Bereshit–Génesis 5773

Es sabido que el relato de Bereshit presenta dos crónicas diferentes al respecto de la creación del ser humano. El primero en el primer capítulo, el segundo en el segundo. Presentan notorias disparidades, absolutamente evidentes y en modo alguno silenciadas u oscurecidas. A la vista están. Han sido comentadas y analizadas a lo largo de las generaciones.
Ahora te presento unas pocas de ellas, no todas ni de modo exhaustivo, solo un puñado, simplemente como aperitivo, como una invitación para despertarte el deseo de conocer y que tomes el sagrado texto y busques tú más. Para eso están nuestros libros, para conocerlos, aventurarse en ellos, interrogarlos, obtener claridad a través de sus mensajes, quedarse con dudas que no encuentran respuesta, seguir estudiando, mantener la llama encendida a través de la conexión, etc.

Tema

Capítulo 1

Capítulo 2

Origen Dios dice y Adam es creado Dios hace una figura de arcilla y le infunde la energía de vida a través sus narices
Género Adam es creado macho y hembra, se los nombra en plural y singular, pues es como un siamés, una persona que son dos personas Adam es varón
Relación con Dios El Eterno bendice a Adam para que se multiplique, se reproduzca, colme la tierra y la conquiste El Eterno pone al hombre en el huerto del Edén para que lo trabaje y cuide, le permite alimentarse de todo árbol que guste, menos del árbol del conocimiento, del bien y del mal
Ecosistema La creación va desarrollándose, evolucionando, hasta llegar al Hombre El hombre es puesto en el huerto del Edén y luego brotan
Relación humana Varón y mujer son una unidad desde el comienzo El varón está solo y busca compañía entre los animales sin hallarla, hasta que Dios le presenta a la mujer, con la cual finalmente se une y empareja
Nombre de Dios usado Elohim Hashem Elohim

Aquellos que no aceptan la autoría única y divina del texto sagrado reconocen en estas discrepancias una evidencia de tradiciones provistas por distintas fuentes, que fueron plasmadas con sus divergencias y contradicciones a la hora de concretar el texto de la Torá. Entonces hablan acerca de la línea “elohista”, que es diferente a la “yahvista”; de las variaciones motivadas por la política del momento o las influencias del folclore dominante en la región, u otros factores. Cosas muy interesantes, por cierto, pero en nada acordes a la Tradición y el sentido habitual que se les ha dado durante milenios a los relatos de la Torá.
Para los que no cuentan con herramientas intelectuales apropiadas ni el conocimiento necesario, estas especulaciones sesudas pudieran parecer verdades catastróficas, que borran de un saque la santidad de la Torá. Por ello muchos se embelesan con estas novedades y pierden la ruta trazada por el judaísmo., pero los adherentes a la divinidad de la Torá encuentran que no es necesario elaborar complejas teorías sobre muchos autores y numerosas fuentes para clarificar la doble exposición acerca del origen del Hombre. El judaísmo tiene varias respuestas apropiadas e idóneas, que brindan claridad al texto, y permiten ver que donde otros ven cuentitos mitológicos, realmente se encuentran enseñanzas sumamente profundas e intensas. Instrucciones para la vida cotidiana, para hacernos mejores personas, no meros malabarismos académicos de salón.

Te presentaré brevemente ahora dos de las maneras de comprender el valor e importancia de estos dos relatos, en apariencia, diferentes del origen del Hombre.
El Rav Josef Soloveitchik ztz»l, en su “La Soledad del Hombre Creyente”, armoniza la narrativa duplicada y divergente equiparándola a la identidad duplicada y divergente del ser humano. Somos al mismos tiempo espirituales y materiales; conectados al infinito, pero restringidos a un determinado espacio y tiempo; capaces de las mayores hazañas y novedades, como también de las ruindades y catástrofes; somos seres creados a imagen y semejanza del Eterno, pero moldeados con barro y perecederos. Sí, somos seres complejos, multidimensionales, uno pero múltiples. Tal como el relato de Bereshit nos representa. En el primer capítulo como obras celestiales, príncipes del Reino; en el segundo como insertos en el mundo, marcados por las vicisitudes de la existencia, por las necesidades.
Otro sabio actual de poderosa impronta, el Rav Mordechai Breuer ztz”l, también nos muestra con múltiple facetas, no meramente sometidos a instintos, o a influjo del entorno, o a lo genético, o a mandatos sociales, o a una ética espiritual innata, sino como una combinación de todos estos factores y muchos más. Somos uno pero muchos, además de diferentes individuos pero siendo partes de una unidad sistémica y metafísica.
En esta complejidad, atribuye la descripción del primer capítulo al nacimiento de la especia humana como tal y no de algún individuo en particular. No era Adam macho y hembra, sino que la especie humana sexuada fue creada. El Eterno no bendice a un hombre para que se reproduzca y conquiste la tierra, sino que brinda ese poder a la especie humana. En tanto que el segundo capítulo aterriza la reseña sobre el hombre en particular, Adam el primero de nuestra especie.
Como notamos, evidentemente hay maneras de explicar satisfactoriamente la aparente dualidad de criterios o de historias narradas en la creación del Hombre.
Proponemos una más. La primera aparición en la Torá es la que toma al hombre de manera natural, por lo que es, tal cual es, en su plenitud. La segunda es la que expresa el esfuerzo por superar sus limitaciones, por aprovechar sus potenciales. En el primer capítulo el hombre ya está completo, es como un ideal en un mundo controlado por la Voluntad de Dios; en tanto que en el segundo tiene que desarrollarse, cambiar, probar, equivocarse, corregirse, asumir compromisos, trabajar para perfeccionar, ser atento con el medio y mejorarlo, dialogar, negociar, fracasar, ser victorioso, en resumen, ser una persona real en un mundo real. No son dos relatos diferentes, son el mismo para un hombre que es complejo.

Un pequeño y conocido relato para concluir.

En un país muy lejano, al oriente del gran desierto vivía un viejo Sultán, dueño de una inmensa fortuna.
El Sultán era un hombre muy temperamental además de supersticioso. Una noche soñó que había perdido todos los dientes. Inmediatamente después de despertar, mandó llamar a uno de los sabios de su corte para pedirle urgentemente que interpretase su sueño.
– ¡Qué desgracia mi Señor! – exclamó el sabio – Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.
– ¡Qué insolencia! – gritó el Sultán enfurecido – ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos, por ser un pájaro de mal agüero. Más tarde, ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
– ¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que vuestra merced tendrá una larga vida y sobrevivirá a todos sus parientes.
Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los consejeros reales le dijo admirado:
– ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños del Sultán es la misma que la del primer sabio. No entiendo por qué al primero le castigó con cien azotes, mientras que a vos os premia con cien monedas de oro.
– Recuerda bien amigo mío –respondió el segundo sabio– que todo depende de la forma en que se dicen las cosas… La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la enchapamos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado…
– No olvides mi querido amigo –continuó el sabio– que puedes comunicar una misma verdad de dos formas: la pesimista que sólo recalcará el lado negativo de esa verdad; o la optimista, que sabrá encontrarle siempre el lado positivo a la misma verdad».
Dice el libro de los Mishlei/Proverbios (cap. 18) del sabio rey Shlomó/Salomón: «Las palabras del hombre son aguas profundas, río que corre, pozo de sabiduría… Con sus labios, el necio se mete en líos; con sus palabras precipitadas se busca buenos azotes… Cada uno comerá hasta el cansancio del fruto de sus palabras. La vida y la muerte dependen de la lengua; los que hablan mucho sufrirán las consecuencias«.

Uno de los grandes desafíos de cada hombre y de toda la humanidad es aprender a comunicarse auténticamente.

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