Mi amiga, gracias por su confianza.
Ante todo, no desespere.
La desesperación no es buena brújula para capear las tormentas, ni para
navegar el mar plácido.
Si sufre, desahogarse es positivo. Llore, grite, patalee, proteste,
quéjese, critique. Recurra al apoyo de personas que la puedan confortar.
Resguardesde en los brazos de personas queridas.
Pemita que el oído de otro la acaricie con la escucha.
Pida asistencia profesional, si es necesario.
Rece, vierta su corazón a Dios. La oración es sumamente poderosa si
parte del corazón...
Pero, no se quede con todo esto.
No haga de la queja un modo de pasar por la vida.
Ni de la protesta su sustento.
Ni asfixie a quienes la quieren con sus pesares.
Luche, y tenga confianza en que la Creación en cierto sentido tiende al
equilibrio, a la armonía, y que lo que es un estrés en determinado
momento, en realidad puede transformarse en el preámbulo del relax.
Recuerde que para gozar del amanecer, primero hay que trasponer los velos
de la noche.
Crea que las crisis son oportunidades de progresar, si no se desperdician.
Si están dadas las condiciones para nuestra beneficio.
Comprenda que sólo cuenta con este momento, esta vida, esta ocasión.
Ayer ya no es. Mañana es un vacío.
Sólo contamos con las preciosas chispas del ahora, y podemos utilizarlas
para encender una fogata que nos reconforte, que nos brinde seguridad, que
nos alimente... o podemos dejarlas escapar...
Busque en qué se está equivocando, si lo encuentra, intente de
enmedarlo. Esa acción si es reparatoria mueve a armonizar su parcela de
universo.
Si no halla sus acciones erróneas, busque nuevamente, con empeño y
energía, pero sin culpabilizarse, sin hallarse rea a sus ojos... no somos
más que humanos, límitados y carentes, por lo que errar es parte de
nuestra experiencia cotidiana.
Busque, y si luego de buscar con sinceridad no encuentra el error, esté
tranquila, confíe en que el Cosmos se las arreglará para compensar sus
desarmonías actuales.
Y si, Dios no permita, lo que usted sufre parece no tener solución, no se
estremezca por la desesperanza, pues, si confía en la tendencia a la
armonía del Cosmos, sus padecimientos no serán vanos.
Quizás esto último no le sirva de consuelo, quizás pensar en que su
malestar puede ser semilla de beneficio generoso de otro u otros no le
baste, y prefiera su propio bienestar. Es su opción, y no recibirá un
juicio adverso, al menos no de mi parte. Pero, la fuente de la mayoría de
las miserias humanas radica en el egoísmo, en el deseo de centrar en el
Yo el Universo; en tanto que en la generosidad, en la apertura sincera
hacia el Cosmos, se halla la energía vital.
Es cuestión de confiar en esto, y de actuar en consecuencia.
Y si cree en Dios, confíe en que Él sabe...
Para terminar, permítame que le cuente una historia de
una persona que conocí.
No pretendo con este relato desmerecer sus propios dolores, pues como le
dije, está en su pleno derecho a rebelarse contra su pesar... a sufrir.
Ni tampoco sonar a ingenuo.
Simplemente, dar un mensaje desde otro punto de vista.
Conocí en una ocasión en mis estudios como psicólogo a un hombre que
parecía entrado en años, achacoso, en silla de ruedas, que apenas podía
moverse, con sus extremidades inferiores consumidas por una enfermedad
maligna.
Este hombre no era tan ancianco como aparentaba.
Y su estado era más ruinoso que el aparente, si consideramos que había
llegado a ser un estimado atleta.
Sufría inmensamente por sus enfermedades, pero, contradictoriamente
emanaba una especie de paz de su ser. No ese sentimiento de resignación
ante la pérdida, ante el vacío, ante lo inevitable. Sino como una
energía de entereza, de verdadera armonía.
Y yo no entendía bien la razón.
Con ese temor tan común que parece que nos hace evadir ciertos temas, no
sabía como enfrentarme a este hombre, ni como indagar en esa extraña
contradicción: el inmenso dolor de la ruina del físico, contra la
plenitud del espíritu.
Hasta que fue él el que me encaró y me dijo algo así como (lo que
recuerdo y traduzco): "No te apenes por mí, no es necesario... En
una ocasión, sentado en esta silla de ruedas, cuando no sólo el cáncer
me comía sino también mi desolación, pude apoyar a alguien que sufría
de una pérdida más leve que la mía. Y lo ayudé a salir. Y mejoró. Y
sentí entonces que su victoria era mi victoria. Y que si yo no
hubiera estado en esta silla, no me habría topado con ella, ni hubiera
salido adelante. A veces el camino hacia la cima no es tan dulce... Así que, aquí me ves, en el ocaso, pero esperanzado en
que el sol saldrá mañana para ella y el mundo..."
Estoy a sus órdenes
Shalom, Iebarejejá H' - Dios te bendiga.
Yehuda Ribco
Si les quedan interrogantes, comentarios o sugerencias, háganlas
llegar que son siempre muy bienvenidas. |