Shabbat: I Adar 17, 5768; 23/2/08
Un comentario de la Parashá Ki Tisá (Shemot 30:11 – 34:35)
*Ligadura inquebrantable*
¡Bienvenido lector estimado!
El Eterno liberó a la nación judía de la terrible esclavitud de Egipto.
No fue por la vía «natural», ni por una revolución armada, ni como movimiento de liberación nacional. Fue a través de milagros, con la manifestación pública del poder infinito del Eterno, Su soberanía sobre todo lo creado.
Diez espantosas plagas de origen celestial erosionaron a Egipto, en tanto Israel crecía y se fortalecía.
Así se dio la Salida de Egipto.
Luego el paso a través del Mar de las cañas, con la impresionante salvación de los judíos y el hundimiento de los privilegiados de Egipto.
Por si fuera poco, la nación de Israel era conducida por una columna de nubes y de fuego. Rodeados de nubes de gloria celestial que los protegía de calamidades del desierto. Alimentados por el pan de los cielos, el maná. Resguardados y cobijados permanentemente por la divina Presencia.
Por si fuera poco, fueron participantes de la Revelación en Sinaí, cuando el Eterno directamente les entregó la Torá a los judíos. Todos y cada uno de los tres millones de judíos presentes profetizaron al unísono, fueron visitados por un espíritu de profecía singular.
Nunca jamás nadie, ninguna otra nación, ningún otro individuo tuvo tan impresionante cercanía con el Eterno.
Ni habrá otra revelación de Su Presencia similar.
«Pregunta, por favor, a los días antiguos que te antecedieron, desde el día que Elokim creó al hombre sobre la tierra, y desde un extremo del cielo hasta el otro, si se ha hecho cosa semejante a esta gran cosa, o si se ha oído de otra como ella.
¿Existe otro pueblo que haya oído la voz de Elokim hablando de en medio del fuego, como tú la has oído, y que haya seguido viviendo?
¿O algún dios ha intentado venir y tomar un pueblo para sí de en medio de otro pueblo, con pruebas, señales, prodigios, guerra, mano poderosa, brazo extendido y grandes terrores, como todo lo que hizo por vosotros el Eterno vuestro Elokim en Egipto, ante vuestros propios ojos?
A ti, Israel, se te ha mostrado esto para que sepas que el Eterno es Elokim y que no hay otro aparte de Él.»
(Devarim / Deuteronomio 4:32-35)
Él existe, está atento a nosotros y no hay otro aparte de Él.
Lo sabemos porque nuestros ancestros lo han experimentado.
No por una emoción, ni por fe, ni por ignorancia religiosa.
Lo sabemos a ciencia cierta, igual que sabemos quien fue Colón, quien fue Alejandro Magno, igual que sabemos donde queda la China… a ciencia cierta sabemos que el Eterno ES y no hay otro dios aparte de Él.
Nuestros antiguos antepasados vivieron todos esos espectaculares milagros, estuvieron ante Su Presencia.
Pero, a los pocos días de la Entrega de la Torá en Sinaí pasó algo tristísimo.
Un grupo de gentiles había huido de Egipto, aprovechando el caos que ocasionado por la Salida de Israel de allí.
Estos gentiles, idólatras y ajenos al Eterno y Sus cosas, se prendieron a los costados del campamento de Israel, admitidos por la extrema misericordia de Moshé, a pesar de que el Eterno no había autorizado tal anexión.
Ahora, pasados unos pocos días de la Revelación en Sinaí este grupo de gentiles revoltosos (para nada dignos noájidas) promovió una revuelta populachera en reclamo de ídolos, de deidades ajenas que se «asociaran» a la gloria del Eterno.
Un minúsculo número de judíos errados los siguió en sus desvíos del alma. Menos del 2% de la nación judía hizo caso a esos misioneros de falsos dioses y falsos redentores.
Pero, casi el otro 98% guardó silencio, miró para otro lado, se hizo en parte cómplice por su omisión de aplicar de justicia y poner orden.
Los revoltosos gentiles y el 2% de judíos extraviados se fabricaron una falsa deidad que adoraron, se inventaron una deidad a su propia «imagen y semejanza», erigieron un becerro de oro para servir y adorar.
Cualquier tipo de servicio bizarro y asqueroso hicieron en honor a ese falso dios y falso redentor, hasta que bajó Moshé del monte y los ajustició, extirpó al falso dios de medio del campamento, puso las cosas en su sitio, restableció la senda correcta.
Y el Eterno dijo con respecto a esos misioneros gentiles que predicaron un falso dios y un falso redentor, y a los poquitos judíos rebeldes que se sumaron a esa doctrina de perdición:
«¡Al que ha pecado contra Mí, a ése lo borraré de Mi libro!»
(Shemot / Éxodo 32:33)
Es decir, tanto los misioneros como los «judíos por el becerro de oro» fueron condenados a estar fuera del gozo Eterno, castigados a sufrir el atroz desprecio del Eterno, en justa retribución al desprecio con que ellos rechazaron al Eterno.
Y el Eterno perdonó a Israel por su pasiva participación en ese atroz pecado.
Y renovó el pacto perpetuo que hay entre Él e Israel:
«He aquí, Yo hago un pacto frente a todo tu pueblo: Haré maravillas como nunca fueron hechas en toda la tierra y en ninguna de las naciones. Todo el pueblo, en medio del cual estás, verá la obra del Eterno; porque algo imponente haré para con vosotros.
Guarda toda la Torá que Yo te mando hoy. »
(Shemot / Éxodo 34:10-11)
Comprende esto, hay un pacto eterno entre Dios y el pueblo judío, que nada, que nadie, que nunca se podrá cancelar.
El pueblo puede pecar más o menos, un grupo de rebeldes puede causar graves heridas al seno de Israel, algunos se podrán desviar mucho o poco de la Buena Senda, pero nada interrumpe el pacto eterno entre Dios y el pueblo judío.
Nada ni nadie.
Porque el pueblo cayó a lo más bajo que se pudiera haber caído en aquella oportunidad, y sin embargo el Eterno no rompió la alianza con Israel, sino que por el contrario la renovó, la fortificó, la ratificó para todas las generaciones.
Esto es importante para que lo tengas en cuenta.
Puedes sentir que estás muy lejano de la Buena Senda, de la Torá y de la vida del cumplimiento de las mitzvot, pero a pesar de esto, SIEMPRE tienes un lazo sagrado que te une a la Eternidad.
El Eterno, como un Padre, te espera con paciencia, aunque «le duele» tu lejanía, tu ignorancia, tu elección errónea, igualmente Él es lento para la ira y con paciencia te espera a que regreses a la Buena Senda.
Puede ser que caigas muy bajo, pero incluso desde allí puedes elevarte para encontrarte con el abrazo infinito del Eterno.
Nunca es tarde para arrepentirte, enmendar tu conducta, rectificar tu senda, volver a la vida de Torá y cumplimiento de mitzvot.
Porque, la alianza de Dios con el pueblo judío es para siempre, nada la rompe.
Porque Él te está esperando, a ti individualmente, para que vivas tal como te corresponde.
¡Te deseo a ti y a los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
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