¿Cómo puede ser que tú aportas datos veraces y correctos, pero tu oyente parece no darse cuenta de lo que le muestras?
¿No te ha pasado que demuestras con evidencias y citas las falsedades de las religiones, pero los fieles a las mismas siguen empedernidos en sus estilos de vida?
¿No te sientes apenado cuando ves al fetraficante que moviliza a miles de congregantes, recibe aplausos y elogios, es apoyado económicamente, cuando resulta tan claro para ti que es un farsante, sus palabras son vacías y seguramente peligrosas, sus pasiones son bestiales, su conducta es ilegítima –y quizás criminal-, su imperio maligno es terrible?
¿Estuviste en la situación que exponías a un familiar o a un amigo acerca de lo espantoso de las religiones, pero ellos se negaban a admitir siquiera una letra de tus argumentos; y para peor, te querían manipular para que regresaras al rebaño de los religiosos?
Intentemos una respuesta posible.
El ser humano es multidimensional: espiritual, mental, social, emocional y físico.
Muchos políticos, columnistas, comentaristas y especialmente predicadores de las religiones tienden a manipular con habilidad los resortes que activan mecanismos de dominación emocional y social.
Ellos no le hablan al intelecto, esquivan la argumentación, eluden el pensamiento crítico para sumergir a sus oyentes en un océano de emociones furiosas, que vapulean a la persona y la impulsan hacia la dirección marcada por el hábil malabarista.
Así, los profesionales de la manipulación crean un ambiente social y un encuentro emocional que dé un sentido de pertenencia, inventa y refuerzan el sentimiento de la comunidad, someten a su audiencia a un torrente de percepciones que anulan el pensamiento crítico e impulsan el surgir de los miedos y deseos escondidos en lo profundo.
Si tú has participado de cuestiones por el estilo y ahora tienes la oportunidad y la claridad mental/emocional como para analizar, podrás confirmar la verdad de esta caracterización.
Recuerdas como el pastor los hacia sentar juntos, no quería personas desperdigadas por la sala, si eran pocos. Los quería juntos.
Él se encontraba encima de ti, en una tarima, en un estrado, sobre un altar, allí arriba, y tú debajo.
Él usaba micrófono, a un volumen intenso. A menudo se acompañaba de música fuerte que solía reiterar la misma melodía y las mismas palabras, una y otra vez.
Seguramente que hasta gritaba al micrófono cada dos por tres, elevando el clima emocional con cada grito.
Te hacía repetir palabras o frases, hasta el cansancio. Te hacia parar y sentar, estar de pie, levantar una mano y no la otra, cerrar los ojos y gritar junto al grupo.
Si alguien se atrevía a preguntar algo en contra del deseo del pastor, de inmediato era silenciado y estigmatizado, tratado como loco, malvado, perverso, hereje, perturbado, rebelde, mala semilla, del demonio o similar.
El pastor te convocaba a sus reuniones y no había excusa posible, era tu deber asistir, aunque no quisieras, aunque estuvieras enfermo, aunque te disgustara… era tu deber y si no lo cumplías te llovía una terrible cantidad de llamados a tu teléfono, mensajes de texto, citaciones, componendas, reprimendas, extorsiones, amenazas, en privado y ciertamente que en público también.
Por supuesto que el pastor era quien decidía por ti sobre casi cualquier asunto, tú debías obedecer o serías castigado. Se te prohibían las cosas más naturales y normales, con la justificación de que era la palabra de Dios en boca del profeta que era el pastor. Se te censuraba, se te encerraba, se te asfixiaba, se te sometía a todo tipo de maltratos (físicos, emocionales, sociales), se te exigía dinero y ofrendas, se te exigía lealtad y sumisión, mucha sumisión.
Tu vida giraba en torno a los deseos del pastor, entre las paredes de tu iglesia –a la que puedes llamar “sinagoga mesiánica” si eso te hace sentir más “espiritual”.
Se te demandaba austeridad, dedicación, servilismo, alejarte de los que te pueden hacer pensar otra cosa, incluso aborrecer a los de tu propia sangre o familia con tal de mantener tu vínculo con el pastor y con la comunidad de los “fieles”.
Todo tipo de maldiciones, insultos, palabrotas, desprecios se dedican a los “de fuera”, particularmente a los que traen un mensaje liberador que choca de frente con las astucias que te presenta el pastor como sagradas.
Sitios como SERJUDIO.com o FULVIDA.com son satánicos, serías excomulgado si los pisas, pues el pastor les tiene terror porque sabe que arruinan su negocio oscuro.
Hasta las cosas más deleznables tuviste que hacer, dejar hacer, ocultar o apoyar, con tal de que el pastor no te señalara en público a ti como “pecador”, siendo que en la verdad era el pastor el primero en la lista de los destructores, infieles, vejadores, ladrones, corruptos, malandrines, procaces, manoseadores, etc.
Las dudas se callan, el análisis de argumentos se prohíbe, se censura la crítica, las preguntas solo pueden ser bajo la atenta admisión del pastor y los de su camarilla de corruptos en el poder.
Efectúan falsos milagros, sugestionan, compran vidas, mienten descaradamente, hacen también “buenas acciones” pero siempre y cuando obtengan rédito de ello. Usan sus “éxitos” como pruebas de su poder divino, sus fracasos no se mencionan jamás o se explican para echar culpas a los pecadores de entre la comunidad, para hacerse las víctimas, para demostrar su bondad y la maldad que otros les hacen. Siempre caen parados, aunque hagan las cosas más terribles.
Se rodean de gente débil, de otros traficantes como ellos, de personas necesitadas emocionalmente, de personas con poca educación, de gente receptiva a sus trucos emocionales, de verdaderos creyentes obnubilados en las prácticas de dominación del grupo, y con ellos van ampliando su marco de labor, armando un marco de cohesión social.
Te sonríen, te saludan, te abrazan, te preguntan por tu vida, te invitan a sus cenas, te hacen sentir importante, y tú caes en las redes que han tejido para ti.
Es agradable… ¿o acaso te parece que se presentarán al principio como algo peligroso de lo cual tienes que huir espantado para salvar tu vida aquí y en la eternidad?
Obviamente que te hacen sentir como un pequeño rey, pero por poco tiempo.
Al rato ya estarás trabajando servilmente y sumiso para el pastor.
Aunque algo no te cierre, aunque en el fondo una vocecita te diga que estás yendo por el mal camino, igualmente encontrarás excusas para silenciar a tu conciencia, para mentirte, para permitir la adulación.
Luego, será tarde para salir fácilmente por tus propios medios.
Has creado una realidad alternativa, una en la cual eres esclavo de tu pastor, la comunidad es tu existencia misma, romper los lazos con uno u otra es sentido como un suicidio, como una pesadilla terrible. Entonces, desde lo más profundo de tus entrañas harás todo para seguir aferrado al barco, aunque éste se hunda.
Te han hecho sentir culpa por cosas del pasado que solamente puedes resolver con el bálsamo mágico del pastor. Te han creado angustia hacia el futuro que solamente puedes calmar con las esperanzas “sagradas” que solamente te brinda el pastor. Te prohíben vivir el aquí y ahora, solamente ser parte del universo del pastor y la comunidad.
El mundo está dividido entre los buenos, la comunidad y a su cabeza el pastor; y los malos, que son los de afuera, los otros, los que dicen algo diferente.
No hay intermedios.
No es posible que los “hijos del demonio” sean buenos, que tengan algo bueno para ofrecer. Los caricaturizan, se burlan, los desprecian, los convierten en peleles a ojos de su congregación, porque así consiguen al menos dos o tres ventajas: te llenan de pánico para que no caigas en la bolsa de los enemigos del pastor, te demuestran que solamente el pastor es el que sabe y a quien hay que seguir, te confirman en tu lugar dentro de la comunidad de amados y guiados por el pastor.
No les basta con escupir y maldecir a los otros, sino que te insisten acaloradamente que es imposible que el pastor yerre, todo en él es perfecto y sagrado, aunque a ojos vista sea un patán, tú negarás lo que sabes para aceptar lo que quieres creer.
Hasta lo más estúpido admites como verdad, porque crees por fe y te enseñaron que la fe mueve montañas en tanto que el pensamiento es para personas enfermas, las leyes son de hombres, pero tú sigues a alguien “más grande”, a un dios personal, a alguien que dio su vida por ti, a alguien que te ama hasta la muerte… ¿cómo dejar de estar en comunidad con súper héroes salvadores como esos?
Es un pequeño pantallazo de lo que he visto en otras personas, a partir de lo que escuchado y leído, pero nunca lo he vivido en persona.
Tú sí.
Por lo cual es importante que te expreses, aunque nunca lo hayas hecho antes, para comentar aquí debajo y corregirme si crees que me he equivocado en mi descripción, o aumentar los datos que no he mencionado.
Tú que has estado ahí, o todavía te encuentras, o pronto regresarás –Dios no permita- puedes dar una pincelada para mejorar nuestra caracterización.
Si de paso quieres encontrar la relación entre este tema y el EGO y con el maltrato familiar, te agradezco doblemente.
Y, si puedes responder a las dudas que dieron comienzo a este post, serán bienvenidas tus palabras.
Hasta luego.
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Nota: al mencionar “pastor” e “iglesia” no estoy refiriéndome solamente a personas y cuestiones cristianas en cualquiera de sus sectas, incluida la de los falsos judíos mesiánicos, sino a cualquier relación religiosa similar a la descrita en este texto.