Padre de la religión

Nuestro ser auténtico se compone por nuestra carga genética y nuestro Yo Esencial (neshamá o espíritu).
El Yo Esencial está permanentemente conectado con el Eterno, es posible decir que es parte de Él (no puedo explicar ahora cabalmente este último enunciado).
La neshamá no cambia, no se daña, no crece, no muere, no enferma, no se desliga del Eterno ni deja de ser “quien” es.
Por su propia “naturaleza” impulsa a la persona al encuentro con el Eterno, a la bondad, a la justicia, a la solidaridad, a lo que es vida.

Pero, en este mundo este capitán cuenta con una nave y una tripulación que no siempre están en armonía ni admiten su mando.
El timonel debiera ser la mente.
El motor las emociones.
Los pasajeros y resto de los tripulantes lo social.
En tanto que el cuerpo es el barco.

En ocasiones se pone al motor al timón; se encierra al navegante en una celdita; se abandona al capitán en una sala apartada, lejana y desierta; y cualquier otra variación que pone a la nace y su viaje en conflictos y dificultades. ¿Por qué ocurre esto?

Uno de los tripulantes que más caos genera, más sentimientos de impotencia, más enfermedades, es el que conocemos como EGO.
Su trabajo es de rescatista, lanza los salvavidas cuando alguien cae al océano y alerta al resto de los viajantes para que colaboren en el rescate.
Por supuesto que es una tarea de sumo valor, pero muy específica. No es habitual que un viajero esté en situación de tal peligro y que precise el servicio profesional del rescatista.
Pero, él se encarga de pasar de un puesto de trabajo a otro, y de cierta manera toma de rehén a toda la embarcación.
Es hábil para ello, al punto que hasta el propio timonel siente que no puede controlar la dirección de la nave sin las directivas del rescatista.

Mientras, el capitán sigue abandonado en la salita apartada, y su voz apenas puede ser escuchada cuando el barco está en profunda calma, es decir, casi nunca.
Él sigue en contacto con el puerto, no perdió la radio que lo comunica, por lo que está al corriente de todo lo que ocurre en el gran mundo, pero está incapacitado de tomar nuevamente el control de su embarcación.
Muchas veces logra codificar un mensaje de Luz e infiltrarlo en los sueños, los que deberían ser interpretados correctamente para ofrecer oportunidad de vida y bendición.

Mientras, los del barco sienten una tremenda adhesión al EGO, quien con sus escasos pero astutos recursos logró un lugar que no le corresponde ni puede/sabe ejercer.
El barco en su totalidad adoran al rescatista, porque es un salvador, ¿o no es ese su rol?
Ellos se encargan de creer que es útil para todo problema.
Y él se encarga de mantener viva esa creencia. Llega a generar problemas para aparecer como supuesto salvador. Claro, si en principio no hubiera provocado la dificultad, no se hubiera necesitado de su servicio.
La tripulación se siente impotente y le llama.
La tripulación se va creyendo cada vez más impotente, de tanto convocarlo a actuar.
Crece con una tendencia a la idolatría, porque adora al EGO como salvador. Depositan su fe en él. Sí, la fe, que es la convicción de que lo absurdo es real, precisamente porque es absurdo.

La figura interna del EGO la encontramos representada luego en personas, instituciones, objetos, grupos, creencias, dioses, etc.
Cuando somos pequeñitos esa figura externa es nuestra madre o la persona que nos cuida. Ella es el todo. Ella es el mundo. Ella es la seguridad. Ella es la vida. Sin ella hay muerte, miseria, dolor, abandono, sufrimiento, impotencia. Ella nos rescata, tal como corresponde a la figura externa del EGO. Es así, es real. El problema ocurre cuando esta dependencia necesaria de los primeros tiempos de vida se extiende más adelante.
En ocasiones esa figura materna se aprovecha del vínculo desigual, ella sostiene y el otro es dependiente, porque le genera cierta aura de poder, cierta satisfacción, cierto goce de poder. Y hay figuras maternas que van haciendo sentir a sus críos que deben estar pendientes de ella todo el tiempo, no salir de la órbita de la madre. Es como si el EGO estuviera investido en un cuerpo humano.
¿Cuánta gente adulta sigue en una relación infantilizada por esta causa?
No se casan, no tienen trabajos fijos, son mal remunerados, viven en casa de los padres, son adictos a alguna cosa, viven de impotencia en impotencia para estar siempre en la esfera de la madre.
Obviamente que para la madre esto también es una situación enfermiza, pero el anhelo del EGO es más fuerte.

Luego también están quienes depositan la fe en dioses que salvan, en santos que sanan, en líderes que deciden lo que uno debe hacer o dejar de hacer, en grupos que dan poder, en objetos que aseguran ciertos éxitos (amuletos, símbolos, etc.), en religiones que endiosan al EGO y lo adoran de manera organizada.
Marcados a fuego en un lugar inaccesible para la memoria consciente, en un código indescifrable por nuestro idioma, se mantiene vivo el recuerdo de la terrible experiencia de la máxima impotencia. Eso nos mueve a miedos y a buscar salvadores. De allí el poder de las religiones, su capacidad para seguir existiendo a pesar de ser evidentemente falsa y absurda. Es que la necesidad de depender para no sentir el terror del aniquilamiento total es muy fuerte.
Es obvio, aunque el razonamiento sea claro y lúcido, aunque las evidencias sean contundentes, la ceguera de la fe es sumamente fuerte.
Así explicamos que tanta gente sigue esclavizada por la religión, y fanatizada, aunque por un instante despierten y vean la Luz, para luego volver a encerrarse en su celdita mental.
No es que el que hizo el trabajo de esclarecer lo hiciera mal, fuera poco diplomático, no informara correctamente, estuviera vendiendo “pescado podrido” (puede ser, pero supongamos que no), sino que hay un bloqueo muy intenso y profundo que mantiene a la persona encerrada en su celdita mental. La idolatría tiene su explicación en este esquema que te he esbozado.
(Mientras tanto, el capitán sigue aislado, su voz trata de alcanzar a alguno en el barco que le libere, pero el EGO sigue al mando).

No es una tarea imposible, pero casi.
Fracasos habrá de a miles, en tanto uno que otro podrá librarse y encontrar la armonía interna que le permita la externa.
Cada tripulante podrá ejercer su rol, incluso el EGO.

El Eterno nos brinda la primera terapia para ir superando el sometimiento a la religión (o al EGO, que es casi lo mismo).
Son los Mandamientos, (siete para el noájida, 613 para los judíos) que nos permiten re-conocer nuestro lugar en el mundo, nos permiten ir adquiriendo conciencia de que somos personas completas, mutidimensionales, responsables de nuestros actos, que somos actores en este mundo y no meros títeres a merced del “destino”.

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conyconchita

deveras que difisil es estar esperando siempre la aprobacion de los demas y sentir que eres incapas de tomar desiciones porti mism@ cuando desde pequen@ te emseñan que eres incapas de controlar tu vida. pero esmas orrible vibir asi; y aunque vaya que es difisil de sacostumbrarse de eso definitinamente es lo mejor.

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