Confieso, no soy fanático de ver deportes, aunque sí de dedicar bastante tiempo al ejercicio físico (integral).
Alguna que otra vez fui a partidos de fútbol, también de básquet, creo que no más… ¿algún tramo de Fórmula 1 por TV?… sí, en un par de ocasiones concurrí al espectáculo de los Harlem Globetrotters.
Me resulta insufrible ver partidos de fútbol en la TV, cuando en los noticieros se pasan minutos y más minutos con los deportes me duermo…
En fin… creo que se comprende el punto.
A mí me cuesta bastante ponerme en el lugar de los que están sumergidos en ver partidos de fútbol, cada canal deportivo, revistas, suplementos de diarios, programas radiales, controversias en bares, apuestas, me cuesta bastante…
Ese fanatismo, esa dedicación, esa inmersión por completo en la pantalla constantemente verde de sus televisores, los relatos afónicos de partidos de países desconocidos, cuadros ignorados, nombres imposibles de pronunciar…
Se saben quién, en cuál cancha, de tantos goles, la delantera y la mejor defensa, el DT, etc., y me cuesta tanto entenderlo…
Navegan por la Red buscando goles, resultados, tarjetas, expulsados, contratados. Goles en Youtube, pases extraños, anécdotas, viejas glorias, golpizas, llantos, sublevaciones, victorias heroicas, pasan días y días y días consumiendo con pasión eso que para ellos, los fanáticos, es tan importante, incluso pareciera más que la vida, que su familia, que sus tareas, que cualquier otra cosa.
¿Eres tú uno de ellos?
¿Es alguno de tu familia o amigos?
¿Los conoces?
¿Los padeces?
¿Los disfrutas?
Esos simpáticos, o insoportables, Homeros Simpson, que se la pasan consumiendo deporte a la par de cervezas, bocaditos, golosinas, sofás, tiempo que desaparece en la nada misma…
Alguna vez le dije a alguno de estos consumidores deportivos que llegado el momento, cuando pasase a mejor vida, que no estaría picado y molesto por no saber quien ganaría el próximo mundial, ni sería relevante quién jugó en la delantera de Peñarol del ‘66, ni el nombre de la abuela de Cascarilla Morales. Tristemente me equivoqué… pues uno de aquellos fanáticos murió a muy joven edad, de una terrible enfermedad, y en su lecho agonizante aún conversaba con pasión –la escasa que su cuerpo consumido le permitía- de viejas historias y anécdotas de fútbol…
Se fue, al próximo mundo (o a la nada, según él), se fue y en su corazón aún ardía la llama –para él sagrada- del fútbol…
¿Cómo entenderlo?
Por otro lado, están los que durante 3 días se desconectaron por completo de estas distracciones banales.
Desde un poco antes de la puesta del sol que daba fin al año 5771 hasta la aparición de las tres primeras estrellas medias del sábado siguiente, por Rosh HaShaná y el Shabbat subsiguiente, no se conectaron a internet, no vieron TV, no leyeron diarios, no escucharon radios, no fueron a bares, no fueron al trabajo, no fueron a canchas, nada de eso.
Como si el mundo se hubiera convertido en un lugar lejano, al mismo tiempo que pleno.
Se dejó de lado todo lo que no fuera la santidad de estos días, el momento del juicio, cuando se presentan balances, cuando se proponen objetivos, cuando se decreta en lo Alto acerca del año que comienza.
Si las bombas no caen sobre uno, podría haber empezado la Guerra Mundial Final, pero ni se enterarían.
Fue el Iom HaDin, el Día del Juicio, ¿qué le importaba al inmerso en su significado si Nacional ganó o sigue de mala racha, si el Barcelona contrató a Forlán o no, etc?
Son días tremendos, llenos de plenitud para el que está interiorizado en ellos: la vida o la muerte, la pobreza o la riqueza, la salud o enfermedad, el sosiego o la ruina, cosas en verdad fundamentales son las que están en “juego” en el día del Juicio, es lo que se estaba decidiendo, ¿quién puede tener tiempo o energía para pensar acerca de una pelota y unos tipos correteando detrás?
De hecho, no importaba, cuando usted realmente piensa que el fútbol es una tontería, es un juego que en realidad no tiene ningún valor intrínseco.
Aunque los enfermos por la afición me contradigan, aunque con un pie en la tumba sigan aferrados a su ídolo querido, aunque la FIFA y sus similares sigan siendo multinacionales súper poderosas, en los hechos, eso es nada, aire, sobras, sombras, falsedad…
Si, como aquel amigo mío creía, al morir volvemos a la tierra y no existe de nosotros más nada: ¿de qué valió el tiempo y energías consumidos por la pasión?
Si en verdad vamos a otro mundo, uno en el cual impera la verdad: ¿cuál es el valor del tiempo y energía desperdiciados en esta pasión?
Claro que si lo tomamos como pasatiempo, si nos ayuda a relajarnos y aliviar un poco la tensión, entonces está bien, es positivo, está en función de un objetivo final elevado y trascendente.
Si somos nosotros los que practicamos el deporte, excelente, es bueno para la salud multidimensional.
Si lo hacemos para compartir con otros, de manera divertida, respetuosa, etc., bienvenido sea.
Si es un hobby que no nos consume en vida, perfecto.
Pero cuando se enajena la vida por esta pasión, cuando se vuelve importante en sí mismo, creo que es hora de respirar profundo y tomarse un descanso.
Evaluar qué es lo que estamos haciendo, y que nos estamos perdiendo.
Cuántos desperdiciamos en esta pasión y qué cosas realmente valiosas estamos degradando por ella.
Es muy fácil dejarse atrapar por el deporte profesional y es un negocio que mueve miles de millones de dólares, por lo que los “dueños” lo toman muy en serio.
Sabemos que hay personas que, literalmente, viven y son capaces de morir y matar por sus equipos.
Es una poderosa industria, que crea sus recursos para continuar enviciando a más y más, para de esa forma seguir generando millones en dividendos por segundo.
¿No sería muy bueno tomarse tres días para desconectarse de estas pasiones?
¿Tú qué crees?
para elevación espiritual del Sr. papá del querido amigo Bernardo Korzeniak, que pasó a su mundo el día de ayer.
tehe nishamtó tzrurá bitzror hajaim