Resp. 5910 – cementerio de animales

Shalom.

Es una interrogante muy interesante y sensible, lo comprendo y comparto con usted el sentimiento, en casa también tenemos gran cariño a Maky. Ciertamente son bellas almas, seres dotados de una gran luz, aunque carezcan del espíritu de los humanos.

El cementerio judío no es el lugar para las mascotas, sino para personas pertenecientes a la Familia Judía.

Sé que existen en algunos lugares cementerios para mascotas, lo cual pudiera ser una interesante opción.

De no haber posibilidad, podría enterrar el cadáver del animalito en algún jardín, propio o de alguien que acepte la propuesta. En otras épocas era el fondo de la casa el sitio habitual para enterrar a las personas de la familia, tanto entre judíos como no. Habría que ver las disposiciones legales y normativas al respecto.

Puede también consultar con el veterinario que cuida a su amiguito cuales son las opciones habituales en su zona de residencia, y ustedes evaluarán la decisión.

Más allá de esto, el cuerpo es el vehículo pero no la esencia. Terminado el paso por este mundo, el vehículo debería aparcarse allí en donde podría ser de mayor provecho para el Todo (ecosistema). Los cuerpos humanos deben ser tratados con la mayor dignidad y respeto, puesto que fueron los que manifestaron en vida la «imagen y semejanza» con el Eterno. Además, permanece vivo el espíritu, el cual por breve tiempo sigue conectado con lo que fue su morada terrenal. Por tanto, el tratamiento hacia el cadáver humano debe diferenciarse del que se le da a las otras criaturas, aunque no por ello sea tolerable el maltrato del animal aún después de muerto.

Por su parte, los perros no son espíritu, no se preserva su esencia en el otro mundo; pero, sí queda de ellos lo que nosotros atesoramos: los recuerdos, los sentimientos, las huellas, el vacío por su muerte, etc.
Entonces, somos nosotros, los humanos que amamos a nuestros animalitos, los que nos convertimos en sus mausoleos vivientes en tanto llevemos el recuerdo con amor y sin padecimiento. Nosotros, somos su «olam habá», su mundo venidero. Quizás el cadáver sea botado al basurero o algo parecido, sé que resulta una idea espantosa, pero si somos racionales nos damos cuenta que el animalito ya no sufre, no hay maldad hacia él, no se lo desmerece por ello. No lo estamos traicionando, porque su esencia ya ha partido de esa carcasa, ya no sufre. Los que sufrimos somos nosotros; los que aborrecemos lo que le ocurre a la biomasa, somos nosotros, no ellos.
Pero, incluso si termina en un vertedero, nos sobreponemos al sostener el recuerdo feliz; al recordar su pasaje vital y radiante, el amor que existió entre nosotros.
Si queremos, haremos hasta lo imposible para que también su cuerpo «repose en paz», pero no amargarse, angustiarse, envilecerse por ello. Depende de cada uno y de lo que las circunstancias materiales, legales, culturales, etc., permitan.

Deseo para usted, su familia y su perrito larga vida, salud y prosperidad.

Shalom y bendición.

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