Cuando sientas que estás alejado emocionalmente de tu hermano, cuando percibas que no estás hablando serenamente con él.
Cuando estás embarcado en un juego perverso, de víctimas, agresores y salvadores; en donde estos roles se intercambian con tu hermano sucesivamente.
Cuando el resentimiento vaya engullendo tu corazón, y el rencor te haga temblar.
Cuando estés en tan triste estado, debes recordar estas palabras, y decírlas a tu hermano, aunque no las creas sinceras en tu corazón. Debes decir:
«Acercaos a mí, por favor.»
(Bereshit / Génesis 45:4)
Y luego de decirlo, y de repetirlo, debes hacer que tus acciones estén en sintonía.
Debes obligarte a acercarte a tus hermanos.
Debes actuar de tal manera que tus obras sea de edificación, de comunicación, de proximidad.
Y si tu hermano sigue reacio a estos gestos de verdadera fraternidad, si sigue esclavo de la negrura de su corazón poco educado en valores eternos, entonces, ten presente que tú debes mantener tu postura de apertura, de puerta abierta para el día que tu hermano quiera el reencuentro.