Una persona me comentó lo siguiente:
“El conformismo es bueno.
Porque lo único que Dios dijo que no era bueno es que el hombre esté solo.
Todo lo demás es bueno.
Por eso, cada uno debe saber y creer con total convicción que lo que tiene es bueno y es suficiente para él y lo que no tiene no le conviene ni es para él; y entonces va a vivir feliz y contento.
Porque todo lo creó Dios bueno, menos que el hombre estuviera solo”.
¿Por dónde comenzar a corregir esta sarta de disparates religiosos y seudo espirituales para lograr poner un poco de orden en esa mente afiebrada por el EGO?
¡No lo sé!
Porque hay tanto para enmendar, que además dudo que logre su efecto en esta persona, que me apabulla antes de empezar.
Por tanto, haré solamente un breve comentario, basado obviamente en las enseñanzas de los Maestros de Torá y no en especulaciones seudo espirituales, seudo filosóficas, carentes de cualquier valor trascendente.
Es muy cierto que el Creador calificó de buena y muy buena Su obra de creación, aquello que había creado en los seis días de evolución desde la nada hasta aquel momento del inicio del Shabat universal.
Es correcto que el Creador etiquetó de no-buena la circunstancia de la soledad del humano.
Pero nos olvidemos de un pequeño detalle, en el corazón del huerto del Edén se encontraba el árbol prohibido de ser ingerido, el del conocimiento del bien y del mal.
Es decir, existe el mal y se delinea como algo diferente al bien.
Por tanto, no podemos decir que todo es bueno, ya que es el mismo Creador que dijo que existía lo malo, sí, también en el Paraíso original.
Solamente que antes de consumir del árbol prohibido el mal no se mezclaba con el bien, el bien no se mezclaba con el mal. En la realidad paradisíaca estaban claramente delimitados los confines de una cosa y la otra.
Perder la noción de lo bueno y de lo malo, confundirlos, mezclarlos, romper los límites sanos, sería el resultado de consumir del árbol prohibido.
Eso fue precisamente lo que le pasó a la humanidad, embarullada su mente con emociones, trastornado su razonamiento con pasiones, alterado su rumbo por el EGO, oculta la NESHAMÁ por las excusas más pueriles.
Así estamos, fuera del Paraíso, tropezando con nuestra torpeza para identificar lo bueno e identificar lo malo.
Entonces, llamamos bien al mal, y mal al bien.
O afirmamos con torpeza religiosa que el mal no existe, solo lo bueno existe.
O declaramos que el conformismo es la solución para no sufrir por la injusticia o la impotencia que nos corrompe.
Y no es así, porque Dios ha declarado que hay bien y mal y no depende de nosotros su definición, sino de Su Voluntad.
Pero sí depende de nosotros aprender a distinguir, en la medida de nuestras limitadas facultades, aquello que es bueno de lo que no lo es. Traer un poco de luz al caos provocado por comer del árbol prohibido, despejar la mente de las imaginaciones torpes que la corroen.
Entonces, lo que tengo ahora quizás no sea bueno y no tengo porque declararlo como tal.
Tampoco es obligación que admita que es suficiente, cuando razonablemente no lo es.
Mi misión, como persona que encarna un espíritu divino, es aceptar con agradecimiento mi porción, disfrutar de ella, gozarla, bendecir por esto. Pero no dejar de trabajar por mejorar mi situación, esforzarme para adquirir más bienes que pueda disfrutar, porque es una tarea sagrada el agradecer y disfrutar aquello positivo que es nuestro y es lícito.
Mi misión es trabajar en mi Yo Vivido para dejar de lado las excusas, retener las malas inclinaciones, mejorar mi conducta, hacerme cada día más parecido a mi Yo Esencial.
No definir al cuerpo y lo material como malo, porque eso sería un agravio a Dios, si no directamente una innoble forma de herejía.
Sino que la persona realmente espiritual sabe que su cuerpo y su materialidad son instrumentos para elevar toda la realidad material, hacer de este mundo nuevamente un paraíso.
Para lograrlo es imprescindible desterrar la religión, el conformismo, la superstición, las conductas que agreden al otro y su propiedad.
Entonces, me alegro con mi porción, la disfruto, la agradezco, hago con ella lo necesario para transformar este mundo en un pedacito más de paraíso.
No permito la injusticia, ni me aferro a lo que es perjudicial.
Declaro a lo que Dios llamó bueno como bueno, y a lo que Él declaró malo como tal. Y cuando mi mente está confundida, como efecto del árbol prohibido, entonces me abstengo de afirmar lo que no sé.
No todo es bueno, no todo es malo.
Todo está mezclado y debo aprender a trabajar para lograr hacer mi parte en que nuevamente haya orden.
En cuanto al “todo es para bien”, evidentemente NO significa que todo ES bueno; pero tratar de explicar la diferencia evidente a los que están esclavizados por el EGO me resulta ahora una tarea secundaria.
Por último, no todos los que están con “disfraz de judío y rabino” saben o entienden.
Hay que tener mucho cuidado con lo que uno recibe como enseñanza, con lo que uno aprende, porque quizás está llenando de veneno su pozo de agua clara.
Hay que ser precavido para mantener a las emociones en su importante papel, como motor y sensor, pero nunca jamás como decisor y capitán de nuestra vida.
Pero claro, el efecto del árbol prohibido nos dificulta esta tarea porque seguimos en el caos que revuelve el bien con el mal, y los engañadores siguen teniendo éxito, comerciando con la fe, llenándose los bolsillos con las ovejas que se esclavizan a sus lindos mensajes de alegría barata y una religión infantilizante. El que entiende, entiende.
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