Busque, y si luego de buscar con sinceridad no encuentra el error, esté tranquila, confíe en que el Cosmos se las arreglará para compensar sus desarmonías actuales.
Y si, Dios no permita, lo que usted sufre parece no tener solución, no se estremezca por la desesperanza, pues, si confía en la tendencia a la armonía del Cosmos, sus padecimientos no serán vanos.
Quizás esto último no le sirva de consuelo, quizás pensar en que su malestar puede ser semilla de beneficio generoso de otro u otros no le baste, y prefiera su propio bienestar. Es su opción, y no recibirá un juicio adverso, al menos no de mi parte. Pero, la fuente de la mayoría de las miserias humanas radica en el egoísmo, en el deseo de centrar en el Yo el Universo; en tanto que en la generosidad, en la apertura sincera hacia el Cosmos, se halla la energía vital.
Es cuestión de confiar en esto, y de actuar en consecuencia.
Y si cree en Dios, confíe en que Él sabe...

Para terminar, permítame que le cuente una historia de una persona que conocí.
No pretendo con este relato desmerecer sus propios dolores, pues como le dije, está en su pleno derecho a rebelarse contra su pesar... a sufrir.
Ni tampoco sonar a ingenuo.
Simplemente, dar un mensaje desde otro punto de vista.
Conocí en una ocasión en mis estudios como psicólogo a un hombre que parecía entrado en años, achacoso, en silla de ruedas, que apenas podía moverse, con sus extremidades inferiores consumidas por una enfermedad maligna.
Este hombre no era tan ancianco como aparentaba.
Y su estado era más ruinoso que el aparente, si consideramos que había llegado a ser un estimado atleta.
Sufría inmensamente por sus enfermedades, pero, contradictoriamente emanaba una especie de paz de su ser. No ese sentimiento de resignación ante la pérdida, ante el vacío, ante lo inevitable. Sino como una energía de entereza, de verdadera armonía.
Y yo no entendía bien la razón.
Con ese temor tan común que parece que nos hace evadir ciertos temas, no sabía como enfrentarme a este hombre, ni como indagar en esa extraña contradicción: el inmenso dolor de la ruina del físico, contra la plenitud del espíritu.
Hasta que fue él el que me encaró y me dijo algo así como (lo que recuerdo y traduzco): "No te apenes por mí, no es necesario... En una ocasión, sentado en esta silla de ruedas, cuando no sólo el cáncer me comía sino también mi desolación, pude apoyar a alguien que sufría de una pérdida más leve que la mía. Y lo ayudé a salir. Y mejoró. Y sentí entonces que su victoria era mi victoria. Y que si yo no hubiera estado en esta silla, no me habría topado con ella, ni hubiera salido adelante. A veces el camino hacia la cima no es tan dulce... Así que, aquí me ves, en el ocaso, pero esperanzado en que el sol saldrá mañana para ella y el mundo..."

Estoy a sus órdenes

Shalom, Iebarejejá H' - Dios te bendiga.

Yehuda Ribco

Si les quedan interrogantes, comentarios o sugerencias, háganlas llegar que son siempre muy bienvenidas.


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