El espíritu necesita un cuerpo para servir a Dios… y también para vivir

Hay quienes me preguntan, con voz quebrada o mirada extraviada:
“Moré, ¿por qué me siento tan desbordado al punto que parece que no estoy en mi cuerpo?
¿Rabi, por qué no puedo disfrutar, estar en paz, dormir, sentir?”
Y una de las respuestas, aunque suene rústica, es tan ancestral como certera:
Porque te «fuiste» del cuerpo.

Sí, como lo escuchas. Estás, pero no estás. Vivís, pero no en tu cuerpo. Y eso es una desconexión que enferma.

👣 Cuando el Creador formó al ser humano, no comenzó por la palabra ni por el pensamiento, sino por el polvo de la tierra.
Vaitzer Hashem Elohim et haAdam afar min haadamá…” (Bereshit/Génesis 2:7).
Del polvo hizo un cuerpo, con sus temblores, sus bostezos, sus lágrimas, sus tensiones.
Solo después, le insufló espíritu de vida.
¿Y nosotros qué hicimos con ese cuerpo sagrado? Lo ignoramos. Lo reeducamos para obedecer reglas sociales, no siempre equilibradas con la Voluntad Divina, no siempre acordes al bienestar real de la persona, antes que sabiduría interna. Lo callamos al cuerpo sufriente, cuando, con pleno derecho, quería gritar. Lo apretamos cuando pedía temblar. Lo vestimos para agradar a los demás. Y así, el espíritu… quedó con el hogar secuestrado por el EGO y sus esbirros.

📜 El rey David, hombre de guerras y salmos, lloró, gritó, danzó con todo su ser.
Cuando entró el arca del Eterno a Ierushalaim, no se contuvo:

David danzaba con todas sus fuerzas delante de Hashem” (Shmuel Bet / 2 Samuel 6:14).

Lo criticaron. Le dijeron que eso no era digno de un rey. Y él respondió, en esencia: Yo no vine a mostrarme ante ustedes, vine a regocijarme ante Dios.

El cuerpo no es enemigo del espíritu, sino su vehículo.
Es una de las vestimentas, de las herramientas, que nos ha dado el Creador para cumplir nuestra misión en este mundo.
Cuando negamos al cuerpo, pagamos el precio. Nos llenamos de síntomas. El insomnio grita lo que el espíritu no puede susurrar. La tensión en la mandíbula muerde los secretos que no dijimos. El temblor que evitamos contiene más verdad que mil frases bien pensadas.
El judaísmo no propone mortificar el cuerpo, tampoco vivir solamente dándole placer.
En el equilibrio esta la salud y verdad.

🌬️ Bostezar, suspirar, temblar, llorar, reír con el cuerpo entero: eso no es descontrol.
Eso es volver a casa.

Vivimos en un mundo dividido y fragmentado. Por un lado, están los que adoran el cuerpo y niegan la mente, como un mantel sucio y de poco provecho. Admiran la juventud, la belleza física, la fuerza, al tiempo que el descontrol que genera placer momentáneo.
Y están aquellos que exaltan la mente y dejan al cuerpo como una marioneta decorativa. Nos enseñan fórmulas, algoritmos, opiniones… pero no a habitar este templo que solemos llamar “yo”.
Y luego, cuando colapsamos, nos venden cursos, pastillas, dietas, retiros.

📚 En el Tanaj no hay yoga ni coaching, pero sí hay sentarse en silencio con ceniza en la cabeza, como Iyov.
Sí hay un día al año con quebrantamiento físico, para el ayuno de Iom Kipur.
Sí hay sacudir el cuerpo con el lulav en Sucot.
Sí hay poner las manos sobre la cabeza del animal del sacrificio, para descargar el peso de la culpa y con ello movernos a reflexionar y cambiar la conducta, y mejorar como personas íntegras.
El cuerpo siempre estuvo presente. Lo sacamos nosotros.

🧘‍♂️ Así que sí, cuando tiemble tu mano de nervios, déjala.
Cuando venga un bostezo inesperado, ábrelo sin vergüenza.
Cuando llores, no te limpies de inmediato.
Cuando tu cuerpo quiera moverse, permítelo.
Todo eso es parte de tu Tikún.
Por supuesto, cuando el cuerpo quiera romper la Voluntad Divina, date cuenta y pon el freno necesario, porque en ese caso, el límite es la salud y lo imprescindible de realizar.

No esperes a “sanarte” para escucharlo. Escúchalo, y empieza a sanar.

No necesitas comprarte nada nuevo. Ya venís de fábrica con lo necesario: respirar, temblar, moverte, soltar.
Es hora de volver a la sabiduría básica, a lo que el Creador diseñó con perfección.
Es hora de bajar de la mente… y volver a vivir en tu cuerpo.

Es hora de comprender su impresionante valor, su misión en nuestra aventura espiritual en este mundo material.

En resumen.

A veces nos sentimos agotados, ansiosos o desconectados, y esto puede ser porque no estamos conectados con nuestro cuerpo. En la tradición judía, el cuerpo es tan importante como el espíritu. No se trata solo de pensar y analizar, sino de sentir, moverse y expresarnos físicamente.

Desde pequeños, aprendemos a controlar el cuerpo para ajustarnos a reglas sociales, pero esto puede hacer que ignoremos sus señales. Por ejemplo, el insomnio, la tensión o el llanto reprimido pueden ser señales de que algo no está bien.

El rey David, en el Tanaj (la Biblia), no tuvo miedo de expresar sus emociones con el cuerpo. Bailó con fuerza y sin vergüenza para celebrar a Dios. Esto nos enseña que sentir y expresar con el cuerpo no es un error, sino una forma de vivir plenamente.

Por eso, en lugar de tratar de eliminar sensaciones incómodas, deberíamos escucharlas. Si sientes ganas de temblar, llorar o moverte, permítelo. Es una manera de sanar y volver a tu esencia.

La verdadera paz y bienestar no vienen de controlar todo lo que sentimos, sino de aprender a vivir con nuestras emociones y encontrar equilibrio entre el cuerpo y la mente.
Luego, podremos también analizar qué podemos mejorar y no quedarnos en estadios de niño pequeño.

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sardinajr

Tan simple y tan profundo que resulta una bofetada a nuestra autosuficiencia. Muchas gracias por esta reflexion, ha sido de mucha bendicion

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