En nuestra Tradición se identifica al egoísmo extremo como una forma de idolatría.
¿Esto por qué?
Porque, el Eterno debe ser el centro de nuestra vida.
Su Torá es nuestra Luz.
Sus mandamientos nuestra conducta.
Su servicio, nuestra tarea constante.
Porque Lo podemos servir con cualquiera de nuestras acciones y pensamientos.
Pero, para el egoísta el centro es él mismo.
El prójimo es un objeto de uso, o un obstáculo para su propio disfrute.
El mundo es un sitio para abusar en propio provecho.
El Eterno es un ajeno molesto, que no permite sentirse a plenitud.
La cuestión es que el egoísmo extremo, el Ego inflado, es el motivo para las mayores penurias e insatisfacciones.
En palabras del Talmud:
«Tres tipos de gente tienen una vida insoportable: los que son muy compasivos, los que son muy irritables, los que son muy sensibles»
(Pesajim 113b)
Alguien que es como un globo lleno de aire, que tiene su Ego inflado, vive sufriendo, porque teme a que le pinche el globo y reviente.
Entonces es muy sensible, cada cosita le molesta, es quejoso por todo, demanda más aprecio, nunca está satisfecho, se enoja por asuntos de escasa importancia, se auto compadece… su vida es una tortura, encarcelado por sus emociones, sediento por más y más aprecio, más cariño, más atención de los demás.
Su Ego inflado es su defectuosa forma para defenderse de un mundo al que temen, del que quieren todo pero al que no le dan nada.
Los arrogantes, los egoístas extremos, son personas fundamentalmente débiles, apagados, apocados.
Exigen porque se sienten vacíos.
Se valoran incorrectamente, considerándose más de lo que realmente son, para protegerse de ver su verdadera imagen escasa, pobre, flaca, magra.
Se enojan, están irritables, desechan al Eterno y Su Torá, porque su débil plano emocional no tolera verse en el espejo del alma y reconocerse tan endeble.
Pero se protegen en una burbuja hinchada de vanidad, de glorias pasajeras, de palabras rimbombantes, de fastuosas presentaciones, de reivindicaciones imposibles, de grandeza simulada.
Detestan a Aquel que los pone en su sitio, que les enseña y demanda humildad, sencillez, simpleza, rectitud, bondad, justicia.
Lo detestan al Eterno y Su Torá, porque no les da permiso para ocupar un sitio que no tienen ni les corresponde.
Y el Eterno le responde con su misma moneda:
«no soportaré al de ojos altaneros y de corazón arrogante.»
(Tehilim / Salmos 101:5)
El Ramjal nos enseña que cuánta mayor es la vanidad de la persona, mayor es su tontería (Mesilat Iesharim, cap. 23).
Cuánto más aferrado a su ego está la persona, más tontamente se comporta, más sensible, más enojada, más apartada del mundo, menos fiel al Eterno.
Así pues, el egoísmo es una cualidad que debemos moderar.
Debemos aprender a ser «egoístas positivos», es decir, a amarnos a nosotros mismos en la justa medida, para de ese modo vivir con integridad y plenitud (sobre el egoísmo positivo ya he escrito en otras ocasiones, búscalo por favor).
Debemos aprender a educar nuestras emociones, para ser sencillos, simples, verdaderos habitantes del mundo, fieles al Eterno, compañeros de nuestro prójimo.
muy lindo
y quiza esto ayude,esta dicho Hashem tzilja’es tu sombra,y de la manera q’ uno se comporta con la gente Hashem se comporta con uno.
so,yo preg. si es asi ,porq’ no empezar a valorar lo q’ se tiene y dejar el ego a un lado?
porq’ no dar compliments a su mujer y la gente q’lo merece?
the more you give the more you get!
shlaj lajameja al pnei amaim..envia tu pan..